Javier Milei ganó contundentemente las elecciones presidenciales en Argentina. Donald Trump le envió un mensaje de felicitación: “Estoy muy orgulloso de ti. ¡Le darás la vuelta a tu país y harás que Argentina vuelva a ser grande de verdad!” El magnate Elon Musk, por su parte, escribió que “la prosperidad está en camino para Argentina”.
Milei se dice libertario, en realidad es un liberal radical discípulo de las escuelas económicas más conservadoras, como la de Chicago y Austria. Personaje histriónico y patético. Tiene ahora el gran desafío de poner en práctica sus ofertas de campaña sin tener mayoría en el Congreso. Ha propuesto recortar de manera drástica el gasto público y los impuestos, cerrar el Banco Central y remplazar la moneda nacional con el dólar estadunidense. Distintas prestaciones sociales se ven amenazadas por el ascenso de la ultraderecha al poder. Milei ha prometido prohibir el aborto, relajar las leyes de portación de armas y sólo considerar como países aliados a las naciones que quieran combatir el socialismo, como Estados Unidos e Israel.
El triunfo electoral de Milei es una victoria para la ultraderecha internacional. Aquella que se reunió hace justo un año en la Ciudad de México, entre el 18 y 19 de noviembre de 2022. Una junta internacional que convocó a las derechas radicales de diversos países y continentes. Se trata de la denominada Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), cuyo origen remite a la iniciativa de la ultraderecha de sectores del Partido Republicano de Estados Unidos. Y que se remonta a eventos y congresos desde 1974.
Este movimiento ganó fuerza con el triunfo de Trump en 2015 y personajes afines como Jair Bolsonaro en Brasil, pero que en años recientes se había tambaleado con votaciones con resultados desfavorables. En México se dieron cita entre otros, Javier Milei (Argentina), Antonio Kast (Chile), Eduardo Bolsonaro (Brasil), Santiago Abascal (España), Jay Aeba (Japón). El anfitrión de ese encuentro internacional, Eduardo Verástegui, ridiculizó al PAN como “derechita cobarde”. Ahí participaron los Legionarios de Cristo, los Tecos y el Opus Dei. El evento evocó en nombre de Dios a ser intransigentes en la defensa de una agenda “antiderechos”.
El triunfo de Milei le viene muy bien a la ultraderecha internacional debido a sus dolorosas derrotas. En Brasil, Bolsonaro pierde la presidencia y en España, Vox sufre una caída electoral insólita.
En diferentes oportunidades he enfatizado que no debemos poner en el mismo saco a las ultraderechas. A escala global existen marcadas diferencias y acentos. En Europa los movimientos ultraderechistas ponen el acento en el rechazo a la migración y son portadores de nacionalismos étnicos. En Estados Unidos también prevalece un nacionalismo supremacista. Gran parte de los movimientos de ultraderecha prevalecen teologías absolutistas. En Estados Unidos los grupos cristiano-evangélicos subscriben posturas fundamentalistas mientras en América Latina la prevalencia es católica, las posiciones son pre Vaticano II de corte tridentino.
Milei aparenta una postura secular. Él tiene su origen en el catolicismo, constantemente insinúa su conversión al judaísmo. A pesar de ello, su ultraderechismo es de un anarquismo liberal radical. Sin embargo, llama la atención que adopta una actitud mesiánica del vengador de las castas y hacer de Argentina una potencia mundial. Hay que destacar las constantes críticas y señalamientos al papa Francisco. Lo ha calificado de “imbécil que defiende la justicia social”, “hijo de puta que predica el comunismo” y lo ha señalado como “el representante del maligno en la Tierra”. Incluso ha querido debatir teológicamente citando párrafos del Nuevo Testamento. Todo lo contrario de su vicepresidenta, Victoria Villarruel, hija de militares, quien pone en duda la narrativa imperante sobre las atrocidades a los derechos humanos por la junta militar argentina. Villarruel es asidua asistente a las misas en latín que ofrece la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en Buenos Aires, congregación lefebvrista proscrita por Roma por sus posturas tradicionalistas por desconocer el Conclio Vaticano y la autoridad del Papa. Ambos, Milei y Villarruel, exhiben una visión revanchista de la historia. En el fondo se hacen eco de una concepción teocrática en que Dios se vuelve la médula en la política pública.
Muchos argentinos rechazan la tesis del deslizamiento de los votantes hacia la extrema derecha. Más bien es el voto de castigo hacia el conjunto de la clase política que ha llevado al país a la quiebra y despeñadero. Milei no muestra la asunción de una ideología de extrema derecha, sino el enojo y la irritación por la debacle de la nación sudamericana.
Para mi sorpresa, he leído que varios comentaristas aseguran que México está muy lejos de la irrupción política de la ultraderecha. Así lo aseguraban los españoles y Vox dio un gran salto casi de la nada. Incluso en Argentina, hace dos años, nadie firmaría el escenario que vive actualmente el país. En México desde a guerra cristera la ultraderecha está latente. Cuenta con base social, cientos de organizaciones abiertas y semisecretas están regenteadas por el Yunque. Quieren de vuelta, como en la Edad Media, que Dios conduzca el destino de la patria. Quizá nos cuesta trabajo reconocerlo.