Las actuales disputas por el poder y sobre todo por la sobrevivencia política en México han creado un asombroso espacio para profundizar la normalización de la impunidad. La gran promesa, casi profecía, que en 2018 anunciaba el inicio del fin de la corrupción y que movilizó a millones de mexicanos ante lo que consideraron como el inminente advenimiento de la verdad y la justicia (me incluyo), quedará como una de las más significativas deudas de la autodenominada Cuarta Transformación (4T), independientemente de sus importantes logros en otras áreas de nuestra realidad. El tema va más allá de una promesa incumplida y dinamita el discurso que proclama una presunta revolución de las conciencias. Este fracaso social, resultado de un pragmatismo político a ultranza que ha convertido la realpolitik en una enorme cloaca, afecta con mayor intensidad al Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ahora bajo la dirección de Claudia Sheinbaum, quien ya acusa posturas preocupantes en aras de una forzada unidad que estimula, como nunca, el oportunismo de los sectores más podridos de la política nacional.
Ante los señalamientos del peligro que este pragmatismo representa y que ha llenado de parásitos profesionales la aún frágil transformación, Sheinbaum ha instrumentado una respuesta con base en las palabras que en 1988 escribió el histórico líder socialista Heberto Castillo para explicar las razones de su declinación como candidato del Partido Mexicano Socialista en favor de Cuauhtémoc Cárdenas. En esa ocasión, don Heberto dijo a sus seguidores que era el “tiempo de forjar alianzas, de llamar a la lucha, de no preguntar de dónde vienes sino a dónde vas”. Este llamado, pero sobre todo sus consecuencias políticas, respondieron a un contexto histórico en el cual millones de mexicanos intentábamos derribar por las urnas el insostenible y corrupto régimen priísta, del cual lo peor estaba por llegar. El uso que Sheinbaum da a esas palabras en la presente coyuntura las trastoca, convirtiéndolas en un mensaje opuesto al original y en la perfecta apología para alianzas y reclutamientos injustificables, muchas de ellas gestadas desde 2018.
Pareciera que la cúpula de Morena estuviese protagonizando una versión a la mexicana del afamado filme de Adam McKay No miren arriba (Don’t Look Up), en el cual, ante las advertencias científicas sobre la inminente destrucción del planeta por acción de un gran asteroide, los dueños del poder político y económico buscan la manera de capitalizar en su provecho la situación logrando que los ciudadanos no miren arriba e ignoren el peligro. En Morena se trata de que sus miembros, adherentes y simpatizantes no miren atrás, porque no importa de dónde vienen sus viejos y nuevos aliados, aunque en el fondo todos vayan tras lo mismo. Uno de los casos más escandalosos es el del gobernador de San Luis Potosí (SLP) por el Partido Verde (PVEM), Ricardo El Pollo Gallardo. Denunciado ad nauseam con profusión de pruebas de corrupción en su contra perfectamente documentadas ante los más altos niveles del actual gobierno (incluido el ineficiente fiscal Gertz y el complaciente Pablo Gómez), Gallardo no sólo se mantiene impune, sino que también aparenta ser totalmente 4T y sobre todo claudista.
En los hechos, Gallardo ha impuesto un férreo control sobre los poderes Legislativo y Judicial de SLP, también sobre la mayoría de los presidentes municipales y medios locales. Además de atropellar los derechos de decenas de trabajadores estatales echándolos ilegalmente al desempleo para insertar en la nómina a sus fieles, Gallardo formó un consejo consultivo en el que participan algunos de los desarrolladores más depredadores que mantienen la mira sobre la sierra de San Miguelito. El 13 de diciembre de 2022 Gallardo visitó a Sheinbaum para buscar un convenio de asesoría ambiental como parte de una supuesta agenda verde para SLP; a partir de entonces apostó por Claudia y proliferó en la capital potosina la propaganda del PVEM en su favor. El pasado 19 de julio, ya como ex jefa de Gobierno, Sheinbaum llegó a SLP para encabezar una asamblea informativa en las instalaciones de la Feria Nacional Potosina, con asistencia de trabajadores del gobierno estatal y miembros del PVEM que arribaron al lugar en decenas de camiones portando camisetas verdes y rojas con el logotipo de la cabeza estilizada de un pollo. El 10 de agosto se repitió el operativo en Ciudad Valles con asistentes traídos de los 58 municipios del estado.
Lo más sorprendente vino después. El 6 de septiembre Gallardo asistió a la proclamación de Sheinbaum como ganadora de la encuesta de Morena. En esa ocasión Claudia gritó, entre otras cosas: “¡Viva el Partido Verde!” (sic). Un día después, al grito de “¡presidenta!”, Gallardo estuvo entre el selecto grupo de invitados que acompañó al presidente López Obrador a la entrega del bastón de mando a Sheinbaum, quien reafirmó su compromiso de no mentir, no robar y no traicionar. El gran dilema es saber si esto es posible sin mirar atrás. Estoy cierto que no. A pesar de todo, sigo confiando en la brillante Claudia que conocí en el Consejo Estudiantil Universitario, en la amiga que apoyó la defensa de Cerro de San Pedro y en la compañera con la que compartí la etapa embrionaria de Morena.
*Investigador de El Colegio de San Luis