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Jorge Silva, de 59 años y sin techo desde hace cuatro, admite su alcoholismo: Uno está en la calle porque a veces lo elige. Podría tomar un poco menos y pagar una renta. Foto Afp
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Afp
05 de noviembre de 2023 08:50
A Pablo Perdomo la cicatriz de una puñalada que recibió como cuidacoches le recuerda lo brava que es la calle. Tiene 48 años y un pasado de pintor y vidriero con vida familiar, pero hoy integra la creciente población sin techo en Montevideo. Nunca pensé estar así, dice mientras espera a que abra el refugio estatal donde duerme.

Uruguay, con 3.5 millones de habitantes, destaca en Latinoamérica por su alto ingreso per cápita, bajo nivel de desigualdad y ausencia casi total de pobreza extrema, según el Banco Mundial.

Pero su capital concentra casi la mitad de la población del país, donde 2 mil 800 personas viven en la calle, 24 por ciento más que en 2021 y 55 por ciento más que en 2019, de acuerdo con el último censo del Ministerio de Desarrollo Social.

Fernanda Auersperg, directora de Protección Social, sostiene que es un problema multicausal que atribuye en gran parte a la situación carcelaria, pues cuatro de cada mil personas están presas y 26 recobran la libertad cada día. Hacer frente a esa puerta giratoria es uno de los grandes desafíos.

De mil 400 personas que pernoctan a la intemperie 53 por ciento estuvieron privadas de libertad, la mitad hasta tres veces. Nunca estuve preso, pero la mayoría de los muchachos acá en la vuelta sí, dice Alejandro, un cuidacoches de 38 años. Lleva seis años deambulando día y noche por la Ciudad Vieja.

Emanuel Rodríguez, de 21, tampoco estuvo encarcelado, pero cuenta que en el refugio donde duerme hay gente con tobillera de vigilancia y ex presidiarios. La mayoría quieren estar un poco mejor, se siguen drogando, pero ya saben que a tal hora tienen que venir para poder dormir calentito y comer. Los otros por una pitada prefieren pasar la noche afuera y cagarse de frío.

Para Auersperg el aumento del consumo de droga es otro de los grandes desafíos. De acuerdo con la autoridades, la gran mayoría de los que duermen en la calle son hombres de 39 años, en promedio, 90 por ciento se droga y 72 por ciento lo hace a diario. Lo que más consumen es pasta base y alcohol.

No me aguanto mis emociones tóxicas, reconoce Alejandro, que fuma cinco o seis lágrimas diarias de pasta base, de 100 pesos (2.5 dólares) cada una. Todos los días quiero dejarla y no puedo. No pide plata para comprarla. Agarro una escoba, barro una acera, limpio algún vidrio, me ofrezco para tirar basura, dice. Con eso gana unos 800 pesos diarios.

Jorge vende en las ferias cosas que le dona la gente y recibe mil 600 pesos por mes. Me dan de comer los vecinos, gracias a Dios. Como 43 por ciento de los censados, Pablo Perdomo terminó en la calle hace dos años por ruptura de vínculos familiares. Afirma que no tiene adicciones, pero que fue muy cocainómano.

A sus 46 años, Willy Vallejo lleva mucho tiempo lidiando con su esquizofrenia paranoide. Durmió en una plaza y pasó 11 años en refugios, pero ahora vive en un hogar para personas con trastornos mentales que estaban en situación de calle, una novedosa experiencia de autogestión respaldada y financiada por el ministerio.

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