Acapulco, Gro. Don Alberto trabaja como mesero en un hotel de la zona Dorada y sólo quiere lo escuchen. Mientras se cargan los teléfonos celulares en el exterior de una hospedería en la zona Dorada donde se instaló personal de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) tras el paso del huracán Otis, don Alberto relató que vive en la colonia Carabalí, desde donde caminó hasta su centro de trabajo, a unos 10 kilómetros de distancia, para reportarse y ponerse la orden de sus jefes.
Pero antes, caminó hasta la colonia La Libertad, una distancia similar, para constatar que la casa de sus suegros quedó destruida, pues un arroyo y el viento se llevó parte de la vivienda. Explicó que los caminos de la Carabalí quedaron destrozados por el huracán.
"Tengo los pies desechos, me la he pasado caminando", explica don Alberto sin perder el ánimo, al mismo tiempo que presta sus cables para que otros residentes y turistas carguen su teléfono.
Mientras otros cuentan sus vivencias, don Alberto aprovecha para correr a una tienda Oxxo que se encuentra en la esquina y sustraer de la bodega dos paquetes de caribe cooler, tal vez el último producto que queda en los estantes, las cuales comparte gustoso, con personas que no había visto antes y tal vez no vuelva a ver, todas afectadas de alguna forma por Otis.
"Hay que remojarse la garganta porque no hay agua".
Un joven que vive en la colonia Cumbres de Figueroa, relató que cuando intentó cerrar los tanques de gas en el momento más fuerte de Otis, el viento lo arrojó varios metros contra una puerta, por lo que su pierna derecha quedó golpeada y con moretones, visibles a simple vista.
Pero es don Alberto quien lleva la batuta de la conversación, quien recuerda que tuvo que recorrer la carretera de Las Cruces a la Cima caminando, buscado señal de telefonía celular, la cual encontró a la altura de la parada del Guayabo, y con el escaso 15 por ciento de batería, pudo hablar a Monterrey para que vengan a revisar la casa de sus suegros.
Don Alberto también reflexiona porqué saquearon los centros comerciales, como Sams, el cual fue vaciado en 48 horas.
"El gobierno se tardó en vigilar, la gente vio que no respondieron a tiempo y aprovechó para meterse a ver qué podía sacar, lo que no entiendo es porque se llevaron pantallas de televisión, al rato les va a dar hambre", dice don Alberto, que al igual que otros acapulqueños o turistas, tienen algo que contar, en las esquinas de una calle, mientras limpian o esperan en una fila, sólo buscan quién los escuche.