Washington y Nueva York. La promesa del ex presidente Donald Trump de que abusará de su poder y será “un dictador” sólo por el primer día de regreso en la Casa Blanca provocó gritos de protesta de sus contrincantes demócratas, aumentó la alarma de quienes advierten que representa la mayor amenaza a la democracia y pareció nutrir el ánimo de sus filas electorales, pero ante todo generó cada vez más incertidumbre sobre si el principal candidato republicano está jugando o no con sus amenazas de imponer un régimen autoritario en Estados Unidos.
El pasado martes Sean Hannity de Fox News le preguntó a Trump si estaba prometiendo al país esa noche que “nunca abusará del poder como retribución contra otros”, a lo que respondió medio burlón, “excepto el primer día”. Cuando Hannity le pidió aclarar, Trump de respondió: “quiero cerrar la frontera y quiero perforar, perforar, perforar {en referencia al petróleo]”.
A lo largo de las últimas semana, un elenco amplio de expertos y comentaristas en Washington y alrededor del país han estado advirtiendo que si Trump logra reelegirse el resultado será un régimen autoritario y hasta fascista.
La ex diputada y ex integrante del liderazgo republicano en la cámara baja Liz Cheney -cuyo padre Dick Cheney fue vicepresidente de George W. Bush- advirtió que con Trump en la boleta de la elección presidencial de 2024, Estados Unidos procede como “sonámbulo hacia la dictadura”. Agregó en entrevista con CBS News que “las herramientas que está utilizando son herramientas que hemos visto siendo usadas por autoritarios, fascistas, tiranos alrededor del mundo”.
Algunos de los principales medios nacionales, entre ellos el New York Times y el Washington Post, han publicado amplios reportajes sobre las maneras en que Trump, si vuelve al poder, podría usar la presidencia para perseguir y encarcelar a sus críticos tanto dentro como fuera del gobierno, incluyendo periodistas.
Siempre incluye el mensaje antimigrante con el que lanzó su primera campaña presidencial, ahora afirmando que los inmigrantes indocumentados “están envenenando la sangre del país”, frase manchada de la clásica retórica supremacista y xenofóbica con ecos, dicen algunos historiadores, con el vocabulario de Hitler. También ha amenazado en detenerlos en campos de concentración.
Ha buscado deshumanizar a cualquiera que percibe como adversario o no leal, al decir que sacará a los “hampones de la izquierda radical que viven como alimañas en los confines de nuestro país… quienes mienten y roban y hacen trampas con las elecciones” (Trump llama “izquierda radical” a Biden y los demócratas).
Esto se mezcla con retórica que endosa la violencia política contra opositores, e incluso ha llegado al extremo de acusar al ex jefe del Estado Mayor, general Mark Milley -quien sirvió durante su presidencia y ha criticado a Trump- de “traición” y sugiere que debería de ser ejecutado.
Ante todo esto, el presidente Joe Biden ahora está apostando su reelección al rechazo electoral de Trump, o sea, regresando a su estrategia en la última elección. “Trump ya ni está ocultando su jugada. Nos está diciendo exactamente lo que quiere hacer”, declaró Biden en un acto de recaudación de fondos para la elección esta semana.
Advirtiendo que Trump “está determinando a destruir la democracia”, Biden subrayó que “si Trump no estuviera concursando [para la presidencia], no estoy seguro que yo lo estaría haciendo… Pero no podemos dejar que gane”.