Ciudad de México. El documental Un lugar llamado música, dirigido por Enrique M. Rizo, se estrenó el pasado fin de semana. Aborda el peculiar encuentro entre Daniel Medina, violinista wixárika, y el reconocido compositor neoyorquino Philip Glass.
En apreciación del director, el momento en que Glass se interesó en hacer esta colaboración fue cuando se dio cuenta de que los wixárikas escuchan de manera distinta y eso, a su vez, es algo que conecta con la música, con el prójimo, con la naturaleza. Al final, la historia fue un gran viaje: el encuentro de dos músicos que construyen este lugar para comunicarse y esa fue la historia que quise contar
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El largometraje documental contiene ensayos y presentaciones que ocurren en destacados recintos de México y Nueva York, Estados Unidos, y que sólo se escucha en ceremonias tradicionales wixárikas, pero esta vez con una adición sin precedente: un piano de cola. Aunque Daniel y Philip provienen de entornos muy diferentes y ni siquiera hablan el mismo idioma, juntos han logrado crear un lugar común en el que sus espíritus pueden encontrarse y desentrañar su música
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Una historia que debía ser contada
Rizo reveló que se dio cuenta de que el encuentro de Daniel y Philip podría trasformarse en un documental cuando los vi ensayar en el palacio de Bellas Artes en 2017. Me di cuenta de la importancia de lo que estábamos presenciando, me di cuenta de que a Philip esta colaboración estaba fuera del tocar día a día, le importaba mucho su amistad con Daniel. Así que nosotros hicimos nuestro trabajo de acercarnos y conocerlos más al grado de quecomprendí que esa historia debía ser contada
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El director agregó que para hacer el documental Un lugar llamado música partió de la premisa de qué es lo que Philip Glass ve en la música wixárika y qué es lo que Daniel ve en Philip
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Se le preguntó si de algún modo no es una especie de saqueo musical. Respondió: “durante todo el proceso de filmación estuvo latente esa pregunta, no es sencillo de responder. Al principio exploramos el arco hecho por Philip en su trabajo con la world music, porque en Occidente es normal encasillar todo lo que no son los grandes clásicos como esa etiqueta de mercado. Nos dimos cuenta de que toda la carrera de Philip se ha centrado en dar su valor e importancia a todas las colaboraciones que ha hecho con músicos de Asia, África y México. Se ha dedicado a impulsar la música de esas geografías, por eso ha desarrollado su tesis de que la música es un lugar y encaja mucho con la idea de Daniel y la cultura wixárika de cómo ven su música”.
Toca las fibras más profundas
El director agregó que en esta colaboración, “los músicos wixárikas se están arriesgando más que Glass, por eso fuimos a estrenar Un lugar llamado música allá, a fin de retribuir algo a la comunidad y fue maravilloso porque le encantó a toda la comunidad, la tocó a un nivel profundo, pues se imaginaba que iba a ser un documental sobre pistolas”.
Por su parte, Rafael Antonio Ruiz Torres, etnomúsico y profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en una presentación que se realizó hace unos días, señaló: me parece interesante que se hagan documentales de la música tradicional en México, ahora que está de moda el rock étnico. Y más que se hagan en colaboración con un músico contemporáneo de la talla de Phillip Glass. Qué respuesta se desprende de juntar a dos mundos opuestos, que no tienen ninguna relación. Por un lado, la música mística de los wixárika y, por otra, el mundo técnico de los compositores académicos; es decir, la música absoluta y la otra la idea de la música como evolución
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Este arte no se comercializa
El catedrático sostuvo que en Un lugar llamado música tenemos dos tipos de música: la folclórica que florece en las sociedades preindustriales, que a menudo tiene un objetivo ritual, no se comercializa y se reproduce por la tradición oral, no depende de los medios de comunicación. Por otro lado, la clásica que es la típica de las clases medias occidentales que en término sociales sirve para marcar la diferencia en el gusto de sus oyentes. Lo interesante de este documental es el encuentro de dos creadores distintos en todo: uno con toda la tecnología y el otro carente de ella. No pocos compositores han buscado músicas exóticas fuera del hemisferio norte para experimentar y crear obras nuevas; la mayor parte de las veces crear algo subjetivo al del modelo occidental del siglo XX, esto queda muy claro en la pieza de los créditos cuando los wixárikas tocan su música sin tonalidad y ahí se escucha el piano de Glass haciendo escalas en tonos mayores
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Otras de las cosas importantes, a consideración de Ruiz Torres, es que “acaba con la idea de que la música tradicional es eternamente anónima, pues en el documental presentan a los músicos wixárikas junto a Glass. No dicen sus nombres, aunque en el programa de mano sí aparecen. Tampoco se trata de una obra indigenista o nacionalista, se parece más a la world music, estaría en esta tendencia. Ahora la obra minimalista de Philip Glass se adecua muy bien a las melodías repetitivas de esa cultura”.
Un lugar llamado música se proyecta en salas del circuito independiente de la Ciudad de México y del resto el país.