Uno. El 2 de diciembre la infausta doctrina Monroe cumplió 200 años (1823) y el 1º de enero Haití cumplirá 220 de independencia formal (1804). Uhm… Quizá, algunos crean que la evocación de ambas efemérides carece de sentido: ¿acaso nuestros pueblos no celebraron lo suyo durante los floridos bicentenarios de 2010? En efecto, pero omitiendo que ahora somos neocolonias de Washington. Dos. ¿Desidia o ceguera política? Las guerras independentistas fueron exitosas (1810- 30). Sin embargo, quedaron a mitad de camino.
Pues con excepción de Haití, que se enfrentó a la Francia del termidor primero, y Napoleón después (1791-1804), ninguna impulsó revoluciones sociales verdaderas. ¿Qué falló, entonces?¿La indecisión para resolver el dilema del muerto y el degollado? Tres. La Constitución de EU (1787) sostuvo como “verdades evidentes” (sic) que todos los hombres fueron creados iguales y dotados con ciertos derechos inalienables.
Pero tácitamente aprobó la esclavitud, indicando que “las personas obligadas a servir o trabajar en un Estado según sus leyes, que se escaparen al territorio de otro, no podrán quedar libres de esos servicios o trabajo”. Cuatro. Una contradicción que don Bernardo Gálvez, joven gobernador español de las Floridas (hoy Alabama, Misisipi y Florida), había señalado mucho antes con precisión: “El yanqui es un ser hipócrita, falso y verdaderamente rapaz.
Las ideas del gobierno popular, de democracia y de comercio libre que proclama, no tienen más objeto que desconocer los derechos de los demás, engañar al mundo con falsas promesas y obtener provecho propio” (9 de mayo de 1781).
Cinco. El historiador haitiano Saint Victor Jean Baptiste cuenta que en 1804, cuando Francisco de Miranda se dirigía a Venezuela procedente de EU, hizo escala en Haití. Entonces, el revolucionario Jean Jacques Dessalines ofreció su ayuda y le preguntó con qué medios pensaba emancipar el sur del continente. El precursor de la independencia respondió: “Con los personajes más notables del país, en una asamblea”.
Con lo cual, Dessalines frunció el ceño, diciendo: “Y bien, señor, yo os veo ya fusilado y colgado […] Sabed que para hacer una revolución triunfante hay dos recursos: ¡cortar cabezas e incendiarlo todo! Seis. En la sesión inaugural del congreso de Angostura (15 de febrero de 1819), Bolívar manifestó: “Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo ni el americano del norte, que más bien es un componente de África y de América, que una emanación de la Europa, pues que hasta la España misma deja de ser europea por su sangre africana… Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos”.
Siete. No obstante, a la hora de cursar invitaciones para el Congreso de Panamá, el antibolivariano Francisco de Paula Santander (vicepresidente de Colombia) no invitó a Haití porque “siendo una república de color, atraería perjuicios a la causa americana an te la opinión de las potencias europeas” (sic). Pero invitó a Brasil, que era un imperio esclavista.
Ocho. Vuelvo a James Monroe, y a la mentada doctrina pensada por su relevo en la presidencia, John Quincy Adams (1825-29). Periodo coincidente con la derrota militar del imperio español en Ayacucho (Perú, 1824), el fallido Congreso Anfictiónico convocado por el Libertador (Panamá, 1825), la muerte de Bolívar y la rápida balcanización de nuestra América (1830), urdida por Inglaterra y EU, 10 años antes. Nueve. La doctrina Monroe fue la némesis de la proclama independentista de Haití: Única que propuso combatir, simultáneamente, esclavitud, colonialismo, feudalismo, clasismo, antimperialismo y racismo.
Por esto, la posteridad satanizó a la heroica Haití. Washington reconoció la independencia de Texas en 24 horas (1835), y 58 años en reconocer la de Haití (1862). Diez. ¿Historia superada? ¡Ojo! A inicios del año, en una reunión del ultraderechista, Atlantic Council (ligado a la OTAN), la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur, empleó recurrentemente el verbo “tener” para referirse a lo que “tenemos” en AL: 60 por ciento de litio en Argentina, Bolivia y Chile; 31 de agua dulce en la cuenca del Plata, gas, petróleo, tierras raras “and so on”.
Once. En octubre, doña Laura volvió al ataque. Aunque en la ocasión, contra las cadenas Russia Today en español y Telesur, porque “no practican periodismo” (sic). A finales de noviembre, senadores republicanos impulsaron una resolución que califica a la Doctrina Monroe de “principio duradero y vigente de la política exterior de EU” (sic).
Doce. ¿De cuál América hablamos, cuando hablamos de la nuestra? ¿Hay algo de lo “nuestroamericano” que sea realmente nuestro? No me refiero a su formidable singularidad cultural. Digo que una de “las Américas” ha sido un tiburón desde su nacimiento como nación y las otras (fuera de Cuba, Venezuela y Nicaragua en la segunda mitad del siglo pasado), un cardumen de sardinas que nunca pudieron desplazarse juntas.
Trece. Finalmente, vayan con estas líneas los mejores auspicios para don Bernardo Arévalo, presidente electo de Guatemala, quien a días de asumir continúa hostigado por la racista y feudal oligarquía chapina que debe su linaje, en línea directa, al conquistador Pedro de Alvarado. Junto con el postrer reconocimiento a su padre, Juan José Arévalo (1904-90), presidente de Guatemala (1945-51) y autor de un ensayo aleccionador: Fábula del tiburón y las sardinas.