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Rogelio El Rojo

14 de noviembre de 2023 00:04

La vida del profesor Rogelio Vargas Garfias, a quien sus compañeros conocen también como Ricardo Rojo, camina de la mano de los combates del magisterio democrático en el país. En él se encarna una larga tradición de lucha que viene desde los maestros que impulsaron la educación socialista y la reforma agraria durante el cardenismo, pasa por quienes promovieron el sindicalismo clasista y aquellos que durante décadas se han dedicado a la transformación revolucionaria del país.

Al calor de la insurgencia sindical, hace casi 44 años se fundó, en Tuxtla Gutiérrez, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Allí estuvo Rogelio, quien entonces tenía 21 años. Desde entonces ha participado religiosamente en todas las movilizaciones significativas de los docentes democráticos.

Vargas Garfias nació el día de San Judas Tadeo, en Santa María Mixtequilla, en el istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Su padre era profesor y su madre, trabajadora del hogar y del campo. Ella falleció cuando él tenía apenas dos años. Creció bajo los cuidados de tres madres afectuosas: su abuela paterna, Dolores; su tía Elena, y su madrina Graciela.

Fue su tía Modesta quien le enseñó las primeras letras con el silabario de San Miguel. Cursó la primaria en su pueblo y en la ciudad de Oaxaca, y la secundaria en Tehuantepec. Sin suficientes recursos en la familia, atendía puestos de revistas de alquiler, donde los niños se sentaban a leer Kaliman, Memín, Lágrimas y Risas y La Pequeña Lulú. Boleó zapatos. Vendió dulces. Acarreó bultos en la estación de ferrocarril y lavó carros. Fue también monaguillo.

Como no había posibilidad de estudiar una carrera larga, presentó examen de admisión en el Centro Regional de Educación Normal de Oaxaca (Creno). Ocupó el número uno de la lista. Influido primero por el Ho Chi Minh (Sergio Barrios), militante de la Organización Comunista Cajeme, y luego por la Organización Nezahualcóyotl, comenzó a participar en política.

“Creo –dice Rogelio– que ese es el germen más importante de todo lo que hoy existe como trabajo político, ideológico y militante. Primero, de lo que sería la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE) y, después, de lo que es el Partido Comunista Marxista-Leninista (PC-ML), del actual Frente Popular Revolucionario (FPR) y otras experiencias.”

Desde ese momento, de casi 16 años, en medio de una enorme efervescencia social, comenzó su formación militante en brigadas, asambleas y reuniones, adonde llegaban integrantes de la Unión del Pueblo, de la Liga Comunista 23 de Septiembre y del PC-ML. En 1977 se recrudeció la represión y Vargas Garfias y otros 200 jóvenes fueron expulsados, acusados falsamente de pintarrajear los murales de Diego Rivera en la SEP. Junto a otros 146 compañeros debió trasladarse a la normal de Cuautla. Allí desarrollaron una experiencia de gestión estudiantil autónoma.

En los meses en que se fueron a Morelos, el movimiento universitario oaxaqueño triunfó y se nombró como rector al doctor Felipe Martínez Soriano. Con el apoyo de la UABJO el grupo expulsado retornó a Oaxaca y tomó el Creno, exigiendo exitosamente su reincorporación.

Al salir de la normal El Rojo sufrió, con varios compañeros, una persecución policiaca que la movilización popular pudo frenar. Comenzó a trabajar como maestro unitario, en Playa Chica Teutila, región Cañada, como a 14 horas de camino. En el pueblo había una explotación rapaz, brutal: el cacique golpeaba a los peones.

Vargas Garfias era un maestro clásico. Ayudaba a redactar cartas a los campesinos, les leía las que llegaban, los orientaba, inyectaba, ponía sueros y conseguía medicinas. Comenzó a organizar a los padres, quienes pintaron un enorme Zapata en la casa del maestro, con la consigna: “La tierra es de todos, no de unos cuantos”. La indignación creció hasta que los peones se sublevaron y el cacique asesinó a uno.

“La UTE –rememora– nació en ese marco de los que egresamos en 1978 y la llegada del movimiento magisterial. Eramos un grupo de ocho de Oaxaca. Se fundó en agosto de 1979 en unas vacaciones. Comenzamos a publicar el periódico Educación Popular.” Él era ya parte del PCML. Cuando se fundó la CNTE, Rogelio y la UTE asistieron como observadores.

En 1979, el profe entró a los cursos intensivos de la normal superior en la Ciudad de México. Los debates en la escuela eran tremendos. Venían de una huelga por la democratización de la enseñanza y la estructura de gobierno. Allí lo agarró el movimiento magisterial nacional.

Allí se definió políticamente por la construcción de un partido de clase marxista-leninista, la formación de una corriente magisterial por la democratización del SNTE, y de las escuelas, y por llevar las propuestas pedagógicas y didácticas más avanzadas al aula.

Rogelio y sus compañeros han sido siempre parte de las posiciones más duras en la CNTE. Recuerda: “En los 80, el mote de radicales hasta nos llenaba de orgullo. Hay que decirlo: ¡sí, somos radicales y a mucha honra! Y si ser radical es combatir la corrupción y las desviaciones, enfrentarse a quienes no respetan los acuerdos generales y a los que hacen compromisos a espaldas de la base ¡somos radicales!”

De la experiencia del trabajo estudiantil y magisterial Vargas Garfias y sus camaradas pasaron a organizar sectores. El trabajo acumulado les sirvió para crear células y grupos en el medio rural. Dieron vida así a la Unión de Campesinos Pobres, el núcleo que forma, poco a poco, el FPR. Impulsan proyectos de educación alternativa como “la ciencia en la escuela”.

Ave de tempestades, infatigable e inclaudicable, caracterizado magisterial, Rogelio Vargas Garfias, El Rojo, ha dedicado su vida a la lucha por la liberación de los parias de la tierra. Su biografía se entrelaza con la historia de una parte de la izquierda radical en México. Una que tiene en los pobresores inspiración y fuente inagotable de cuadros.

Twitter: @lhan55

 

 

 

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