Por mucho tiempo el pensamiento crítico y las prácticas de las rebeldías actuaron (actuamos) de modo simétrico al capitalismo. Frente al Estado capitalista, se propuso construir un Estado socialista o un Estado obrero; a la violencia de arriba opusimos la violencia de abajo; a la guerra reaccionaria, la guerra revolucionaria. Contra la acumulación originaria de capital (Marx), la acumulación socialista originaria (Preobrazhenski) en la Unión Soviética. La lista es larga y muestra que el campo de la revolución operó de modo opuesto, pero idéntico al capital y sus fuerzas políticas.
Pretendo reflexionar sobre la simplificación de nuestras ideas: oponernos de forma mecánica a lo que hacen los de arriba, nos mantiene como rehenes de sus iniciativas, de sus modos de hacer y de sus agendas. La simetría es reactiva, se limita a hacer algo muy similar o lo mismo que hace el sistema pero, supuestamente, con objetivos antagónicos.
Ese modo de actuar nos impide desarrollar nuestras autonomías, elegir los caminos propios, los momentos y los modos, y nos entrampa en una dinámica ajena a los intereses de larga duración de los de abajo.
La guerra entre Israel y Hamas es una oportunidad para reflexionar sobre el papel de la violencia militar, para solidarizarnos con las víctimas y también para mirarnos en el espejo. Me parece necesario condenar con la mayor energía los crímenes de Israel y solidarizarnos con el pueblo palestino. Pero no alcanza.
Me parece necesario condenar con igual energía el terrorismo de Hamas. Pero no alcanza.
Las dos principales fuerzas transformadoras del mundo, que nos inspiran por su ética (el movimiento kurdo y el zapatismo) rechazan la guerra por similares motivos. “Ningún bando de una guerra que ha perdido su moralidad tiene razón”, dice el Movimiento de Mujeres Libres de Kurdistán (https://goo.su/ncXv66).
“Ni Hamas ni Netanyahu”, dice el EZLN, apuntando a las simetrías entre machos alfa armados (https:// goo.su/lhJnc). La lógica de la guerra de conquista (en que “no hay límites, ni reglas, ni leyes, ni vergüenzas”) no debe imponerse sobre la ética de la vida. Incluso cuando los pueblos toman las armas, no lo hacen de modo simétrico a los ejércitos del sistema, porque no pretenden aniquilar al otro, sino seguir siendo, para lo que necesitan defenderse defendiendo la vida.
Creo que debemos huir de las simetrías y de las simplificaciones que, en este punto, parecen hermanas gemelas.
El italiano Franco Bifo Berardi sostiene que “la humillación genera monstruos”, en referencia a que la humillación de los obreros alemanes por el Tratado de Versalles generó el nazismo; que “la humillación de los palestinos aplastados por la dominación militar de los sionistas ha generado Hamas”; así como la humillación de los judíos por los nazis generó “el monstruo del Estado étnicomilitarista y colonialista de Israel” (https://goo.su/Lvaylc). Sostiene que el final del internacionalismo lleva a movimientos y pueblos a navegar a ciegas.
Creo que esto no es suficiente para explicar las cegueras actuales, por lo menos en “nuestro” campo. Existen potentes acciones de solidaridad internacional como la gira zapatista por Europa y el apoyo que recibe el movimiento kurdo en muchos países del mundo. No son muy visibles para quien se guía por los grandes medios, pero existen.
Para salir de la ceguera, podemos voltearnos hacia los pueblos originarios de nuestro continente, superar el eurocentrismo y la lógica del “ojo por ojo”. ¿No han sido estos pueblos humillados, despojados y asesinados sistemáticamente durante cinco siglos? Sin embargo, están muy lejos de haber creado los “monstruos” criminales que denuncia Bifo con toda razón.
No se han rendido, siguen resistiendo y recuperando las tierras que les robaron. En ocasiones realizan acciones fuertes, audaces y agresivas. Pero no cometen crímenes ni apelan al terrorismo. No es por bondad ni por ingenuidad que no se comportan de ese modo. No son pacifistas del poner la otra mejilla. Una ética de la vida y de los cuidados colectivos está en la base de este comportamiento.
Incluso cuando deben jugarse en una guerra para seguir siendo pueblos, lo hacen con base en sus cosmovisiones: colocan el cuidado de la madre tierra y de la vida de sus semejantes en primer lugar. Lo que menos sienten, es la necesidad de vengarse de los crímenes que sufren. Quieren justicia, como apuntaron las bases de apoyo al EZLN cuando el brutal asesinato del maestro Galeano en La Realidad (https://goo.su/ Ovd31U).
Los pueblos originarios que se han puesto de pie en América Latina rehúyen las simetrías orientados por la complejidad de sus cosmovisiones, de sus apuestas para salir de este mundo absurdo y construir otro desde los corazones colectivos.
Puede parecer poco para quienes pasan por alto las experiencias históricas del socialismo y desean una guerra para salir del capitalismo. Pero es el camino más corto para seguir prisioneros del sistema.