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Gobierno de Uruguay asfixia al teatro independiente

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Héctor Guido durante su interpretación en El lazarillo de Tormes. Foto Institución Teatral El Galpón
16 de octubre de 2023 10:21

Ciudad de México. A 50 años del golpe de Estado cívico-militar en Uruguay, el gobierno conservador de Luis Lacalle Pou libra una suerte de golpe suave contra la cultura y el teatro independiente. Entre sus objetivos principales se encuentra El Galpón, institución señera del arte escénico, muchos de cuyos integrantes vivieron exiliados en México durante la dictadura.

Según denuncia Héctor Guido, actual secretario general de la Institución Teatral El Galpón, el gobierno de Lacalle ha manifestado la necesidad de arrebatar la hegemonía cultural a la izquierda, señalando como adversarios políticos al grupo y al teatro independiente en general; a los escritores Mario Benedetti y Eduardo Galeano; a los cantantes de protesta; al carnaval, al sindicalismo.

En entrevista con La Jornada, Guido, memorable intérprete de El lazarillo de Tormes (monólogo que a lo largo de los años ha sido presentado en Miami, Nueva York, Washington, Ciudad de México, Guadalajara, Río de Janeiro, La Habana y Montevideo), señaló que Lacalle y su ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, han venido implementando una serie de medidas económicas cuya finalidad es provocar la quiebra y el cierre de salas teatrales.

En particular, explica que se ha incumplido con la Ley 19.821 de Promoción del Desarrollo del Teatro Independiente, conquista histórica aprobada por unanimidad por ambas cámaras legislativas en septiembre de 2019, pero cuya reglamentación y aplicación ha sido obstaculizada por el actual Poder Ejecutivo, en franco desconocimiento del estado de derecho.

Recuerda que hace 47 años la Institución El Galpón fue ilegalizada, disuelta y cancelada su personería jurídica, y en el mismo decreto del 7 de mayo de 1976 la dictadura cívico-militar incautó todos nuestros bienes y clausuró nuestras salas en Montevideo. Comenzaba así la persecución de los dirigentes y gran parte de los integrantes de El Galpón.

Entonces conocimos la solidaridad y valentía del entrañable embajador Vicente Muñiz Arroyo, y muchos de nuestros compañeros fueron parte de ese gran número de compatriotas que recibieron asilo en la embajada de México en Uruguay, resaltó.

Cuenta Guido que esa actitud del embajador Muñiz Arroyo y de la entonces cancillería de Tlatelolco, así como la gran solidaridad del pueblo de México, permitió a una parte vital de nuestra institución continuar con su labor artística por todo el territorio mexicano durante ocho años. A la salida de la dictadura, en 1985, se dio el regreso al Uruguay y el rencuentro y la recuperación de parte de nuestros bienes, para un nuevo Galpón que tendrá por siempre la cultura y el ejemplo de la solidaridad del pueblo mexicano.

Desde entonces transcurrieron 38 años de trabajo intenso, cuyo resultado fue la construcción de un gran centro cultural con tres salas, que facilita producir teatro para todas las edades, con el mismo compromiso social inequívoco desde la fundación de la institución en un galpón de demoliciones de la ciudad de Montevideo en 1949.

Arte, factor en los procesos históricos

“La producción de nuestro teatro y la elección del repertorio se basan en la convicción de que el arte y la cultura contribuyen sensiblemente a los procesos históricos de cambio social y sus valores. Tanto nuestra labor artística como social han demandado siempre la impostergable necesidad de alcanzar una sociedad más justa, equitativa y solidaria. Por esa razón, no nos sorprendió que el régimen autoritario de los años 70 nos visualizara como ‘amenaza’ y fuésemos perseguidos como tantos uruguayos. Lo inesperado surge en 2020, con el ascenso de un gobierno (el de Luis Lacalle Pou) que, si bien resulta electo democráticamente, manifiesta ideas y medidas preocupantemente similares a las que condujeron a nuestra clausura en 1976”, señala Guido.

Dice que al considerar adversario político a El Galpón, así como a escritores y cantantes populares, como Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Daniel Viglietti, Alfredo Zitarrosa (todos ya fallecidos) y otros, el gobierno busca ganar la batalla en el ámbito de la cultura. Añade que resulta inevitable comparar la declaración de enemigo político (contra El Galpón) de hace 47 años, con la actual.

Los medios utilizados son, sin duda, notoriamente diferentes, pero su finalidad es la misma. El ataque económico a El Galpón en el presente −según las propias declaraciones de las autoridades− tiene como objetivo “arrebatar la hegemonía cultural a la izquierda. Han pasado de la acusación del ‘comunismo marxista’ al peligro del ‘pensamiento gramsciano’”, sintetiza Guido.

En la etapa de exilio mexicano (1976-1984), el teatro El Galpón conservó su organización, disciplina y métodos de trabajo, pero la nueva condición de asilados impuso la necesidad de la profesionalización.

El grupo se presentó en los 32 estados de la República Mexicana, en sedes universitarias, sindicatos y casas de arte y cultura, estatales y privadas. En ese lapso realizó más de 2 mil 500 funciones. Asimismo, hizo giras por más de 20 países de América y Europa.

En 1979 inauguró su sede mexicana, donde recibió a grupos locales y latinoamericanos.

Durante esa etapa recibió premios internacionales, realizó talleres, cursos y seminarios en México y el exterior.

Después del No en el plebiscito de 1980 en Uruguay, al avistarse el fin de la dictadura y prepararse las elecciones, Atahualpa del Cioppo regresó a Montevideo en septiembre de 1984, junto con el cantautor Daniel Viglietti; su retorno anticipó el de todo el elenco. En marzo de 1985, el primer decreto del nuevo gobierno devolvió su sala a El Galpón, que fue reinaugurada con una fiesta popular y el restreno de Artigas, general del pueblo, pieza codirigida por Del Cioppo y Campodónico, que había recorrido toda América como testimonio de la oposición a la dictadura.

Sin embargo, tras 15 años de gobiernos del Frente Amplio (centroizquierda, 2005-2020), la llegada a la Presidencia de la República de Luis Lacalle Pou, del conservador Partido Nacional, profundizó la crisis del teatro independiente, atizada por la pandemia del coronavirus, al obstaculizar la reglamentación y aplicación de la Ley 19.821 de Promoción del Desarrollo del Teatro Independiente.

Según Guido, el teatro no puede estar librado a las leyes del mercado; necesita de lo público, ya que los teatreros y los contribuyentes pagan impuestos para que exista la cultura, derecho humano esencial, parte de nuestra condición humana.

El 4 de agosto pasado, una delegación de la Federación de Teatros Independientes (FUTI) y la Sociedad Uruguaya de Actores se presentaron ante la Comisión de Hacienda y Presupuesto del Parlamento uruguayo en busca de un subsidio o reasignación de fondos para que 19 salas de teatros independientes, entre ellas las de El Galpón, no tengan que cerrar.

Sin embargo, Guido dice: Lo nuestro tiene los días contados: en noviembre o diciembre podemos dejar de funcionar. Estamos avisando. Lo está avisando FUTI. ¿Por qué quieren callar las voces de los artistas?

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