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El quiebre de la historia

05 de diciembre de 2023 00:05

Cinco años de gobierno del presidente López Obrador se han cumplido. Los balances críticos desde la izquierda y desde la derecha se acumulan. La derecha, perdida como está, sólo dice que no se ha hecho nada, o que todo está mal hecho. Ridículo. Ya no sabe leer los datos. Y, por supuesto, no ve ni oye a las mayorías; lo aprendió de Carlos Salinas.

Como a todos consta, la oposición política de derecha está dominada por el pensamiento empresarial ramplón de Claudio X. La derecha académica e intelectual en general, alguna vez con expresión propia –que a veces hasta se pensaba izquierda–, se ha subordinado a la derecha política. La crisis terminal de esa cara de la sociedad la representa muy bien su candidata Xóchitl Gálvez.

Toda esa derecha hoy vive su peor momento; derrotada hasta la raíz en 2018, ya no podrá recuperarse. Un amplio voto potencial para la derecha existe, pero no cuenta con expresión partidista.

El PAN y el PRI están por apagar la luz y cerrar las puertas. Los académicos e intelectuales del flanco derecho ni están en posibilidad de cambiar, ni lo desean. Todos ellos pertenecen a un pasado de injusticias y privilegios que está volviéndose historia. El quiebre histórico de 2018 los puso en un pantano.

Ese quiebre tiene ahora un segundo momento con la próxima elección de Claudia Sheinbaum. El pasado de los privilegios, las desigualdades crecientes, la corrupción rampante, acabará siendo enterrado. Pero, a pesar de la debilidad de las oposiciones, para la 4T es un desafío seguir haciendo camino.

La importancia de un programa de gobierno depende del orden en que se construye una estructura de prioridades. No existe la libertad total para definir y decidir esa estructura, porque el Estado de derecho no existe al margen del sistema socioeconómico del que ha nacido; y hoy por hoy ese sistema es el capitalismo. La lucha por la justicia social es la lucha por abrir sistemáticamente el espacio para el Estado social de bienestar, dentro de los límites que le impone el Estado de derecho capitalista.

El Estado de bienestar es la organización más alta y compleja que una sociedad puede darse, y su objetivo no puede ser otro sino la vida; la vida y, por tanto, el cuidado de todos los humanos de una sociedad. El cuidado de los humanos consiste en su alimentación, su vestido, su casa, su salud y su educación. Estas son entonces las prioridades más altas del Estado, y las mismas deben decidir cuáles son los programas prioritarios de gobierno. Nadie debe ser favorecido por esos programas, nadie debe recibir menos cuidados. Si hay favorecidos y menospreciados, hay una desigualdad que es menester combatir con toda la fuerza del Estado. Si hay desigualdad, por el bien de todos primero los pobres es la respuesta.

El Estado tiene que cuidar que todos cuenten con los ingresos necesarios (la demanda), el Estado tiene que cuidar que se produzcan los bienes necesarios (la oferta). Autosuficiencia alimentaria del país; ropa y calzado suficientes, construcción de viviendas para todos (México es, con gran diferencia, el país con la mayor insuficiencia de viviendas de la OCDE), gran desarrollo de un sistema único de salud altamente cualificado y un impulso decidido y sostenido a un sistema educativo del prescolar al posgrado para aumentar sin pausa el número y el nivel de educación formal para todos.

Estas son las prioridades más altas del Estado. Muchísimas tareas es menester cumplir para alcanzar los objetivos graduales de los programas prioritarios.

Comunicaciones, transportes, caminos, puertos, empleo…, pero todo sin perder nunca de vista la brújula de la vida y sus cuidados. Mantener firme el haz de las prioridades es mantener el quiebre histórico de 2018.

Para mantenerse firme, el Estado de bienestar mexicano necesita mantener su legitimidad política. La legitimidad nace del cumplimiento de los programas prioritarios, pero también de que permanezca viva la revolución de las conciencias en las mayorías, que produjeron el quiebre histórico. Esas mayorías, ferozmente excluidas, necesitan creer, por un largo tramo histórico, que los sucesivos gobiernos de la 4T renovarán una y otra vez la decisión de mantener las prioridades.

Esas mayorías, de otra parte, están en todo momento expuestas al discurso de la derecha, a las fuerzas organizadas de la derecha internacional, a las pulsiones perversas provenientes del Estado capitalista de derecho y su espada (el lawfare, guerra jurídica). La 4T tiene que trabajar a toda hora a través de Morena. Su discurso no puede tener reposo. La formación ideológica y la formación de cuadros políticos como arma para mantener viva la revolución de las conciencias. Ayuda a las mayorías para que se organicen según su vocación productiva o comunitaria. Que en todo tiempo sepan que el Estado de bienestar también se compone de derechos sociales y comunitarios susceptibles de ser exigidos. En el capitalismo, la vida no es prioridad. Por eso la lucha por el Estado de bienestar no puede cesar.



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