Hace 20 años que Tanalis Padilla se topó con las normales rurales (NR). Le tomó 10 de ellos, dedicados a una búsqueda tenaz, para conocerlas, vivirlas, estrecharlas, compartirlas y obtener cuanta información pudiera rastrear.
Desde este primer dato empecé a compartir sensibilidades, pues lo primero que llamó su atención fue que estos maestros rurales fuesen marxistas-leninistas después de la caída del muro de Berlín. Yo también, junto con compañeros de la UPN, acudí al Mexe en 2003 cuando ganó el primer embate contra su cierre, protagonizado por Murillo Karam, y cantamos emocionados La Internacional al terminar la asamblea.
Muchas otras sensibilidades nos unen, pues entiende las resistencias heroicas y ahora escribe sobre Cuba. Su libro Lecciones inesperadas de la Revolución, una historia de las normales rurales, es fruto de esta mirada y de un trabajo complejo y meticuloso ya que los pocos que hemos escrito sobre las NR sabemos lo escaso y prejuiciado de las informaciones disponibles.
Desde este presente inesperado, marcado ineludiblemente por Ayotzinapa, emblema de la resistencia que concentra los 100 años de las NR, busca en el pasado las respuestas. No se limita a recorrer la historia de estas escuelas, en realidad hace una historia de la educación, inserta en la historia político-económica y social del país.
Pero una historia especial, mirada con los ojos de los normalistas y los maestros, diferente a tantas otras construidas desde el Estado como eje central. Sustentada en un sólido recorrido bibliográfico. “Hay pocas armas que los pobres pueden blandir contra los poderosos, pero las que hay las conocen bien los normalistas rurales” nos dice.
Yo añadiría que también los maestros democráticos, pues este arsenal histórico forma parte de la necesaria reconstrucción de la resistencia, confrontación y sobrevivencia de una educación con compromiso social que pudo prevalecer sobre las “leyendas negras” fabricadas desde el poder.
El reparto agrario, los ejidos y comunidades, la educación socialista, pública y gratuita, han sido atacados desde la iglesia, los latifundistas, empresarios y gobiernos desde hace 80 años. Aborda, entonces, las diferentes causas, etapas y procesos de la construcción de una conciencia, una ideología insurgente, una militancia cuando “empezaron a entender sus escuelas mismas como históricamente constituidas a través de las relaciones sociales de poder”, una noción muy “freiriana” para romper opresiones.
El papel de la comprensión de la injusticia prevaleciente es un poderoso motor de la organización, compromiso y rebelión. La absoluta obsesión de los gobiernos por mantener el control total es, en realidad, el fermento y causa de lo inesperado: los estudiantes, maestros y campesinos no se someten, se politizan, y actúan para proteger sus comunidades y sostener sus derechos. Aprenden a descifrar el complejo entramado político del país, donde las clases dominantes utilizan la retórica nacionalista para controlar y reprimir.
Esta es fruto de una realidad que la autora percibe como determinante: la desigualdad educativa del SEN resultado de una contrarreforma sostenida desde los años 40, de un abandono total al campo y las escuelas rurales, con constantes recortes presupuestales, agravados todos con la llegada devastadora del neoliberalismo. Momento en que las NR son nombradas como “entelequias del pasado”.
Tanalis nos narra, con empatía manifiesta, aquellos primeros años en que los maestros identificándose con el proyecto nacional se convirtieron en sus portadores misioneros. Las nuevas pedagogías de Dewey, Makarenko, se acoplaron con las de Rafael Ramírez y Moisés Sáenz y Bassols. No deja de percibir la contradicción que tantos años duró: el asimilacionismo de la política indigenista en la enseñanza rural indígena.
Analiza con detenimiento en la Educación en la encrucijada, el momento clave en que los maestros se desprenden de esa función misionera, que ha devenido en “apostolado piadoso y humilde” aprovechado por los nuevos gobiernos alejados del proyecto de nación desde los años 40.
La primera batalla frontal encabezada por Othón Salazar y el MRM, la represión desatada contra normalistas y maestros por Torres Bodet, nombrado para controlar, despolitizar y encauzar a los maestros por “el camino correcto al servicio de la nación”, sólo los volvió más conscientes de que sus luchas eran laborales, por el sostenimiento digno de las normales y por la democracia sindical.
Nació el magisterio como una valiosa profesión de Estado y el maestro como un asalariado con derechos. De aquí en adelante la inesperada lección que prevalece: a pesar de todo el despliegue controlador, la educación es un espacio de resistencia.
Concluye la autora “las NR son un escaparate de la relación entre la educación y la conciencia política, los diferentes mecanismos a través de los cuales poblaciones marginalizadas pueden exigir sus derechos y la forma en que los legados de lucha echan raíces y perduran a lo largo del tiempo”; la herencia de “un nuevo tipo de escuelas y un nuevo tipo de maestro”. Por ello es fácil entender cómo en los períodos turbulentos, no dudan en emprender las luchas más audaces y radicales, como Gámiz, Cabañas y Vázquez.
* Investigadora de la UPN. Autora de El Inee