La celebre frase, enderezada contra Catilina por el tribuno romano Cicerón, bien puede ahora cambiar de sujeto: ¿hasta cuándo, Israel, dejarás de abusar de nuestra paciencia? Si bien este sujeto es demasiado amplio para inculparlo, habría que reducirlo a su gobierno actual. Aunque, dado el contexto, ahí también cabría buena parte de su pueblo empolvado de venganza.
Y, por añadidura obligada, a Estados Unidos por su ferviente y financiera complicidad. Tampoco se puede eludir citar la responsabilidad de varias potencias occidentales que acudieron presurosas a dar incondicional respaldo canturreando: Israel tiene “derecho a defenderse”, sentencia que incluyó, como bien se observa en estos tenebrosos días, el indetenible genocidio de palestinos en proceso.
Poco han importado para los militaristas israelíes que han formado el gobierno de guerra en su país. Ellos siguen, implacables, sus ataques a mansalva contra la cárcel donde tienen encerrados a los gazatíes. Es imposible aceptar que tal estrategia guerrera se proponga eliminar a Hamas y sus comandos, cuando el costo lateral en vidas inocentes es tan elevado. Debe existir una realidad paralela a tan cruel envestida contra los miles de niños y mujeres que han sido asesinados.
Es imposible separar la captura de territorio que han hecho y hacen los numerosos colonos del espacio palestino. Miles de casas, tierras y emprendimientos palestinos han sido confiscados con el paso del tiempo. Una verdadera e insensata política de conquista que sigue hasta hoy. Ni siquiera la invasión, o el clamor mundial, ha detenido las trapacerías israelíes. Las referencias al paleoderecho divino a esa región, proclamado por los irreductibles fanáticos, no tiene referencia histórica alguna.
Con el cinismo indispensable, autoridades del oficialismo de ese país han expresado el íntimo deseo de librarse por completo de los molestos vecinos árabes. No los quieren, ni siquiera donde los han arrinconado, ya sea en Gaza o Cisjordania. Tratan, mediante esta masacre y destrucción, de forzar la huida, sin destino concreto, de ese sometido pueblo. Un insensato y explícito racismo. Sin duda lo intentará justificar su narrativa, fincada en el terrorismo que llevan a cabo esas facciones, ya sea de Hezbolá o Hamas.
Lo cierto, evidente, es la realidad de las incautaciones continuas, de las masivas colonizaciones que prevalecen, sin humano remedio que valga, como basamento de este trágico conflicto. Al parejo de esta situación no puede soslayarse otra porción de hechos que ensancha daños y amenazas contra la misma paz mundial. La presencia de los portaviones estadunidenses, con sus temibles escoltas, justo frente a las costas de Israel.
Tales armas, llevan un claro mensaje: nadie, además de nosotros (EU e Israel) nadie más puede participar en este agresivo suceso. Para la potencia imperial, que declina aceleradamente, nadie, salvo ella, puede dictar órdenes de restricción forzada. ¡Cuidado de intervenir! Habría que recordar aquí todas las sentencias, opiniones y deseos, por parte de sucesivos gobiernos israelíes, de incitar a los estadunidenses para atacar Irán, antes de que “estos malvados” fabriquen su armamento nuclear. Armar y entrenar a una potencia militar como Israel, según cínica frase de un senador estadunidense, “equivale a tener un portaviones permanente en esa región, vital para asegurar nuestros intereses estratégicos”.
Una vez que se han ido descubriendo estos aspectos del conflicto presente, se entiende mejor de que, en efecto, se trata de abierta conquista geopolítica. En el fondo, y por desgracia, circula un cúmulo creciente de violaciones a los derechos humanos, constitutivos de factibles crímenes de guerra que deberán ser llevados a los tribunales internacionales. Aunque será poco probable que tal sueño justiciero, finalmente, abra los debidos lugares y sienten ahí a los criminales.
Las atrocidades perpetradas, con alevosa sangre fría, por los militantes de Hamas no pueden divorciarse de sus componentes históricos, como argumenta la narrativa israelí. Es todo un complejo de dramáticas situaciones que condicionan tan desesperadas actuaciones. De similar manera habrán de sucederse respuestas palestinas a las injusticias y atropellos que hoy padecen. No podrá haber aniquilación ni de Hezbolá o Hamas. El pasado (invasión a Líbano) es clara muestra de ese tipo de objetivos guerreros incumplidos.
En todo caso, levantar la voz contra acciones inhumanas no implica, ni desemboca en antisemitismo alguno. Es, por el contrario, exigencia de una justa salida política de respeto y conciencia.