El beisbol se moldea con épicas deportivas y frases que se repiten hasta adquirir el valor de imperativos categóricos. En el triunfo de los Rangers de Texas, por primera vez en una Serie Mundial, hubo una fatídica séptima entrada y una tragedia que se escribió con dos outs en el último inning. Los nuevos campeones vencieron en cinco juegos (4-1) a los Diamondbacks de Arizona a domicilio, para dejar mudo el Chase Field de Phoenix, Arizona. Se acabó una espera de 62 años desde su fundación para llevarse el trofeo en el Clásico de Otoño.
El juego definitivo lo ganaron por 5-0, en un duelo que mantuvieron sin daño hasta el séptimo rollo, cuando el rostro de la fatalidad se le plantó a los D-Backs.
El legendario narrador mexicano de beisbol, Pedro Mago Septién, quien acuñaba frases inolvidables como si pegara vuelacercas, dijo alguna vez que las “grandes tragedias en el beisbol se escriben con dos outs en la novena entrada”. Como una ley inquebrantable del destino, las cuatro anotaciones restantes llegaron en ese inning final. Dos lamentablemente por un error del jardinero central mexicano Alek Thomas, que permitió que se escaparan dos corredores a home. Las dos restantes fueron producto de un batazo de cuatro esquinas de Marcus Semien.
Dosis de superstición
En el juego de la estadística, siempre hay un ingrediente de superstición que le quita frialdad y le agrega esa dosis necesaria de angustia e incertidumbre para hacer más emocionante el deporte. Los Rangers llegaron a este quinto juego con una racha de 10 victorias de visitantes. Extender la marca significaba el campeonato.
Los jugadores de Texas celebran el histórico título de la Serie Mundial, después de quedarse en la orilla en 2010 y 2011. Foto Ap
Los Rangers querían sellar el gran paso hasta ahora para salir de esa lista de equipos de Grandes Ligas que nunca han ganado una Serie Mundial. Han jugado dos veces el Clásico de Otoño, en 2010 y 2011, pero no habían salido campeones. Así que tenían una motivación extra: hacer historia.
La lucha se mantuvo cerrada hasta que llegó la fatídica séptima, como suele decir el enigmático lugar común beisbolero. La maldición fue para Arizona y su abridor Zac Gallen, quien hasta ese momento había tenido una salida pulcra sin hits y sólo había concedido una base por bolas. Primero se le embasó por sencillo Corey Seager. Después recibió un doble de Evan Carter que dejó muy comprometida la entrada. Entonces Mitch Garver remolcó una carrera cuyo valor se multiplicó en esas instancias tan apretadas. Seager pisó el home y el serpentinero de los Cascabeles recibió la terrible visita en el montículo para que le despojaran de la pelota. Kevin Ginkel trataría de apaciguar el incendio.
Llegó la tragedia en la novena entrada, Josh Jung se fue a primera con una línea al jardín central que resguardaba el mexicano Thomas. Luego cayó gasolina a la hoguera cuando Nathaniel Lowe conectó un sencillo y su compañero se fue a segunda. Todo quedó puesto para que Jonah Heim pegara una rola envenenada que se le complicó al jardinero tricolor y permitió la entrada de dos carreras.
Dicen que cuando todo va mal siempre es posible que esté peor. Esa entrada mantenía un hombre de los Rangers en base. Sólo hacía falta un epílogo y ese llegó con el jonrón de dos carreras más que conectó Marcus Semien para poner la pizarra 5-0 y conseguir el campeonato merecido.