Aseguran los cercanos –cada día menos– que Alito juró no dejarse tragar por la derecha panista, pero todos saben que eso… ya ocurrió.
Y la culpa no es de Alejandro Moreno, sino de quienes lo hicieron compadre, o líder –incluyendo al hoy defenestrado Adrián Rubalcava–, que confiaron en su palabra.
Las diferencias están bien marcadas y al parecer no hay forma de cambiarlas. Los priístas no tienen problema, sin otro motivo de lucha más allá de la defensa del ego de su líder, se acomodarán donde mejor les convenga; los perredistas tienen muy claro que su agonía no es perpetua y que su desaparición es inevitable, la esperan con humillante resignación.
No es lo mismo para los azules. En Acción Nacional están seguros de que ellos son el factor de sobrevivencia del PRI y del PRD, a quienes soportan sin mezclarse.
El PAN desprecia profundamente a los amarillos y a los rojos. Sí acuerdan con las cúpulas, pero no con la militancia. Para los panistas deshacerse de los liderazgos del PRI y del PRD no es problema, saben que sus militantes no los respaldan, que los lugares que ocupan son expresiones de acuerdos inconfesables y que no habrá defensa cuando anuncien que ya no los necesitan.
El tricolor, se quiera o no, cuenta con una buena cantidad –hasta ahora– de militantes. Los ejemplos se dan en muchas entidades de la República. El estado de México mantiene el gen rojo y tiene más simpatizantes de lo que muchos se imaginan, lo mismo en Hidalgo o Veracruz, lugares donde Alito no tiene cabida.
Bien podría decirse que si en esas entidades ha triunfado Morena, no es su mérito, sino más bien la traición de los gobernadores a su partido, como lo hizo Ernesto Zedillo al comenzar la debacle.
Para el PRD el mal es terminal, nada se puede agregar a todo lo que ya se sabe; hablar de su militancia es una mentira perniciosa. Hoy hay más gente alrededor del Verde que de los amarillos. Nada qué hacer.
Cuando Rubalcava se inconforma con la imposición de llevar a un panista a la candidatura común sin más análisis, sin más consulta que una imposición convenenciera de los liderazgos, resulta hasta un gesto inocente de su parte.
El alcalde con licencia metió mucho, pero mucho dinero, en promocionar su figura. Los espectaculares, las entrevistas, la estrategia de comunicación fueron inversiones millonarias en una campaña efímera.
Confió en que el PAN no podía llevar a la candidatura para la jefatura de Gobierno a nadie. Los azules, convertidos en una banda, o un cártel, como se les conoce ahora, estaban invalidados. Todos cargan con algo de culpa en el rosario de irregularidades que se les conoce.
No obstante, esa era una visión ilusoria. Los panistas no son más que Fernández de Cevallos, Vicente Fox, Felipe Calderón o el cártel inmobiliario, que busca impunidad desde el poder político, como lo ha hecho desde hace varias décadas.
Total, la alianza está rota. Ahora fue Rubalcava, pero también rompió Víctor Hugo Lobo, quien dejó al PRD con quienes le seguían, que seguramente no son muchos pero cuentan para el bonche. El PAN está casi solo, poco podrá hacer, en una de esas, nada. Ya veremos.
De pasadita
Los ataques panistas contra la fiscal Ernestina Godoy se han agudizado y nos muestran que el panismo en la capital, como en todo el país, lo que busca es seguir haciendo negocios al amparo del poder político. Godoy no negociará la justicia con los azules, por el contrario, hará que sea público el tipo de gobierno que se viviría en esta capital de ganar el PAN. ¡Cuidado!