La vocación zapatista, según “una definición lacónica, es “ser buena semilla”, afirmó el Subcomandante Moisés del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
“No pretendemos heredar a las próximas generaciones una concepción del mundo. No heredarles nuestras miserias, nuestros rencores, nuestros dolores, nuestras fobias, ni nuestras filias. Tampoco que sean un espejo con una imagen más o menos aproximada de lo que supongamos bueno o malo”, sino que “lo que queremos es heredar vida”, agregó.
Manifestó que “lo que hagan con ella otras generaciones será su decisión y, sobre todo, su responsabilidad. Así como nosotros heredamos vida de nuestros ancestros, tomamos lo que consideramos valioso, y nos asignamos una tarea. Y, claro, nos hacemos responsables de la decisión que tomamos, de lo que hacemos para cumplir esa tarea, y de las consecuencias de nuestras acciones y omisiones”.
Moisés, quien ahora también firma como Coordinador General de la “Gira por la Vida”, insistió en que “no pretendemos heredar leyes, manuales, cosmovisiones, catecismos, reglas, rutas, destinos, pasos, compañías, que, si se ve con detenimiento, es a lo que aspiran casi todas las propuestas políticas. Nuestra pretensión es más sencilla y terriblemente más difícil: heredar vida”.
Abundó: “… Porque nosotros vemos que esa terrible tormenta, cuyos primeros ventarrones y lluvias ya azotan al planeta entero, está llegando muy rápido y muy fuerte. Entonces no vemos lo inmediato. O sí, pero de acuerdo con lo que vemos a largo plazo.
Nuestra realidad inmediata está definida o de acuerdo con dos realidades: una de muerte y destrucción que habrá de sacar a flote lo peor del ser humano, sin importar su clase social, su color, su raza, su cultura, su geografía, su lengua, su tamaño, y otra de volver a empezar sobre los escombros de un sistema que hizo lo que mejor sabe hacer, es decir, destruir”.
Preguntó: “¿Por qué decimos que a la pesadilla que ya está, y que no hará sino empeorar, seguirá un despertar? Bueno, porque hay quienes, como nosotros, estamos empeñados en mirar esa posibilidad. Mínima, es cierto. Pero todos los días y a todas horas, en todas partes, luchamos porque esa mínima posibilidad vaya creciendo y, aunque pequeña y sin importancia -como una semilla diminuta-, crezca y, algún día, sea el árbol de la vida que será de todos los colores o no será”.
Aclaró que “no somos los únicos. En estos 30 años (desde el alzamiento armado de enero de 1994) nos hemos asomado a muchos mundos. Diferentes en modos, tiempos, geografías, historias propias, calendarios. Pero iguales sólo en el empeño y la mirada absurda puesta en un tiempo extemporáneo que sucederá, no por el destino, no por designio divino, no porque alguien pierda para que alguien gane. No, será porque estamos trabajando en ello, luchando, viviendo y muriendo por ello”.
También dijo que “cuando decimos que ‘no es necesario conquistar el mundo, basta con hacerlo de nuevo’, nos alejamos, definitiva e irremediablemente, de las concepciones políticas vigentes y de las anteriores. El mundo que vemos no es perfecto, ni de lejos. Pero es mejor, sin duda alguna. Un mundo donde cada quien sea quien es, sin vergüenza, sin ser perseguido, mutilado, encarcelado, asesinado, marginado, oprimido. ¿Cómo se llama ese mundo? ¿Qué sistema lo sostiene o es el dominante? Bueno, eso lo decidirán, o no, quienes vivan en él”.
Un mundo, añadió, en el que “los afanes de hegemonizar y homogeneizar aprendan de lo que provocaron en éste y otros tiempos, y fracasen en ese mundo por venir. Un mundo en el cual la humanidad no sea definida por la igualdad (que no hace sino esconder la segregación de los que ‘no son iguales’), sino por la diferencia. Un mundo donde la diferencia no se persiga, sino que se celebre. Un mundo en el que las historias contadas no sean las de los que ganan, porque nadie gana”.