Ciudad de México. Luminosos destellos, sonidos profundos/elegantes/intensos/ inundaron el segundo día de la treceava entrega del Corona Capital, donde la banda inglesa Blur remató la luminosa jornada con una actuación que rozó la perfección; con un Damon Albarn inspirado quien complació a los 82 mil fanáticos que le cayeron al escenario principal, protegidos por la estrella de siete picos contra todo mal. El debraye colectivo devenido a tributo a la banda londinense atrajo codsplayers en vueltos en embaces de leche característica de la banda de su clásico Coffee and TV; hubo mucha playeras y por supuesto camisetas de equipos de futbol de la liga premier. Pero por supuesto que los Blur sucumbieron a la entrega del público y el público se rindió a los viejos conocidos de los ochenta y nuevos fanáticos de Albarn, al guitarrista Graham Coxon, al bajista Alex James y al baterista Dave Rowntree.
Anteriormente los honores en el Corona Capital los rindieron de The Black Keys, el estadunidense integrado por Dan Auerbach y Patrick Carney, no cantó mal las rancheras y hasta, por momentos parecían poseídos por el espíritu de Robert Jhonson, con, a veces, un potente blues químicamente otras un blues crudo y otras más infestado con garage y rock. Una delicia musical que chirrió a la altura del señorial público reunido para ver su actuación.
No por una cuestión cualitativa sino sónica, mención aparte merecen los ingleses de Metronomy que realizaron un disparate colectivo de todos sus fanáticos acarreados en este siglo. El acto de del vocal, de electrónica instrumetal del tacladista y guitarra Joseph Mount, de saxofonista Oscar Cash, la batería omnipresente de Anna Prior, el bajeo incesante de Olugbenga Adelekan y las galopantes teclas y tersa voz coral de Michael Lovett, causó una derrama de fruición.
Los que también la rompieron fueron los ingleses de Kasabian, ofrecieron el concierto más cabrón cuando el Sol se dirigía a dormir a China, el vocalista Tom Meighan dotó de una cabrona intensidad el escenario que rápidamente se anidó y contagió a los miles de asistentes frente a él, al corista y guitarrista Sergio Pizzorno y al bajista Chris Edwards. Show necesario que puso a brincoterar a todos.Los hermanos Leto, Jared y Shannon, o sea Thrity Seconds to Mars, lograron pasar del punto medio de la expectativa que generaron. Con ellos estuvo los y las más jóvenes gritaron a todo pulmón, aunque algunos lo tacharon de “show inmamable”. Pero su rockcito suave de escaso contenido no sonaba demasiado monótono sino se le prestaba demasiada atención.