Acapulco, Gro. El recorrido matutino por avenidas de Acapulco se convierte en un tour del azoro y el horror.
La lista de daños se hace interminable a simple vista.
En el puerto se reforzó la presencia de la Guardia Nacional, así como el Ejército Mexicano, cuyos elementos liberan la avenida Costera Miguel Alemán de árboles y escombro, también llegó un convoy de la Secretaría de la Defensa Nacional con vehículos pesados y se incrementaron las unidades de la Comisión Federal de Electricidad en diferentes colonias, pero las afectaciones sobrepasan cualquier posibilidad de hacer un censo.
Los casi 200 árboles del Centro Internacional Acapulco desaparecieron, y el pulmón verde que fue el parque Papagayo quedó en el recuerdo pues ahora es una especie de desierto con árboles caídos por doquier.
El saqueo sigue siendo la constante en el Acapulco de la emergencia. La actividad económica se ha reducido a buscar restos de comida y todo aquel objeto que pueda ser tomado, entre vidrios y estantes vacíos de las tiendas comerciales, y restaurantes, y papelerías, y refaccionarias, y tiendas de muebles.
Lo obtenido es trasladado en carritos del mercado, bolsas, algunos jalan cajas de plástico.
Cientos de personas de todas las edades se dan prisa por sacar los últimos productos de los comercios, farmacias, bodegas y almacenes.
En centros comerciales de la avenida Cuauhtémoc familias se apuraban a llevar impresoras, papel bond, casilleros de huevo y juguetes.
Algunos alcanzaron a sacar bolsas de pan y trastes con comida, frijoles, zanahorias y pasteles del restaurante Toks de la Cuauhtémoc.
En la colonia Progreso se observó una fila de 50 personas para sustraer combustible de una gasolinera, con el riesgo de que el techo de la misma, dañado por las lluvias, se les viniera abajo.
En la avenida Niños Héroes de la colonia Progreso, como en otras vialidades, lucen apilados montones de ramas, escombros, fierros retorcidos, láminas galvanizadas, colchones, muebles, semáforos caídos, espectaculares.
Mientras comienzan a aparecer las nubes de polvo producto del lodo seco acumulado.
En la colonia Morelos hay decenas de postes de energía eléctrica derribados.
En una bodega de esa colonia venden el casillero de huevos a 80 pesos. Hasta ese lugar arriba doña Noemí, quien explicó que su vivienda sufrió daños en bardas y paredes, pero insiste en quiere comprar su alimento, que no tomará nada que no es de ella, y recomienda no acercarse al mercado central porque están asaltando.
En la avenida Constituyentes, un grupo de personas peleaba por sustraer gasolina en un expendio frente a la unidad deportiva Vicente Suárez, al asegurar que habían pagado 300 pesos por llenar sus bidones.
Don Julián pide que vayan a fotografiar su vivienda en la colonia Icacos, pues una barda se vino abajo y dejó sin techo a una vecindad donde viven 40 personas en la calle 2. Después de relatar su tragedia, se enfila al Oxxo de Icacos de donde sale con tres botellas del tequila más caro.
El rumor de que cuatro o cinco puntos en la avenida Costera, como el Asta Bandera, el zócalo, el estacionamiento del hotel Calinda, tienen señal de teléfono, ha atraído a numerosas personas quienes buscan comunicarse con sus familiares.
También hay muestras de bondad, hay quienes regalan lo obtenido en sus incursiones a los supermercados, a personas que están sentadas y con la mirada perdida, quienes lloran mientras sostienen su teléfono.
Al terminar el día, el silencio se apodera de Acapulco, las familias se apresuran a regresar a sus casas, pues la ciudad sigue en tinieblas. A la medianoche se escucha algún perro, alguien que camina sobre láminas, alguna sirena, alguna voz lejana.
"Será otra noche oscura en Acapulco", dice un vecino mientras prende un cigarro, después de enterarse que hay más de veinte muertos por el huracán, pues no hay noticias de nada.