Daniel Noboa, representante de la clase política que detenta el poder en Ecuador desde 2021 y de la restauración neoliberal que operó Lenín Moreno a partir de 2017, se impuso en la elección presidencial anticipada que tuvo lugar ayer en ese país con más de 52 por ciento de los sufragios, dejando atrás a su rival correísta, Luisa González, quien obtuvo 47.7 por ciento de los sufragios.
Se repitió en forma casi idéntica el resultado de los comicios de hace dos años, cuando el actual presidente, Guillermo Lasso, le ganó el cargo al aspirante progresista Andrés Arauz por 52.36 frente a 47.64.
Quedó cancelada de esta forma la posibilidad de que el gobierno de esa nación andina volviera a la orientación social, progresista y soberanista que siguió durante una década, entre 2007 y 2017, en los sucesivos mandatos de Rafael Correa.
La perspectiva abierta por el resultado electoral comentado, en cambio, apunta a la continuación de la corrupción en las altas esferas de la vida pública, la reducción del Estado y de la presencia pública en la economía, la dependencia hacia Washington y la inestabilidad política.
Cabe recordar que las elecciones de ayer se realizaron con año y medio de anticipación, después de la decisión de Lasso de disolver el Congreso, en mayo pasado, para evitar que prosiguiera un juicio político en su contra por su presunta participación en el caso encuentro, una sórdida conspiración en el entorno presidencial con desfalcos a empresas públicas y narcotráfico.
En contraparte, el aún presidente debió reducir su mandato y permitir los comicios anticipados. Por otra parte, Ecuador se ha deslizado desde hace seis años por una espiral de violencia delictiva sin precedente, tras haber sido, entre 2017 y 2017, uno de los países más seguros del continente.
Este fenómeno se explica por la brutal reorientación política emprendida por Lenín Moreno, quien llegó a la Presidencia impulsado por el correísmo y en cuanto estuvo en el cargo traicionó todos y cada uno de los postulados de la Revolución Ciudadana que encabezó su antecesor: desmanteló la propiedad pública, toleró la corrupción, se puso al servicio de los grandes capitales nacionales e internacionales y entregó a los organismos financieros internacionales la conducción de la política económica.
Cabe dudar, con estos antecedentes, que Daniel Noboa, exponente de los intereses oligárquicos que por décadas han controlado al Ecuador, sea capaz de endrezar, en el año y medio en el que estará en el cargo, la descomposición institucional, la crisis de inseguridad y el persistente desasosiego político que en ese país suele culminar con la caída prematura de presidentes, como Abdalá Bucaram, Rosalía Arteaga, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez, a quienes debe agregarse ahora al propio Lasso, quien decidió poner fin prematuro a su mandato.
Por otra parte, el resultado de los comicios de ayer deben llevar al correísmo y al movimiento de la Revolución Ciudadana a una revisión autocrítica de sus dos derrotas electorales seguidas y a su recomposición como una alternativa de poder capaz de llevar estabilidad, paz, bienestar y soberanía a la nación ecuatoriana.