Ciudad de México. Una tormenta se sucedió la tarde de este sábado en el Autódromo Hermanos Rodríguez.
La precipitación con vientos solares incontenibles contenía mucho helio, que descendió como plomo; densidad sonora en forma de rock en formas variadas y un exceso de adrenalina, ocasionada por hordas de jóvenes que se dieron cita en el segundo día del festival Corona Capital.
Un multitud de amantes del indie rock quedó empapada de esa pertinaz lluvia de felicidad.
Miles van y vienen y confirman la teoría de que las artes tienen el potencial para hacer una contribución a la salud, al bienestar y las habilidades para la vida. Y la música tiene el poder de exaltar el espíritu humano, transformar la experiencia humana y traer alegría, belleza y satisfacción.
Teóricos han sugerido que la participación activa en la música, como la que se da en el Corona, contribuye al desarrollo de la identidad al proporcionar un medio para auto-expresión y para funciones espirituales, términos, así como oportunidades para crear mundos individuales y virtuales; y eso se percibió desde las primeras horas de este segundo día del Corona Capital, que ofrece una oferta única y oportunidades para interactuar con la música.
Por lo general, los festivales como este se llevan a cabo en el transcurso de varios días, durante los cuales los participantes toman, hacen suyo el sitio del festival y, por lo tanto, se sumergen a un contexto colectivo de catarsis y emociones, sobre todo por la proximidad física al intérprete y la interacción social.
La base de todos los festivales es la celebración pública, y por definición, el espíritu festivo, que implica alegría y convivencia. Tal y como ocurrió en el inmueble de la Magdalena Mixhuca.
Parece que el Corona Capital cumple con las expectativas de miles de jóvenes que desde la tare se arremolinaron en todos los escenarios, donde se da "la experiencia auditiva ideal para muchos", como lo plantea Alexis, chico hipster quien ha asistido a este festival unas cinco ocasiones y no sólo ha podido disfrutar de los conciertos de bandas que admira, sino la energía de paz, dice él, que se emana de estos masivos, donde también, admite, se han observado resultados negativos con el riesgo del uso del alcohol, aunque en éste nunca ha visto a alguien que se la pase mal por ello.
El asistente, ingeniero de profesión, comparte que aquí ha conocido a hombres y mujeres que ahora son sus amigos, profesionales o estudiantes cuya idea, antes que ser los mejores melómanos, es ser los mejores cohabitantes efímeros de un encuentro.
En el contexto del Corona, la experiencia compartida de apreciar música "en vivo" agrega una extra
dimensión que no se puede obtener simplemente escuchando música grabada, o incluso asistiendo al concierto de un solo artista.
Los participantes comentan a este diario sobre un sentido de conexión y compromiso que acá surge. Por lo que, en vez, de ser sólo receptores, los parroquianos del Corona sienten que desempeñan un papel central en la experiencia musical, una experiencia, para muchos, memorable.
El contexto de un encuentro como éste, ofrece oportunidades para que todos los participantes realicen actividades inconscientes de aprendizaje musical informal, lo que los hace fortalecer su identidad, sus gustos.
El Corona no sólo son las buenas bandas que por sus escenarios actúan. Es el ambiente y todo lo que fluye emocionalmente por este. Es decir, pocos son los que no salen con un impacto positivo porque el elemento social del compromiso musical es tan importante para los asistentes como la integración social.
En el Corona sobra qué hacer. Decenas de carpas de marcas de todo tipo (hasta de Tinder, aplicación que une parejas), desde bebidas alcohólicas hasta artículos de alta gama, ofrecen actividades interactivas en la que los llamados festivalgoers bailan, concursan, consumen…
Todo se vale en este encuentro "uno de los más top", como se le dice a lo cool hoy día. Acá se respira por todo rincón, por todo escenario, la alegría, el desahogo.
La moda no es ajena por estos lares. Los outfits más actuales y las tendencias contemporáneas se pueden apreciar cuál desfile de diseñador. Ellas, ellos y elles, ofrecen una pasarela multicolor, multiolor y multiesencia.
Majo y Begoña estudian moda y cine en la escuela Centro. Desde hace medio año tenían planeado venir a los tres días que dura este encuentro, porque aunque no conocen a todas las bandas y solistas, aseguran a La Jornada que lo mejor es la gente que viene. "Venimos a ver quién lleva las mejores prendas, y por ahí, escucharemos a Blur", la banda inglesa de los años 90 que cierra los shows del sábado.
Mientras, unos van, otros vienen dejando el aroma, no sólo de buenos perfumes, sino del éxtasis que proporciona la interacción, que culminaria alrededor de la una de la madrugada del domingo.
Poco antes, cuando la noche demostró que todos los gatos son pardos, la oscuridad trajo más euforia.
Por la noche, los coronacapitales, como se hacen llamar algunos que asisten habitualmente, ya tenían o muchas chelas, vodkas o whiskys encima, además de abrigos, gabanes y suéteres. Los más cálidos, porque el viento comienza a hacer de las suyas y ni siquiera el candor de las rolas los calientan.
Pero la dopamina, que fluyó como el aire, se convirtió en el ajuar de una muchedumbre que, pese a degustar variada oferta de rolas, siguió hambrienta de buena música hasta los bajos y riffs se dejaron de escuchar y los gritos por doquier cesaron en el silencio.