La UNAM atraviesa un momento interesante y complejo. El proceso para la elección de rector, a concretarse en los primeros días de noviembre, ha revivido, renovado y amplificado debates necesarios. Algunos de esos temas son las violencias de género, la precarización del trabajo docente, las desigualdades, la defensa de la autonomía, la atención a más estudiantes y la democratización. No son los únicos, pero sí los que han predominado en la conversación pública. Resulta interesante que hoy casi nadie pone en duda la importancia de la UNAM, de la educación, la ciencia y la cultura que ahí se imparten y difunden, y también es de destacar que sea un amplio consenso el que la universidad deba mantenerse pública, gratuita y laica.
Los temas que se plantean hoy como necesarios en la UNAM no son nuevos, llevan años debatiéndose en los movimientos estudiantiles, de mujeres y de trabajadores académicos, de base y administrativos. Con el paso del tiempo y la falta de atención, algunos de esos problemas se han agravado y combinado con otros que van apareciendo.
Sobre la precarización del trabajo docente y las desigualdades dentro de la UNAM, son los movimientos de profesores de asignatura los que ayudaron a visibilizar esta realidad. Con bajos salarios e inestabilidad laboral, este sector sostiene parte importante de la docencia en la Universidad Nacional. Lamentablemente, el problema no es exclusivo de la UNAM, es algo general en las instituciones de educación superior en el país.
Los movimientos de mujeres, la mayoría estudiantes, pero también con presencia de académicas, administrativas y trabajadoras; han denunciado las violencias y desigualdades de género que se reproducen en la universidad. Los movimientos de mujeres en la UNAM, que son parte de una expresión global de descontento, van generando procesos de cambio que se ven reflejados en la creación de centros y programas. Nuevas generaciones de mujeres están al frente de grupos, escuelas, centros, facultades e institutos, trabajando coordinadamente con académicas consolidadas que llevan décadas insistiendo en el debate de género. Hoy, en varias escuelas y facultades de la universidad, se imparten materias sobre violencias de género y violencias contra las mujeres, y se busca que estos cursos sean transversales. Desde luego, la gravedad del problema exige un compromiso mayor y un paso acelerado. Además, lo mucho que tiene pendiente la universidad debe necesariamente acompañarse de cambios en el país y en el mundo. De lo que no queda duda es que los movimientos de mujeres en la UNAM, en el país y en el planeta, están sentando las bases de un cambio cultural.
Respecto de la democratización de la UNAM, quizá uno de los temas más antiguos y polémicos, es error común que se reduzca la democracia a su forma procedimental. Democratizar la universidad, en otro entendido, implica la democratización del conocimiento y también que los universitarios tengan mayor capacidad de incidir en la toma de decisiones.
Impulsar que las comunidades universitarias tengan mayores recursos para la organización y la participación, requiere revisar experiencias en otras universidades en México y el mundo que puedan ser referentes. Combinar la democracia representativa con la participativa, la consulta con la auscultación, y otras formas de participación individual y colectiva, podría ayudar en este sentido. En todo caso, es fundamental que siempre se defienda la autonomía, se respete la libertad de cátedra y que se mantenga como objetivo de la universidad el desarrollo de la investigación, la docencia y la difusión de las ciencias, las artes, los deportes y, en general, de la cultura.
Sobre la democratización del conocimiento, decía don Pablo González Casanova, lo que necesitamos es construir “un sistema educativo que también incluya a la sociedad civil”, y darle a ese sistema “las organizaciones, los recursos y los medios, antiguos y modernos, que permitan a la ciudadanía y a la mayoría de la población enseñar a aprender y aprender a aprender”. La UNAM deberá seguir impulsando su modelo de educación abierta y a distancia, y abriendo más espacios educativos donde le sea posible. Pero para construir ese sistema educativo que responda a las necesidades actuales de México, y que ayude a darle futuros dignos a miles de jóvenes, se requiere de la corresponsabilidad de todos los niveles de gobierno y de otras universidades e institutos. La UNAM y otras instituciones de educación superior y media superior podrían impulsar la formación de varias ciudades-universidad, que enlazadas también contribuyan a formar un país-universidad, como el mismo don Pablo plantearía en su libro La universidad necesaria en el siglo XXI.
En la UNAM tenemos problemas urgentes por resolver. Las soluciones debemos encontrarlas con respeto a la autonomía y a la dignidad de las personas. Hagamos que la universidad sea el referente de los cambios que el país necesita.
*Sociólogo / @RaulRomero_mx