El Consejo Coordinador Empresarial del Caribe criticó al gobierno de López Obrador, haciéndose eco de las declaraciones de la embajada de Israel, por no haber tenido una “actitud más firme” ante los actos de Hamas contra la población de Israel. Es una crítica que ha compartido la oposición política –señaladamente PRI y PAN– y que recogieron los negocios periodísticos de mayor tamaño.
Nadie pudiera justificar, humanamente, el ataque de Hamas a la población civil israelí. Pero tampoco los que Israel ha perpetrado en la población de Palestina a lo largo de décadas, y ahora mismo en la guerra entre ambos. La prueba de sus motivos está a la vista de todos. El Estado de Israel fue creado originariamente en territorio palestino, con criterios coloniales e inequitativos: su población era un tercio de la de Palestina y no obstante se le asignó a cada entidad la misma superficie. Esto introdujo un principio de inconformidad en el lado árabe y de aquí la guerra permanente entre los dos pueblos.
Israel, en sus planes expansivos mediante botín de guerra, despojo y ocupación ha desaparecido prácticamente el territorio de Palestina, salvo lo que es una parte de Cisjordania y la franja de Gaza (ocupada), y se lo ha apropiado. En estos actos ha contado con el apoyo de Estados Unidos, que lo tiene como una suerte de Estado asociado para fines geoestratégicos de control y dominio en Medio Oriente.
El ataque de Hamas es aún enigmático. ¿Pretendía sólo demostrar que Israel es vulnerable con todo y su muro infame en torno a Gaza? ¿Reafirmar su postura inamovible contra la existencia de Israel, como Estado, para fortalecer su poder interno frente al movimiento Fatah, miembro de la Organización para la Liberación de Palestina que acepta dos estados, el palestino y el israelí, con criterios laicos y de izquierda? ¿Fue una provocación deliberada con fines militares no claros a estas alturas? Uno de sus efectos ha sido evitar el posible juicio penal contra Benjamin Netanyahu, el primer ministro de Israel acusado de soborno, fraude y corrupción, que venía enfrentando la demanda de renuncia de importantes sectores israelíes. En un editorial, el importante diario israelí Haaretz consideró a Netanyahu como el responsable de la crisis política protagonizada por Hamas/gobierno israelí. Pero Hamas no parece haber calculado la situación interna de Israel ni la dimensión de su ánimo y capacidad de destrucción.
¿Cuál ha sido la postura de los organismos empresariales, prácticamente en todas partes, frente a la pérdida colectiva de vidas a manos de poderes con los cuales se identifican? Un ejemplo del mismo problema. Entre el 7 de julio de 2014 y el 26 de agosto de 2014, Israel realizó la operación Margen Protector contra Hamas en la que murieron más de 2 mil 200 palestinos en Gaza; según la ONU, la mayor parte eran civiles (como ahora los ocupantes del hospital atacado por su artillería). La llamada comunidad internacional guardó silencio. Los empresarios organizados hicieron otro tanto.
Esa misma comunidad no ha sabido del refugio masivo de israelíes y ha ignorado el éxodo de refugiados palestinos, que ya se contabiliza en una cifra mayor a 5 millones de personas. Más los que resulten de la acción militar de Israel, no de defensa, sino de aniquilamiento de los habitantes de Gaza, así como de una posible anexión de Cisjordania, en el episodio bélico en marcha.
En su “asedio total”, Israel ha cortado el agua, la electricidad y los alimentos a la franja de Gaza. Un genocidio. Y como subrayado a la crisis humanitaria que ya vive el pueblo palestino, Human Rights Watch y Amnistía Internacional han denunciado la aspersión realizada por Israel con fósforo blanco, arma prohibida que configura, para quienes la usan, crímenes de guerra. Así ha considerado la ONU varios actos de ambas fuerzas militares.
La aniquilación sistemática del pueblo palestino ha sido omitida por las élites económicas y políticas de Europa y otras regiones. Su explicación la da Fernando Moragón en una entrevista con Juan José del Castillo, de Prensa Alternativa: con excepciones, los líderes de los países occidentales trasladan a Estados Unidos sus fortunas personales, lo cual da por saldo su apoyo incondicional a este país. Otro tanto cabe decir de los grandes empresarios.
El documento de la filial del Consejo Coordinador Empresarial concluye con el deseo de que haya paz en entre Israel y Palestina. Palabras vanas. Es como expresar que el conflicto no debe escalar sin asumir que la presencia de la fuerza naval de Estados Unidos en las costas de Israel es un claro intento de ampliar el enfrentamiento bélico, como ya lo atestiguó el demócrata Joe Biden en su visita de apoyo a Israel.
Complicidad, doble rasero, hipocresía, mientras los pueblos de los antagonistas padecen sufrimientos sin límites.
Ante este panorama sombrío que sirve a los designios genocidas y a una probable guerra internacional de peligrosa desembocadura para la humanidad, la postura del gobierno mexicano por voz del presidente López Obrador entraña un principio pacifista y de justicia: hacer viable la existencia de un Estado reconocido internacionalmente para Israel y otro para Palestina. Si en verdad se quiere la paz y evitar que el enfrentamiento entre sus gobiernos y fuerzas políticas y militares se torne en una más amplia conflagración, no parece haber otra salida.