A veces suceden milagros, y el mexicano Jorge Ortega Arroyo es ahora el apoderado de la Fundación Ventosa-Arrufat, herencia que dejaron a México la generosa pareja de Gabriel Ventosa Ruera y Dolores Arrufat Figueres, matrimonio catalán que arribó a nuestro país al terminar la Segunda Guerra Mundial.
Por rojillo y por republicano, Gabriel Ventosa estuvo preso en un campo de concentración en Barcelona. Emigró a México como muchos españoles contrarios al régimen de Franco. En Veracruz, solo a él le permitieron desembarcar, y su mujer, Dolores, tuvo que seguir a Nueva Orleans y luego a La Habana, donde esperó el permiso de entrada a México. Todo esto sucedió durante el sexenio del presidente Manuel Ávila Camacho.
En la Ciudad de México, don Gabriel y doña Dolores confrontaron una realidad inesperada: en vez de comprar un inmueble en la colonia Doctores, el tío de Gabriel Ventosa había despilfarrado el dinero de los ahorros enviados desde España.
¡Vaya noticia! Dolores y Gabriel se encontraron sin un centavo, en un país extraño, con costumbres distintas a las suyas. “La muy valiente Dolores empezó a cortar ropa y Gabriel a vender tobilleras y calcetines, y más adelante, bicicletas. Con su energía y capacidad, lograron traer a su padre para inaugurar la fábrica de calcetines. ‘Papá nunca había salido del pueblito de Borjas Blancas, cercano a Barcelona, y tres días antes de la inauguración, un tren en la calzada de Tlalpan embistió su coche y murió’”.
–¡Qué tragedia morir en el momento del triunfo!
–Sí, a principios de los años 60, los Ventosa Arrufat se dedicaron a levantar el pabellón Yom Yom, tienda de helados en una cafetería cercana a Ciudad Universitaria. Había pocos negocios parecidos y en México, la gente es muy accesible, muy humana y, sobre todo, gusta de los helados.
Muy pronto, los Ventosa Arrufat se convirtieron en restauranteros. Dolores se encargó de la comida y Gabriel de la administración. En sus días de asueto, hacían tertulias y hablaban de poemas y novelas sin darse cuenta de que el gran poema eran ellos con la generosidad de su vida en México.
En la mesa, volaban todos los temas, política y literatura, y don Gabriel, con su voz autorizada, se convirtió en un charlista incomparable
, nos asegura Jorge Ortega Arrroyo, quien tuvo el gusto de conocerlos y a quien yo tengo el gusto ahora de entrevistar.
–Yo terminaba mi último año de licenciatura en derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México –dice Jorge Ortega Arroyo– e iba a su cafetería, y de inmediato me preguntaron a qué me dedicaba. Con su simpatía, el matrimonio Ventosa Arrufat les sacaba charla a todos. Además de responsabilizarse del restaurante, Gabriel Ventura Arrufat adquirió inmuebles en conflicto: hipotecados, embargados en el momento de la sucesión, y yo llevé la parte legal. Gabriel era muy cálido, muy amigable, capaz de convencer a una piedra, todo lo componía y me ligué al componedor
, como él mismo se definía.
“El matrimonio cerró el restaurante cuando la Ciudad de México creció y las mesas de charla se mudaron a su casa. Ya para entonces la señora Arrufat manejaba los primeros negocios de raspados en México. Los vendedores se apostaban afuera de las tiendas de autoservicio y triunfaron. Su éxito fue tan inmediato que también se instalaron en el Bosque de Chapultepec y frente a diversos mercados. ¡Los raspados triunfaron en todas partes!
“Por fin, murió Franco, el 20 de noviembre de 1975, y los Ventosa regresaron a España, pero, como muchos otros, se sintieron extranjeros en su propia tierra y decidieron vivir en México y adquirir la nacionalidad. Gabriel Ventosa falleció a los 80 años, en 1998, y Dolores Arrufat a los 95, en 2013. En su disposición testamentaria heredan parte de su fortuna a promover la cultura catalana y a crear en México el concurso anual de Novela y Cuento Ventosa-Arrufat. Ambos tenían la convicción de que leer y escribir cambia la vida
“Generosos y conscientes de las evidentes necesidades de muchos mexicanos, decidimos remodelar escuelas en Pochutla, Oaxaca, y hasta el día de hoy llevamos cinco prescolares y primarias completamente rehechas. Los Ventosa Arrufat consideraron siempre que la cultura debería empezar desde la infancia, y ahora muchos niños y niñas se sientan en mesabancos en aulas con buena luz frente a una maestra enviada por la Secretaría de Educación Pública que les enseña a leer y a escribir.
“Los señores Ventosa destinaron su patrimonio a la cultura mexicana, como hicieron otros grandes catalanes. En Cataluña hubo –y hay– grandes editoriales e imprentas fuera de serie. El amor a la cultura se respira en la calle. En Cataluña siempre hay un libro en espera.”
–Sí, don Jorge, tiene toda la razón. En México son memorables los nombres Espresate, Rojo, Azorín y tantos más, que dieron en sus imprentas y en sus librerías la gran batalla del amor a las letras.
–Como albacea, abogado y ejecutor especial en el testamento de los señores Ventosa Arrufat, se nos ocurrió hacer un concurso literario que cada año lanza el Premio Ventosa Arrufat-Fundación Elena Poniatowska Amor. Vimos varias editoriales, pero ponían una serie de obstáculos. Concretamente pedían que yo les diera el dinero y ellos organizarían el premio Ventosa Arrufat.
–¡Imposible, esa es una apropiación!
–Todavía en vida la señora Arrufat quería hacer una biblioteca en Borjas Blancas, en Cataluña. Llegamos a ver al presidente municipal y nos dijo: Aquí nadie lee y no hay nada. ¿Me van a dejar dinero para mantenerlo después?
Lo mismo sucedió con la Fundación del Liceo: Ustedes dennos el dinero y nosotros sabremos qué hacer
. Fuimos a la Fundación de la Sagrada Familia, nos recibieron en una gran mesa, vino, quesos... y la señora Arrufat concluyó que no dejaría su dinero a su antojo: Mire en qué se van a gastar mi dinero, vámonos de aquí
.
Ahorita, en México hemos conseguido lanzar el Concurso de Novela y Cuento Fundación Ventosa Arrufat-Fundación Elena Poniatowska Amor AC y logrado que las obras de los ganadores se editen en España por conducto de Basilio Rodríguez, en la editorial Pigmaleón. Son 10 cuentos que reciben 20 mil pesos cada uno, y una novela premiada con 300 mil. En eso consiste el premio, es un buen dinero; es la herencia de los señores Ventosa Arrufat.
–¡Qué generosos! Ojalá el concurso dure mucho tiempo y los ganadores tengan cada vez mayor respuesta del público.
–Hemos recibido más de 3 mil trabajos, entre cuentos y novelas de 15 países de América Latina, principalmente de jóvenes. Resulta muy alentador, porque quiere decir que los jóvenes se preocupan, se expresan, escriben, leen y eso que al premio no se le ha dado gran publicidad y no aparece en televisión, como sucede con un producto comercial. Queremos divulgar el premio a través de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Me comprometí con editores de Madrid a asistir en mayo a su feria del libro para presentarles nuestro concurso y darlo a conocer, para así cumplir el deseo del matrimonio Ventosa Arrufat.