Las desigualdades estructurales son problemáticas que históricamente se han enunciado y tratado de resolver desde distintas esferas y corrientes ideológicas, las cuales tienen en común la justicia social, la construcción de paz y el combate a la pobreza. A raíz de esta última es que surge la teología de la liberación, corriente teórica-política convertida en movimiento social, cuyos orígenes surgieron aproximadamente en la década de los 60 en Latinoamérica.
Las dictaduras militares que hubo en Centroamérica tuvieron como consecuencia violaciones a derechos humanos, represiones y persecuciones políticas, actividades diarias ejercidas hacia las personas defensoras, activistas y cualquiera que se opuso a los regímenes; estas personas salen de sus lugares de origen para resguardar su vida e integridad.
Por ello surgió el Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria OP (Centro Vitoria) el 30 de octubre de 1984, organización de la sociedad civil creada por la Orden de Dominicos en México, con el compromiso solidario de ayudar a las víctimas de la violencia política de ese momento en Centroamérica y el resto de América Latina. El Centro Vitoria se ha caracterizado por caminar con las juventudes en la Ciudad de México, al encontrarse en los alrededores de Ciudad Universitaria, donde el compromiso político y social se hace presente a través de la consideración de las personas jóvenes como agentes de transformación política.
Su objetivo es la defensa y promoción de los derechos humanos desde un trabajo multidisciplinario y con una mirada interseccional, apelando a la construcción de espacios intergeneracionales y diversos. Asimismo, su histórica cercanía con los movimientos sociales, los pueblos y comunidades indígenas y las víctimas de injusticias y violencias han encontrado acompañamiento, escucha y caminar colectivo en la organización, así como en Miguel Concha Malo, uno de los principales promotores y defensores de estas luchas.
Concha Malo fue director general del Centro Vitoria desde sus inicios hasta los últimos días de su vida, culminando su caminar colectivo el 9 de enero del año en curso. No obstante, su legado, mística y motivaciones se mantienen en cada persona que ha formado parte de esta historia; de quien ha defendido los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales; de quien se sumó a su lado en los cambios legislativos para que los derechos humanos pudieran ser exigibles en el país, así como de su esfuerzo más querido: la Escuela para Juventudes Defensoras, también llamada La Escuelita.
La Escuelita es un proceso pedagógico crítico, político y popular con cursos cuya duración es de alrededor de ocho meses, en los que se dialogan y exponen las luchas y problemáticas que acontecen en la vida de las personas jóvenes que conforman el espacio. Además, sábado tras sábado se reúnen en el Centro Universitario Cultural (CUC) para formarse políticamente sobre los derechos humanos a través de las experiencias de base y académicas de personas defensoras de derechos humanos en México y América Latina.
Es importante mencionar que este año se celebró la generación 21 de La Escuelita con su renombramiento como Escuela para Personas Jóvenes Defensoras Miguel Concha. Después de casi 40 años del caminar del Centro Vitoria, con el acompañamiento de Fray Gonzalo Bernabé Ituarte Verduzco como nuevo director general, es momento de continuar haciendo metamorfosis y de ampliar nuestras voces, presencia y trabajo en la realidad avasallante para las comunidades, personas defensoras, periodistas y, por mucho más, hacia las víctimas.
Por ello, consideramos relevante sólo por ahora anunciar la etapa de transformación que se ha tenido este año, para regresar con mayor presencia y capacidades al acompañamiento y trabajo de base con quienes nos han permitido acompañarlos y nos han sostenido durante estas décadas.
Como mencionó Miguel Concha hace unos años, “este trayecto se ha caracterizado por una autocrítica y posicionamiento político que le ha llevado a reconocer que (…) existen áreas de oportunidad en las que hay que trabajar, porque una apuesta política de semejante magnitud que siempre está en construcción, en camino de sembrar, florecer y cosechar. Porque lo suyo tiene que ver con un nuevo amanecer. Con la construcción de otro mundo posible”. (La Jornada, 30/10/2021).