Tijuana, BC. La voz popular dice que el residente fronterizo tiene dos preocupaciones cuando se levanta por las mañanas: saber en cuánto amaneció el precio del dólar y ¿cómo está la línea? (la fila) para cruzar a Estados Unidos. Nunca como hoy eso es cierto. En los últimos días, además hay que monitorear “la fila” de regreso a México.
Aunque se cumplió la orden presidencial de retirar en 48 horas un inservible portal de rayos gama que obstruía tres carriles en la garita El Chaparral (para regresar a México) y se abrieron sus 21 puertas, el congestionamiento no termina; el millón 663 mil vehículos que cruza mensualmente (entre particulares y de carga) y el millón 206 mil peatones, superan la capacidad de los tres cruces internacionales abiertos en la frontera Tijuana-San Diego, la más transitada del mundo.
El Chaparral es el paso peatonal de ida y vuelta más al oeste en la frontera (Pedwest, para nuestros vecinos) está cerrado por los estadounidenses desde la pandemia, con algunas reaperturas temporales. Reabrirá el próximo 16 de noviembre de 6 de la mañana a 2 de la tarde. El argumento para mantenerlo así es que el Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés ), tiene problemas de falta de personal ante la cantidad de migrantes entregándose en el muro.
Cada fin de año los estadounidenses hacen un esfuerzo por abrir El Chaparral porque la salida “al otro lado” es el centro comercial Las Américas y las empresas presionan porque no quieren perder a los compradores mexicanos. Como en las películas de Hollywood, se cruza la estación migratoria y se entra de lleno con la tierra del consumo, para algunos parte del sueño americano.
A un costado está la entrada de vehículos -Puerta México le llamaron en el pasado, una construcción del arquitecto Mario Pani que el gobierno de Peña Nieto mandó demoler en 2015-. Por ahí alcanzan México quienes vienen de San Diego en sus vehículos. Ahí quitaron el equipo de rayos gama, pero pasar puede hacer perder dos o tres horas en los momentos “pico”.
Caminando al este se ubica San Ysidro, el paso más usado a Estados Unidos en vehículo o caminando porque conecta directamente con vialidades que llevan a San Diego, Los Ángeles y más al norte si se viaja en auto, y también porque ahí esta la terminal del trolley para todos aquellos que necesitan incorporarse al transporte publico de pasajeros del vecino país.
El nombre de este puerto: San Ysidro, en castellano antiguo, y de las estaciones; Palomar Street, Barrio Logan, Río Vista, El Cajón, del Trolley system, sin olvidar Santa Fe (donde empieza la vía del tren de pasajeros, Amtrak), y el nombre del condado, San Diego, nos recuerda el pasado hispano de esta región de América del Norte.
Por esa garita se puede ir y volver caminando a México, porque el flujo de vehículos es hacia el norte. Trabajadores y estudiantes hacen fila todos los días a las 5 de la mañana, en una tradición local de muchas familias -cuando se puede- de ir a parir a Estados Unidos y mandar a la escuela a los niños, en un intento por ofrecerles oportunidad de desarrollo laboral en ambos lados de la frontera.
Es el espectáculo de hasta 70 mil vehículos que se dirigen al norte cada mañana a través de hasta 32 carriles de la garita. La fila de la SENTRI -la tarjeta que ofrece el cruce más rápido- puede impactar las vialidades alrededor del palacio municipal, mientras quienes tienen una visa general o la ready lane, usan lo que se llama “la vía rápida”, un kilométrico estacionamiento para formar su vehículo. Vendedores ambulante, pedigüeños, malabaristas y vendedores de “pases médicos” (una forma de evadir la fila), deambulan por la zona.
Otay, mas al este, es conocida como el cruce de carga, pero también se puede pasar en vehículo o caminando, sin las ventajas de San Ysidro. Así que en ocasiones es una opción para quien tiene vehículo. Algunas mañanas la fila de tractocamiones es de 16 kilometros y colapsa la zona del aeropuerto. Es un estacionamiento de camiones de carga... ni para atrás ni para adelante. Si se pretende llegar a la terminal hay que caminar varias cuadras, lo mismo si se busca salir. El Ejército construye Otay II -un puerto que será de paga- en un intento por aliviar la situación.
No hay una variable única en el problema del congestionamiento fronterizo, dijo el general André Foullon, titular de la Agencia Nacional de Aduanas, quien hizo un recorrido con la prensa por los puntos críticos. En la lista colocó la gran cantidad de México-americanos que vinieron a vivir a Tijuana durante la pandemia, se quedaron (porque la vida es más barata) y ahora deben ir y venir; población flotante que llega del sur; la falta de educación vial de muchos mexicanos que acá no respetan carriles y semáforos.
El general organizó un recorrido por la aduana, mostró cómo no es la revisión de vehículos lo que provoca el estancamiento, “sino el embudo” que se genera porque las 21 puertas de El Chaparral sólo tienen dos desfogues, un puente hacia Playas de Tijuana -la costa- y otro hacia el centro de la ciudad.
Igual, apuntó están haciendo su trabajo y con una inversión de 20 mil millones de pesos modernizan todas las aduanas del país. En Puerta México se van a instalar 6 portales de baja intensidad para revisión no intrusiva de todos los vehículos que entran, independientemente de las cámaras que captan rostros y placas.
El Teniente coronel de infantería, Nicolás Mauricio Pedroza Contreras, Director de supervisión de aduanas fronterizas (19 en el norte y 2 en el sur) explicó que el sistema de modernización es para todos los cruces; se instalarán equipos de rayos X con menor radiación a la población (que los rayos gama) para camiones de pasajeros; vehículos ligeros y pasos peatonales. La nueva tecnología evitará que los usuarios tengan que abrir bolsos o maletas porque los arcos van a detectar metales y habrá en algunas zonas del país equipo detector de hidrocarburos, por aquello del guachicol.
Cuando en las mañanas hay que ocuparse del precio del dólar, no es sólo porque eventualmente a cualquiera le puede gustar el shopping, sino porque en Tijuana las rentas, el dentista y muchos bienes y servicios se tasan en dólares. La ley de la costumbre se impone en una región del país que sus primeros 100 años de vida transcurrieron alejados del resto de México y siempre cerca de California.
Y no hay que perder de vista “la línea” porque vayas a donde vayas por la ciudad, sus largas filas te alcanzarán.