Estados Unidos vetó ayer una resolución presentada ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para pedir un alto el fuego humanitario en la franja de Gaza. La iniciativa del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, fue respaldada por 13 de 15 integrantes del Consejo, mientras Reino Unido se abstuvo y Washington emitió el único voto en contra.
El veto constituye la enésima demostración de que el gobierno de Joe Biden está decidido a acompañar hasta el final a Israel en su campaña de exterminio de la población palestina. Es también una exhibición de las cotas de hipocresía que la administración demócrata ha alcanzado en su adhesión a Tel Aviv: mientras el secretario de Estado, Antony Blinken, denunció la brecha
entre las intenciones declaradas por Israel de proteger a civiles y el creciente número de muertos en el terreno, la Casa Blanca frenó un intento más de la comunidad internacional para pausar la masacre.
La situación en Gaza genera un auténtico terror: de los 17 mil palestinos asesinados por el ejército israelí, 70 por ciento eran mujeres y niños. El grupo Save the Children señala que la cantidad de muertos en Gaza es tan alta que sobrepasa a todos los menores muertos en las zonas de conflicto del planeta desde 2019 a la fecha. Los médicos que arriesgan sus vidas para atender a las víctimas de los bombardeos israelíes relatan historias devastadoras sobre pequeños con el cerebro expuesto, cada hueso de la cara roto, amputaciones múltiples, quemaduras. Un galeno británico dice haber perdido la cuenta de los pequeños con heridas espantosas que ha atendido, y todo indica que la situación no hará sino empeorar: esta semana las tropas de Israel irrumpieron en el sur de Gaza, donde se apiñan 1.9 millones de civiles desplazados hacia allí por indicación del propio Tel Aviv, en lo que no puede considerarse más que un acto de sadismo extremo y un crimen de lesa humanidad.
El gobierno estadunidense no sólo permanece totalmente insensible ante el genocidio que lleva a cabo su aliado, sino que lo considera en línea con sus intereses: en una serie de declaraciones inefables, el equipo de Joe Biden ha sido cínico en cuanto a los beneficios económicos que el país recibe por mantener en marcha la maquinaria de la muerte. El mandatario instó al Congreso a aprobar 100 mil millones de dólares en armamento para Ucrania e Israel exponiendo la manera en que el envío de equipamiento militar se usa para reabastecer sus arsenales con material nuevo hecho en Estados Unidos
, su oficina de presupuesto afirmó que la petición de recursos incluye más de 50 mil millones en contratos militares a favor de empresas en casi todos los 50 estados
, y el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, se ufanó ante periodistas de que estas asistencias
han impulsado y ampliado líneas de producción y apoyado empleos bien remunerados.
Una amalgama de sintonía ideológica, intereses económicos y completa indiferencia ante la masacre de inocentes refuerza la complicidad entre las administraciones de Joe Biden y el ultraderechista Benjamin Netanyahu, quien lleva adelante el mayor crimen de guerra de su siniestro historial. La comunidad internacional debe dejar de mirar hacia otro lado o de emitir condenas vacuas y unirse para desplegar todos los instrumentos legales a su alcance a fin de parar la salvaje ofensiva que busca desaparecer a la nación palestina.