Ciudad de México. En el mítico estadio Azteca, las ilusiones de la selección mexicana, tan poco favorecidas por la realidad de los partidos, son misterios que sólo el futbol puede entender. Si todo se ciñera a ganar torneos de segundo orden como la Copa Oro, el futuro que se avecina rumbo al siguiente Mundial podría ser menos tenso de lo que aparenta, pero está lejos de serlo. La victoria (2-0, en tiempo extra, 4-2 en penales) ante Honduras, que aseguró el boleto a la Copa América en una sufrida serie de cuartos de final en la Liga de Naciones de Concacaf, es una prueba de las alertas que existen.
Miles de aficionados que sufrieron los anteriores procesos desconfían ya no sólo del equipo nacional, sino también del entrenador, Jaime Lozano. Los silbidos recuerdan viejas tempestades, como si insistieran en quedarse allí pese al inicio de un nuevo ciclo. Esto nos debe servir para recapacitar
, aseguraba don Fermín, un comerciante de playeras y artículos no oficiales que miraba desde su puesto la baja venta de boletos en las taquillas. Fue una vergüenza lo que pasó en Honduras; no hay esperanza ahora y tampoco creo que exista en un futuro
.
Tri, forzado a ganar
Después de caer con estrépito en Tegucigalpa (2-0), para los mexicanos no parecía haber escalas intermedias. Era forzoso ganar por tres goles y mantener en cero su portería para evitar que la definición se extendiera a tiempos extra o penales. Los aficionados catrachos rememoraban el triunfo de 2013, como si con ello pudieran meterse en la cabeza de sus rivales. En un templo que era casi invencible en otras épocas, su selección consiguió en una eliminatoria mundialista unavictoria de gigantescas proporciones. Fue la segunda vez que se habló en el mundo de un Aztecazo.
Muy a pesar del ruido y las tensiones del exterior, el representativo tricolor entregó su empeño a dos valores fijos en ataque: Uriel Antuna e Hirving Lozano, elementos que nunca logró neutralizar la Bicolor. Sus embates a gran velocidad convertían los espacios en renglones a seguir, por eso el 1-0 parecía un fruto anticipado. Lo intentaron más de una vez con remates desde fuera del área y en jugadas de táctica fija, pero no hubo suerte.
Fue hasta que Luis Chávez, en un tiro libre pegado hacia la izquierda del portero, su sello desde el pasado Mundial, quebró el nerviosismo de sus compañeros con un golazo (43).
Si algo no había logrado hasta el momento el equipo del Jimmy era eso: mantener el contacto con el ritmo del juego durante todas sus fases. Con la defensa hondureña tirada abajo, la escalada de ataques mexicanos multiplicó su nivel de frecuencia. Sin tiempo qué perder, y a pesar de las miradas confrontativas por su convocatoria a través de un proceso de naturalización, Julián Quiñones entró al escenario que más conoce con el América.
En cuenta regresiva, Quiñones fue para el Tricolor de Lozano un último llamado de emergencia. Los más entusiastas soñaban con un gol que detonara el júbilo de los aficionados en el Azteca, un recinto que conforme avanzó el partido mostró una mejor entrada, y el delantero estuvo a punto de hacerlo, pe-ro de pronto algo falló por razones desconocidas.
Solo y frente al portero, Quiñones perdió como pocas veces la posibilidad del tanto que alargaba la noche a los tiempos extra, con un tiro débil despejado sobre la línea. No es el mismo del América
, murmuraba un grupo de seguidores en la parte alta de la tribuna, llevándose las manos a la nuca y resoplando profundamente hacia el cielo. Regrésennos a la selección que ustedes, directivos, tienen secuestrada
, se leía a unos metros de ahí en una pancarta con letras gigantes.
Cualquiera que mirara a su alrededor encontraba más de un gesto desesperado en tribunas. “¡Busca la pelota, Bebote!”, "¡Ve por ella, Quiñones, haz algo!”, incluso el grito discriminatorio de “¡eeeh puuu…”.
Los minutos finales fueron un salto al vacío, circunstancias en las que Edson Álvarez logró el empate de forma agónica, luego de 11 minutos agregados, regalo del árbitro salvadoreño Iván Barton.
Los hondureños se sintieron perjudicados. Si en la ida fueron un tifón que golpeó a México, anoche fueron llovizna. En los 30 minutos de tiempos extra la H perdió a Enrique Facussé y Denil Maldonado por expulsión. Y quedaron los penales. Allí, sin el lesionado Memo Ochoa, Lozano se encomendó a Luis Malagón, quien atajó el primer cobro y facilitó la ronda de los demás para el 4-2 definitivo.