Tashken. Tamerlán es un personaje ambiguo en Uzbekistán. Un ser con una sensibilidad muy desarrollada para el arte y al mismo tiempo capaz de acciones brutales y sanguinarias. Creación y destrucción en un mismo hombre. Fue el último conquistador nómada fundador de un imperio en Asia Central, entre los siglos XIV y XV. Para las generaciones mayores se trata de una figura admirable, casi un padre legendario o un héroe; para muchos jóvenes representa un modelo histórico con el que no quisieran identificarse hoy día.
Quizás, supone Zefir, un joven uzbeco promedio, de ahí proviene la afición tan genuina por dos deportes relacionados con el combate. Uno es una antigua tradición que ya estaba presente en la era de ese imperio fundado por el sanguinario esteta Tamerlán. Se trata de un deporte llamado kurash, una especie de lucha en la que dos contrincantes visten una chaqueta con agarraderas laterales de las que se sujetan e intentan derribarse. Es una práctica asociada a la cultura popular de Uzbekistán y atrae a un público numeroso y entusiasta en distintas regiones de la ex república socialista. Para recrear una imagen reconocible, es posible pensar en el judo, pero con tintes de folclor regional.
El otro deporte que fascina a los uzbecos es el boxeo. Lo consideran una joya nacional y cuando escuchan la palabra Liga de Campeones no piensan en el torneo de los clubes más poderosos del futbol europeo, sino en la aguerrida competencia de pugilismo amateur en la que ese país destaca.
Cuando les preguntan sobre el origen de ese entusiasmo por el boxeo, algunos piensan que hay algo de herencia soviética de su pasado como integrantes de la URSS, pero el verdadero parto de esa pasión la atribuyen a la primera medalla olímpica del país en Sidney 2000 que ganó el peleador superligero Muhammadqodir Abdullayev. Un púgil considerado un verdadero héroe nacional.
En Uzbekistán se apostó por cambiar la educación de toda una generación a través del deporte, explica el viceprimer ministro del país, Achilbay Ramatov, durante el primer día oficial de la convención del Consejo Mundial de Boxeo que se celebra en Tashkent.
Existen en el país 254 escuelas deportivas, de las cuales casi un 10 por ciento están dedicadas al boxeo
, explica el funcionario uzbeko; lo más importante es que los grandes logros deportivos inspiran a los jóvenes y a su generación
.
Desde que tienen éxito deportivo, se multiplicó por cinco el número de jóvenes dedicados al boxeo profesional, agregó el viceprimer ministro.
Tras la primera medalla de oro olímpico que consiguió Abdullayev, se dispararon los logros en el cuadrilátero para los boxeadores de ese país. En Río de Janeiro 2016 lograron la cima en este deporte al convertirse en la nación más ganadora de aquellos juegos. Lograron tres campeonatos y siete medallas en total.
Por eso tienen sus héroes locales de los cuales están orgullosos. Zefir nunca ha escuchado el nombre de Saúl Canelo Álvarez ni de ningún otro boxeador de otra región del planeta. Pero tampoco le suena el nombre de Maradona, como asegura que a muchos jóvenes de su generación en ese país sí, aunque admite que es inevitable reconocer a Lionel Messi y a Cristiano Ronaldo.
En la cartelera que se prepara para el final de esta convención del CMB, el próximo viernes en la espectacular Humo Arena de Tashkent, está programada una serie de combates. El anuncio no exhibe a los mexicanos ex campeones del mundo Carlos Cuadras y Pedro Guevara que disputarán el título interino en peso supermosca. En cambio, lucen una serie de jóvenes locales que no son todavía campeones mundiales, pero que la gente de este país los respeta como si ya lo fueran.
Bahodir Jalolov es la estrella local. Fue campeón olímpico en Tokio 2020 en peso completo y la población de este país lo admira con el cariño y respeto de quien hace algo importante por su gente. De hecho, fue uno de los abanderados durante la ceremonia de inauguración de la convención de CMB, ayer en Tashkent. Marchó en un extremo con la bandera de su país. En el otro lo hizo el ex campeón estadunidense Evander Holyfield. En medio, Julio César Chávez portaba el cinturón representativo del organismo.
En el ocaso de la Unión Soviética, el inolvidable escritor-periodista checo Ryszard Kapuscinski narraba en el apartado dedicado a Uzbekistán lo fascinante que resulta, con tantos siglos de distancia, el personaje de Tamerlán.
Era portador de la muerte, misión que le ocupaba la mitad del día. Durante la otra mitad lo absorbía el arte. Tamerlán se entregaba a difundir el arte con la misma dedicación con la que difundía la muerte
, escribió en su célebre libro Imperio (Anagrama, 1994).
Sin llegar a ese extremo aniquilador, hay algo de Tamerlán en ese deporte que combina la estetización de la violencia y la ferocidad plástica del deporte. Quizás, y sólo es una sospecha, concede Zefir, por eso gusta tanto el boxeo en Uzbekistán.