Hace más de tres décadas, los Flaming Lips contaron que durante su juventud en la ciudad de Oklahoma había pocas opciones para tipos como ellos. Decían que en sus inicios la alternativa era convertirse en unos parias o formar una banda que se llamara precisamente así: Flaming Lips.
La elección fue obvia y creció hasta volverse algo parecido a un grupo de culto con momentos de éxito comercial, pero que se ha permitido caprichos poco rentables como grabar una obra en cuatro discos que deben reproducirse de manera simultánea (Zaireeka, de 1997) o producciones en las que predominan la distorsión y el ruido de fondo, como el seminal Telepathic Surgery, de 1989.
La presentación con que terminó el Festival Hipnosis en el Parque Cuitláhuac, en Iztapalapa, los confirmó como alineación adorada por sus seguidores, culto de comunión genuina entre artistas y audiencia como pocos consiguen. Los miles de asistentes no sólo cantaron todas las canciones del álbum Yoshimi Battles the Pink Robots, que tocaron completo por su aniversario 20; además, entre todos dieron vida a un relato de ciencia ficción en el que el público era la tripulación que comandaba Wayne Coyne, una suerte de Mago de Oz futurista.
Esta es una noche mágica, ¿ya se dieron cuenta?
, preguntaba Wayne Coyne. No llueve, no hace calor, tampoco frío, la luna se ve increíble. Todos hacemos magia esta noche; este momento es especial
.
Quien acude a ver a los Flaming Lips sabe que habrá algo de escenografía infantil y futurista, una cascada de luces, confeti, serpentinas y un poco de éxtasis espacial. Cuatro robots rosas gigantes inflables servirían de escenografía para una historia donde una niña japonesa defiende una ciudad a karatazos. Coyne conducía el viaje con su voz débil y desgañitada que parecía siempre a punto de derrumbarse.
Listos para participar
Como en el Show del Terror de Rocky, los seguidores sabían qué ocurriría en cada número y hacían su parte como integrantes del elenco. La pantalla de fondo ofrecía las letras de las canciones para incitar a vocalizarlas. Una cosa es ser público receptor, un ente pasivo en el que desemboca el mensaje del alguien más, y otra ser copartícipe de un performance donde todos cumplen una función para que ocurra la magia.
El conteo previo a Do you realize?? dio pauta a una de las piezas más esperadas y apenas se escucharon los acordes inconfundibles; aparecieron lágrimas entre los asistentes, de verdad lloraban y se les empapaban las caras de felicidad. No era histeria, sino la emoción en estado de pureza de quienes reciben un don. Seguían la melodía abrazados, tocados hasta el fondo por esas estrofas:
“¿Te das cuenta de que tienes el rostro más hermoso?
¿Te das cuenta de que estamos flotando en el espacio?
¿Te das cuenta de que la felicidad te hace llorar?
¿Te das cuenta de que todos los que conoces
algún día morirán?
Y en vez de darles todos tus adioses,
hazles saber que te das cuenta
de que la vida pasa muy rápido”
Atemporalidades
¿Qué significaban estas letras en este público cofrade que las vocalizaba? Por aquí, unos jovencitos que quizá nacieron en el año que se publicaba ese disco. Enseguida, unos cuarentones y cincuentones que estaban en su primera juventud cuando recibieron esa revelación, ¿tenían otras parejas o eran las mismas? La vida era tan distinta hace dos décadas para todos y se los recordaba ese señor de melena de brujo iluminado:
“Date cuenta de que el sol no cae,
es sólo una ilusión,
provocada por el mundo que gira”
Apenas terminó la presentación, los seguidores se fueron apresurados. Estaban desconcertados por tanta felicidad y había que atesorarla porque estos fieles saben que se trata de un bien efímero.
Desfilaban sonrientes y agotados por el júbilo. Vinieron a esto precisamente y se lo llevaron desbordados, con confeti y serpentinas de otro espacio que iluminaban sus melenas.
En el trayecto de este viaje hubo momentos memorables con Panda Bear en dueto con el legendario Peter Kember, alias Sonic Boom, y los viejos chamanes de The Brian Jonestown Massacre en escena con un ritual curativo a base de guitarras. Pero el clímax, sin duda, fue Flaming Lips y su odisea multicolor.
Fue una noche inolvidable para los asistentes que se marcharon felices y melancólicos, todos en silencio, como preguntándose la frase de una canción de los Flaming Lips: ¿Qué fue esto?, ¿acaso son algún tipo de hipnotizadores?