Muchos conocemos la frase marxista que sentencia la paradoja histórica de una repetición: una vez tragedia y la otra comedia. Sin embargo, en la Guatemala doliente pero tenaz y mágica, esta segunda vez no es comedia, aunque comparada con la primera pudiera parecerlo. La primera fue el golpe de Estado de 1954, uno brutal que se extendió prácticamente por 40 años, y la segunda ahora, un nuevo estilo de golpe, el llamado lawfare puesto en marcha. También podríamos decir que la primera fue la revolución de octubre y la segunda el triunfo electoral reciente.
El apellido de los que protagonizan esta repetición, es el mismo: el padre Juan José Arévalo y el hijo Bernardo Arévalo. La historia comienza con la revolución de octubre, levantamiento popular, contra la vetusta dictadura de Ubico, encabezado por militares nacionalistas y estudiantes, entre quienes destacaban el propio Arévalo, Jacobo Árbenz y Guillermo Toriello. Los combates se prolongaron, calle por calle en la capital prácticamente desde julio hasta el 20 de octubre: “En 1944, Ubico cayó de su pedestal, barrido por los vientos de una revolución liberal”, resume Galeano en Las venas abiertas... y analiza la que se llamó la “Edad de oro”, los “10 años de primavera” del gobierno de Arévalo y Árbenz. Las primeras medidas fueron un vigoroso plan de educación y un código laboral para proteger a los trabajadores, sobre todo a los casi esclavos de la United Fruit Company (UFCO); también empleo y desarrollo nacional-estatal.
Se convirtió en una historia hasta hoy día emblemática como la descarnada e implacable defensa de los intereses monopólicos por parte del gobierno estadunidense, contra la búsqueda de soberanía y condiciones de vida dignas para sus pueblos por luchadores nacionalistas en nuestra América. La protagonista, la UFCO, dueña de ferrocarriles, territorios, puertos y vidas, en las que burlonamente llamaron “repúblicas bananeras”, que proveían jugosas ganancias. Jacobo Árbenz osó profundizar las reformas construyendo carreteras y puertos estatales para contrarrestar el monopolio y, finalmente, en junio de 1952 logró aprobar la reforma agraria. Aunque sólo proponía afectar las tierras improductivas e indemnizar, fue suficiente para poner en marcha la “operación éxito”, conspiración organizada directamente por la CIA, con las fuerzas más derechistas del ejército, la oligarquía y la Iglesia. Inmediatamente la prensa NA encabezó la campaña: “La cortina de hierro está descendiendo sobre Guatemala” (Luis Suárez, 2006).
Corría el gobierno del general Eisenhower, que transformó la “política del buen vecino”, en “del buen socio” y decidió dar una lección contundente a los desafiantes. Contaba con dos destacados empresarios: John y Allen Dulles Foster, secretario de Estado y jefe de la CIA, respectivamente. Dos hermanos abogados y accionistas centrales de la UFCO, así como de centrales azucareras y latifundios en Cuba y América Central.
La reforma agraria no sólo estorbaba a la política de contención del comunismo, sino, sobre todo, a los buenos negocios prometidos e impulsados ávidamente por EU. El informe de Milton Eisenhower tras su recorrido por AL, era claro: “la solución a los obstáculos sociales que impregnan la región, son los capitales privados en gran cantidad”. La garantía para ello eran los gobiernos de derecha y las dictaduras.
La OEA, creada en 1948 en Colombia, cimentada con el asesinato del líder nacionalista-liberal Gaytán, era el mejor instrumento de cobertura para un golpe: John Foster logró en la reunión de marzo de 1954 que se aprobara con el único voto en contra de Guatemala y las abstenciones de México y Argentina, la resolución “Acerca de la injerencia del comunismo internacional en los asuntos de las repúblicas americanas” que ponía en peligro la paz y la seguridad del continente, por lo cual sería legítima una acción por los estados integrantes de la OEA. Así, el coronel Castillo Armas, formado en Fort Leavenwoth, Kansas, encabezó las tropas pertrechadas y entrenadas también en EU que, apoyados con intensos bombardeos de aviones F-47, lograron dar el golpe de Estado incrustado en junio de 1954 en la historia de Guatemala. Eisenhower festejó la “operación libertadora” como ejemplo para el mundo libre. La UFCO prosiguió feliz sus negocios. La saga de dictaduras bestiales que perduró hasta 1993, sembró de muerte al país, unos 30 mil desaparecidos y 150 mil muertos, el saldo de paz y seguridad que brindó.
El 25 de junio pasado, como impensada y excelente sorpresa, el movimientopartido Semilla triunfó en las elecciones, encabezado por su candidato Bernardo Arévalo. Una bella semilla para la doliente Guatemala que desde hace 70 años busca un camino de justicia y equidad. Con 58 por ciento del voto, sus primeras palabras fueron: “Esta victoria es del pueblo y unidos lucharemos contra la corrupción”. Arévalo, Semilla y el pueblo se enfrentan a un sistema político-judicial y mediático asediado por la corrupción que ha puesto en marcha un nuevo golpe, que encabeza la fiscalía y las instancias judiciales a su servicio, con intentos de ilegalizar a Semilla, deslegitimar el triunfo, acusar, mentir y arremeter ahora contra las autoridades electorales. El pueblo movilizado en las calles no dejará arrebatarle la victoria. Dedicado a mi gran amiga y compañera Mirna País, la primera mujer en la guerrilla.
*Investigadora de la UPN. Autora de El Inee