Hasta antes de ser bicampeón en la Liga, el Atlas se acostumbró a que la mala suerte arreciara contra sus esfuerzos. Su historia desde 1951 era más bien un desierto en el que se caminaba y siempre se llegaba al mismo lugar. Todo cambió a partir de que rompió el maleficio.
Como si se hubiera tratado de una poción mágica, lo que vino después fue la costumbre de competir sin aquellos dolores que lo perseguían. A las puertas de una nueva liguilla, los rojinegros lograron un empate 1-1 con el León para mantenerse cerca de la zona de privilegio.
Aunque de su plantel se fueron ya varios campeones, el cuadro que dirige Benjamín Mora aún se resiste a repetir decepciones de su pasado, cuando ocupaba los últimos lugares en la tabla y miraba la fase final como algo imposible.
En su visita a territorio guanajuatense para cumplir el duelo reprogramado de la fecha 11, el ecuatoriano Jordy Caicedo puso eso de manifiesto, marcando un gol que produjo murmullos en el estadio de la Fiera y reclamos entre los defensores (25).
No es que sea la campaña más efectiva de los Zorros, pues en 13 partidos suman apenas cuatro victorias y cinco traspiés, tres de ellos de forma consecutiva. Pero si algo parecen haber aprendido de las campañas en que ganaron el título (Apertura 2021 y Clausura 2022) es que ningún rival es invencible, incluso si está lejos de casa.
Lo único que no está a su alcance es la dinámica que tiene el futbol, un deporte que no conoce justicias a pesar de grandes dominios.
Con muy poco, en una acción revisada por el VAR ante una presunta posición adelantada, el León arrebató de sus manos el empate. Omar Fernández centró desde la banda derecha y José Alfonso Alvarado, a unos pasos de la línea de meta, cabeceó hacia el fondo del arco de Camilo Vargas (66).
El Atlas entonces tomó aire profundo. Sin cambiar el libreto, siguió yendo al frente con velocidad, mostrando que era superior en recursos ofensivos. Su mayor problema fueron las atajadas de Rodolfo Cota, cuyos esfuerzos se multiplicaron para mantener seguro el resultado.
En los minutos finales, una ráfaga de ataques esmeraldas mantuvo de pie a los miles de testigos en las tribunas, aunque ningún remate marcó la diferencia.