Brasil vive días de tensa expectativa. Eso se siente no sólo en el gobierno de Lula da Silva, sino que se extiende por la industria y el campo, los medios financieros y los actores del sector externo, importadores y exportadores.
Y si hasta ahora tal ambiente tuvo como foco de atenciones la asunción del ultraderechista Javier Milei a la presidencia de Argentina, en los últimos días surgió otra erupción: Nicolás Maduro amenazando con una invasión venezolana a la vecina Guyana.
Lo de Milei era esperado desde las elecciones del pasado 19 de noviembre. Lo que el gobierno brasileño hizo, así como todos los interesados en las relaciones bilaterales, fue acompañar sus movimientos tratando de ver qué había de viable y de delirio en sus declaraciones.
La súbita serenidad que se desplomó sobre el antes desequilibrado candidato no sirvió para calmar los ánimos. Al fin y al cabo queda por ver cuánto de verdad existe en ese vuelco de Milei, que pasó de belicoso a algo más civilizado, o casi.
Esa es la manera con que el Brasil directamente interesado en Argentina acompañó el periodo.
Quedó clara la influencia de Mauricio Macri en la formación del equipo económico de Milei. Resta por ver hasta qué punto las propuestas defendidas por el grupo serán implementadas.
En cuando a las relaciones bilaterales, se da por seguro que las bravuconadas alardeadas a los cuatro vientos por la entonces excéntrica figura del candidato no eran más que eso: puras bravuconadas.
En vísperas de la ceremonia de traspaso de mando, una doble iniciativa de Milei llamó la atención del grupo más cercano a Lula y también a los interesados en las relaciones bilaterales.
Primero invitó al desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro a comparecer al acto. Luego despachó a su futura canciller, Diana Mondino, para una visita a Brasilia.
Ella se reunió con su par brasileño, Mauro Vieira, un experimentado y respetado embajador de carrera. Trajo una invitación firmada por Milei y dirigida a Lula.
Curiosamente, la invitación fue dirigida al “presidente de Brasil’, sin nombrarlo. Entre diplomáticos brasileños quedó la duda si fue algo intencional o un desliz de sus pares argentinos, que en el ajetreo de la transición dejaron escapar esa falla.
Por más que circularan por Brasilia versiones sobre cómo Lula examinaba la posibilidad de comparecer a la asunción de Milei, quienes lo conocen ya daban por seguro que no iría.
Hubo un aluvión de ofensas contra el mandatario brasileño a lo largo de la campaña electoral del argentino, y la cercanía entre Millei y Bolsonaro anunciaban lo que ocurrirá: el ultraderechista declarado inelegible hasta 2030 será recibido con honores dedicados a jefes de Estado.
Lula pudo preverlo y decidió no comparecer a la ceremonia de este domingo. A partir de ahora, todo lo que hay son meras expectativas.
Al otro extremo del mapa brasileño, en el norte, lo que hay es pura tensión a partir del pasado martes, cuando Nicolás Maduro anunció en tono grave y solemne la decisión de anexar la región de Esequibo, en la vecina Guyana, a Venezuela.
Tal decisión fue apoyada por un referéndum popular, lo que sirvió a Maduro para elevar el tono de sus declaraciones. Quizá no se haya dado cuenta de que casi la mitad de los electores no compareció a las urnas.
La región de Esequibo es riquísima en petróleo y minerales de alto valor. La ExxonMobil es la responsable por la exploración de los pozos.
La reacción inicial de Lula y su gobierno fue de cautela, pidiendo serenidad a los involucrados, léase Maduro y sus secuaces.
Eso, de frente al público, junto a sus asesores y diplomáticos graduados, el brasileño explotó. Disparó palabras –digamos– contundentes contra su par venezolano, que siempre contó con su respaldo.
Por más que se entienda que en el fondo se trata de una jugada que tiene como blanco el electorado frente a las elecciones venezolanas del año que viene, el grupo más allegado a Lula comenta que se trata de algo absolutamente inadmisible bajo cualquier pretexto.
Al final de la tarde del viernes pasado empezaron a circular rumores emanados de aliados cercanos a Lula indicando que la paciencia del brasileño con su colega venezolano estaba a punto de explotar.
Además de declararse cada vez más decepcionado con Maduro, a quien siempre respaldó y protegió, Lula dijo al menos a dos interlocutores que, en caso de que Venezuela efectivamente intente invadir territorio de Guyana, la relación personal entre los dos “irá rumbo al espacio”.
Queda por ver cuánta influencia tiene todavía Lula junto a Maduro para contener esa marea de absurda insensatez.