Hasta el momento no se han confirmado pérdidas humanas, si bien es probable que la información cambie conforme los cuerpos derescate alcanzan las áreas más alejadas y re-mueven los escombros arrastrados por el agua.
Antes de que Otis impactara, las secretarías de la Defensa (Sedena) y de Marina (Semar) ya habían dispuesto de más de 6 mil y de mil 760 elementos, respectivamente, para auxiliar a los habitantes y apoyar a las autoridades locales en la implementación de la alerta roja y la apertura de albergues. Con toda seguridad, este despliegue preventivo fue clave para evitar la repetición de una tragedia como la ocurrida en 1997, cuando el huracán Paulina provocó más de 300 muertes.
Asimismo, cabe destacar la rapidez con que se puso en marcha el envío de ayuda a damnificados, en la que participan, además de las mencionadas Sedena (que de inmediato envió a la Fuerza de Apoyo en Caso de Desastre y al Batallón de Atención a Emergencias) y Semar, los titulares de las secretarías de Seguridad y Protección Ciudadana; Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, y la Coordinación Nacional de Protección Civil, quienes se personaron en el puerto. La Guardia Nacional, la Fuerza Aérea y el Gobierno de la Ciudad de México también sumaron sus capacidades para apoyar en las tareas de rescate y distribución de víveres.
La presencia del mandatario Andrés Manuel López Obrador, quien se dirigió a la zona tras ofrecer su conferencia de prensa matutina, supone un mensaje alentador acerca de la seriedad y la determinación del gobierno federal para atender a los afectados. No debe olvidarse que Otis, pese a haberse degradado a tormenta tropical, continuó su avance por la sierra guerrerense en dirección a Michoacán, una zona que padece de marginación histórica, cuyas viviendas son, en su mayoría, sumamente precarias, que presenta una alta susceptibilidad a los deslaves y donde muchas comunidades ya se encuentran en virtual incomunicación con el exterior debido a las condiciones geográficas y la carencia de infraestructura. Por ello, la presencia de los cuerpos de apoyo no puede limitarse a la franja costera, sino que deberá diseminarse en un territorio extenso que presenta, además, agudas problemáticas sociales previas a la presente situación crítica.
Las autoridades no deben escatimar recursos con el fin de devolver la habitabilidad a decenas de comunidades guerrerenses, así como de proveer alimentos, albergue y servicios de salud a los damnificados. Sin embargo, la magnitud y la complejidad del desafío requieren la implicación del conjunto de la sociedad para ayudar al pueblo guerrerense en este trance devastador. Cabe confiar en que, como ha ocurrido tantas veces, la adversidad saque a relucir el carácter solidario de la población mexicana.