negociacionesen el Congreso apuntan a la conservación de los parámetros económicos y las consideraciones político-ideológicas asumidos como inamovibles por parte del Presidente y sus acompañantes en el gobierno.
De acuerdo con sus guiones, asignar el dinero público de manera más realista y lógica, reduce las cantidades necesarias para sus proyectos estelares, la marca del sexenio. En verdad ocurre, que el gobierno no se planteó en serio la posibilidad de realizar una verdadera reforma fiscal redistributiva y, golpeados por emergencias ayer sanitarias y hoy medio-ambientales, la tela se reduce cada vez más.
De lo que trata o debe tratar el presupuesto es de poder traducir prioridades en números, hacer compatibles obras públicas, de inversión en infraestuctura con políticas sociales. Pero, sometido el gobierno a sus propios cartabones político-ideológicos se ve en la imposibilidad de alterar sus ecuaciones; a final de cuentas, los costos los vamos a pagar todos.
Poco importa promover una economía recuperada sustentada en la inversión, en la búsqueda de efectivas sinergias entre el capital privado y el Estado para reconformar la economía mixta que el desarrollo sostenible reclama.
Rara austeridad la cultivada por el Presidente, un gobernante que no tuvo el coraje de apostar por una verdadera reconstrucción. Que no reconoció los efectos de “(…) un largo periodo de bajo dinamismo económico, elevados niveles de pobreza y desigual-dad, precariedad hacendaria, degradación ambiental, inse-guridad y violencia generalizadas”.
Que no se hace cargo “(…) de las incertidumbres globales caracterizadas por fluctuaciones económicas que marcan las nuevas tensiones generadas por la guerra en Ucrania, el agravamiento del cambio climático y de otros referentes planetarios que son determinantes para diversas políticas nacionales”, como afirma el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo en su más reciente entrega: Propuestas para los próximos años
(http://www.nuevocursodedesarrollo.unam.mx/docs/Propuestas_Proximos_Anios.pdf).
Incapaz de buscar “una interlocución social amplia (…) para contribuir al diálogo y propiciar la distensión para facilitar acuerdos colectivos”.
Incapacidad de tender puentes firmes hacia el diálogo y buscar acuerdos amplios son, al igual que la pospuesta reforma hacendaria redistributiva, deudas mayores que nos hereda esta transformación de cuarta. Así no se gobierna.