México sí puede hacer mucho por Palestina. Y toca hacer algo en este momento en que miles de niños y niñas en Gaza son heridos o asesinados diariamente sin que se prevea un final. Es una situación atroz también para muchas otras personas que están con ellos y los cuidan: padres de familia, jovencitos, médicos, ambulantes, madres y hermanos, y un país como México sí puede hacer mucho, por su historia, su cultura y por el papel que ahora juega en América Latina.
Lo primero que puede hacer a través del presidente López Obrador es asumir una posición ética frente al mundo, frente a Israel, la ONU, el gobierno de Biden, la Unión Europea, los países árabes. Señalar que por muy convincentes que sean las razones geopolíticas, esto que ahora ocurre, el bombardeo indiscriminado, simple y sencillamente no puede ser aceptado como parte cotidiana de las relaciones internacionales. Lanzar cada noche y cada día cientos de kilos de explosivos contra niñas y niños es intolerable para nuestro país y para su postura frene a los conflictos en el mundo.
Lo segundo es dirigirse a los países latinoamericanos, hablar con Lula, Pedro, con Arévalo, con Xiomara, para trabajar juntos y, de ser posible, presentar en bloque una postura frente a esa violencia. Prácticamente todos nuestros países se han visto agredidos por países hegemónicos, tenemos, por lo tanto, una sensibilidad muy distinta a la de los políticos y líderes de esos países. Se mueven un mundo y una perspectiva de los de arriba, Palestina –su despojo territorial, las agresiones con fuerza desproporcionada. Más allá de introducir en los escenarios de conflicto el elemento básico, y hasta primitivo de la violencia (bombas atómicas, grandes portaaviones y ejércitos) sí tenemos capacidad de ofrecer elementos distintos más humanos y valiosos para la resolución de conflictos. Cuando Israel y Palestina han estado más cerca de una paz sólida y permanente (acuerdos de Oslo) no lo han hecho a partir de una atmósfera de amenaza e imposición, sino del uso abundante de la palabra y la sabiduría. Y sería entonces hora de ponerse del lado de las víctimas, y del lado de las palabras.
Lo tercero es recurrir a nuestra historia latinoamericana para repetirla. Cada uno de nuestros países tiene en su pasado episodios ejemplares de solidaridad y de apoyo que ha dado a otros pueblos. Y, al mismo tiempo, cada uno de nuestros pueblos ha recibido la solidaridad de otros. Ahora toca a nosotros, como países hermanos y latinoamericanos, solidarizarnos con quienes son atacados y son pequeños niños, mujeres, ancianos y jóvenes inocentes. Niñas y niños de 4 o 5 años cuyos cuerpos son diariamente acometidos por bombas enormes, hechas para destruir tanques o acorazados. Todos los países latinoamericanos tenemos episodios de dignidad y de rechazo a las embestidas de los poderosos contra una población pequeña, inocente y desprotegida. En México recordamos a todos los niños y niñas de familias judías que con sus padres fueron bienvenidos a nuestro país y aquí encontraron una vida tranquila y larga; pudieron hacerse viejos con sus hijos y disfrutar a sus nietos. Eso queremos también para los y las palestinas en su propia tierra, para que ahí se abra un horizonte de esperanza y de seguridad. El presidente Cárdenas acogió a cientos de niños españoles y los libró de la guerra y de la tiranía franquista. Y rompió relaciones. Igualmente en el mapa de nuestra ciudad capital recordamos, para que no se olvidaran, los asesinatos de los nazis contra una pequeña población europea, Lídice. También dimos el nombre de otro país africano, Etiopía, a un muy visible lugar de la ciudad para no olvidar su lucha y el aprecio que les tuvimos. Y recordemos que también nosotros hemos sido muchas veces conquistados, invadidos y nuestro territorio despojado por el poderoso. Hemos vivido esa circunstancia, por eso, si podemos entender y ser, sabemos ser solidarios.
Lo cuarto es recurrir a otras entidades, las figuras religiosas, como el papa Francisco y otros líderes apreciados de iglesias y religiones, sindicatos, figuras políticas y civiles. Pedirles que se manifiesten y colaboren en hacer visible esta tragedia y demandar el alto inmediato y permanente a los bombardeos.
Y lo quinto, recurrir a las armas poderosas que son nuestras universidades y las escuelas y las y los estudiantes y maestros. Por ejemplo, nos enteramos que el nombre y quehacer de la joven activista Greta Thurnberg, defensora de la tierra, acaba de ser removido de textos escolares en Israel por haber pedido el cese de los bombardeos. Nos corresponde incluir las faltas a la libertad de expresión, al derecho a la vida de niños y de todos como parte inseparable de la formación de nuestros futuros jóvenes. El respeto al derecho ajeno no puede ser excusa para cerrar los ojos ante la barbarie y la muerte. No hay mucho tiempo, hoy muchos más serán muertos o heridos.
* UAM-X