Las guerras son fascinantes vistas desde lejos. Aparecen en ellas las más extraordinarias facetas de los seres humanos. En torno a ellas se construyen los elementos épicos y dramáticos de la gran literatura y de la narrativa más impactante, así como los mitos fundadores de la mayoría de los estados modernos, que descansan en guerras territoriales o revolucionarias.
Hasta hace pocos años, sus “héroes” eran casi todos hombres de a caballo y de armas tomar, muchos de tono y tinte legendario y extraordinario, ejemplar incluso. Las guerras son horribles vistas de cerca. Aparecen en ellas las peores facetas de nuestra especie.
Desde que vivimos en sociedad hemos practicado la violencia organizada con objetivos más o menos colectivos. Pero además de practicar la guerra, los humanos también se han horrorizado de sus características y su naturaleza.
En la guerra las personas –casi siempre varones jóvenes– se hieren y matan en los hechos de armas, en los campos de batalla y, más allá de ellos, aprovechan para violar, robar, vejar, destruir, herir y matar a las personas indefensas que constituyen la mayoría de la población.
En 1832 se publicó el libro más influyente en la modernidad occidental para comprender la guerra, De la guerra, del militar prusiano Carl von Clausewitz, muerto el año anterior, del que se desprendió el célebre aforismo: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”, que en realidad, en una traducción más exacta debería decir: “La guerra es la continuación de la relación política con la intrusión de otros medios”.
Sin embargo, aun con esa precisión, la definición se adapta sólo al universo cultural de Clausewitz, es decir, el de los estados modernos. Críticos posteriores, como John Keegan, han señalado con mucha razón que la guerra es, ante todo, un hecho cultural.
Sin embargo, citamos a Clausewitz porque nos permite empezar con las definiciones y porque (salvo la primera) las batallas y campañas que analizamos en este libro se libraron cuando el pensamiento militar de Occidente giraba en torno a las guerras revolucionarias y napoleónicas. Este pensamiento militar fue sintetizado por Clausewitz, quien, como seguidor de la filosofía de G. F. W. Hegel, estaba convencido de haber descubierto la naturaleza intrínseca y fundamental de la guerra, su esencia, sus leyes inmutables y sus determinaciones.
Cuando sus doctrinas fueron adoptadas por los ejércitos alemán y francés, rápidamente impregnaron todo el pensamiento militar europeo y occidental. Como dice John Keegan, analizando a Clausewitz, las guerras suscitadas por la revolución francesa y por la independencia de las naciones americanas cambiaron la concepción de la guerra, pues fueron guerras “de índole política”, hechas “para alcanzar el reconocimiento de principios abstractos”.
Los revolucionarios franceses debieron transformar rápidamente los ejércitos del antiguo régimen en ejércitos de ciudadanos que pudieran ser entrenados y disciplinados con mecanismos rápidos y sencillos, y que estuviesen convencidos de la causa, política o abstracta, por la que luchaban.
La monstruosa disciplina impuesta por el terror y la obediencia ciega que caracterizaban a los ejércitos del antiguo régimen fueron remplazadas por tácticas que exigían confiar en el valor y la decisión del soldado individual y la capacidad de respuesta e improvisación de oficiales inferiores y mandos medios. Nació así el ejército de ciudadanos frente al ejército de especialistas.
Los ejércitos revolucionarios estaban constituidos, al menos en principio, “por hombres que eran realmente soldados por voluntad propia”, que seguían a oficiales a los que respetaban o en los que confiaban. Salvo la primera de nuestras batallas y considerando que en la segunda, sólo una parte muy pequeña de las fuerzas vencedoras pueden ser llamadas “ejército”, al menos uno de los dos bandos combatientes en las batallas que hemos seleccionado, se ajusta a estas características.
¿Cuáles son las líneas principales de la teoría que extrajo Clausewitz de las guerras que estudió y vivió, las de 1792-1815?... Eso se los cuento en el libro recién publicado por el Fondo de Cultura Económica que escribí a cuatro manos con mi compadre Raúl González Lezama y que lleva el título de este artículo.
Lo presentamos mañana a las 8 de la noche en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara que, gracias al jefe Paco Ignacio Taibo II (presentador oficial del libro) no es mero escaparate del más rancio neoliberalismo. ¿Cuáles son las 10 batallas que Raúl y yo seleccionamos para mostrarlas como escaparate de las luchas históricas de este país? Lo siento: tendrán que comprar el libro.