Las muestras de apoyo serán escuchadas por Manuel desde su celda en la cárcel número 16 de Ocosingo, Chiapas, estado donde domina la ignominia y la ingobernabilidad, y en el que el crimen organizado anda suelto mientras los luchadores sociales son encarcelados.
Manuel, de 22 años, campesino y base de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, fue torturado tras su detención, tal como lo registró el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas. Pasaron cinco días para que fuera puesto a disposición de un juzgado, donde fue procesado por la Fiscalía de Justicia Indígena, a quien se responsabiliza de fabricar pruebas en su contra.
La campaña por su libertad se enmarca en la celebración de la audiencia de juicio oral, el próximo 14 de noviembre, que en tres ocasiones ha sido suspendida sin más justificación que dilatar su proceso penal.
Manuel es parte del Caracol IX, localizado en Nuevo Jerusalén, cuya Junta de Buen Gobierno lo reconoció desde el inicio como base de apoyo zapatista y ha denunciado las irregularidades del caso. Es todo falso, inventado, fabricado
, señalaron en un comunicado en el que desmontaron la participación de Manuel en un asesinato.
¿A quién le conviene que el zapatista siga preso? ¿A quién le conviene que los verdaderos criminales controlen el estado? ¿Por qué la saña contra un tseltal zapatista? El 14 de noviembre tiene la palabra el aparato de justicia de un estado que la ha negado siempre. Los pueblos exigen no sólo la libertad inmediata de Manuel, sino de todos los indígenas injustamente presos.
Encarcelamiento, torturas, desapariciones, amenazas y asesinatos son la constante para las personas de pueblos originarios que luchan. Para ellas no hay justicia que no se gane en las calles.