Así podríamos trazar nuestra trayectoria como democracia nueva. Tal es el relato que nos obsequia el estudioso y más que conocedor Daniel Zovatto, por años director regional para América Latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral y, entiendo, también académico.
Lo híbrido, porque al atardecer no vemos más allá del oscurecer; porque seguimos viéndonos como democracia, aunque frecuentemente topemos con mil y una triquiñuelas autoritarias que sólo apuntan en la dirección de un régimen autoritario.
Así parece estar imaginando el presidente su paso a la historia, mientras que sus cohortes se aprestan a cambiar de piel. Del marxismo ramplón dizque marxista leninista, sancochado con acentos caribeños, a la severidad del verbo rendido a los mandatos de una autoridad que no entiende de otras leyes ni normas que las propias.
Deplorable espectáculo el ofrecido por sus paupérrimos tecnócratas, en una supuesta discusión sobre los usos alternativos de recursos públicos que sirven para poca cosa, desde luego que no para relanzar una reconstrucción que a la par de urgente, requiere ir a fondo del puerto de Acapulco y su deteriorado hinterland.
Una reconstrucción que reclama mucha imaginación institucional y desde luego mucho oficio político. Oficio que no parece ser conocido por las sumisas falanges de la 4T.