Tibú. Varios días de creciente expectativa sobre nuevos pasos para alcanzar la paz terminaron este mediodía sin acuerdos entre el gobierno colombiano y las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), cuyas delegaciones se disponían a instalar formalmente una mesa de negociaciones acompañada de un alto el fuego entre las partes.
Los termómetros marcaron 40 grados de temperatura a lo largo de una jornada que debió empezar a las 8:30 de la mañana, pero que se prolongó hasta las 3:30 de la tarde, en medio de los ánimos caldeados de unos 3 mil 500 campesinos que acudieron a la cita.
Representantes de unas cien organizaciones de labriegos, así como centenares de integrantes de las guardias campesinas
, amenazaron a la delegación oficial con impedir su salida del municipio en caso de que el gobierno no expidiera un anunciado decreto de alto el fuego.
Con transmisión en directo por la televisión pública, bajo una enorme carpa acondicionada con potentes equipos de sonido y pantallas gigantes, durante casi tres horas desfilaron por la tarima dirigentes campesinos que saludaban el comienzo de las negociaciones, voceros de regiones que clamaban por el cese de las hostilidades, niños que le cantaban a la paz y raperas que agotaban su repertorio aprovechando la transmisión en vivo que hacía la televisión.
Una enorme mesa, detrás de la cual se podían ver decenas de sillas vacías, pronto llamaron la atención de unos 50 periodistas acreditados para la ocasión, quienes se preguntaban dónde estaban las delegaciones de las partes y por qué no aparecían para anunciar el inicio oficial de los diálogos y el esperado alto el fuego bilateral.
Unos rumores aseguraban que la guerrilla no aceptaba la propuesta de alto el fuego presentada por el gobierno y otros sugerían que las delegaciones estaban estancadas en medio de debates sobre un par de palabras y varias comas. Las horas pasaban y la maestra de ceremonia sacaba del sombrero nuevos actores para llenar la transmisión, tratando de mantener la calma en un auditorio que sudaba a chorros y comenzaba a inquietarse por el retraso de la ceremonia central.
Hacia el mediodía, Andrey Avendaño, el joven jefe de la delegación insurgente, se dio una vuelta por la tarima, tomó el micrófono y pidió paciencia, anunciando que en cuestión de minutos llegarían sus colegas y los delegados del gobierno.
Eran casi las 2 de la tarde cuando el caucho no estiró más: los elencos artísticos se agotaron y la presentadora del acto perdió el control de la tarima que –poco a poco– se fue poblando de líderes comunales que subían el volumen de sus palabras y el calibre de sus adjetivos.
Mujeres que alegaban haber viajado durante tres días para llegar a Tibú advertían que no se irían con las manos vacías, líderes agrarios narraban que en sus tierras la temperatura era de 15 grados y no pensaban mamarse
aquel calor para regresar a sus parcelas sin garantía de que no había más estruendos de fusiles; jóvenes que alegaban haber sido testigos, 15 días atrás, de un acuerdo entre el gobierno y la guerrilla para detener la guerra durante 10 meses, se turnaban el micrófono en medio de la creciente algarabía de miles de personas que habían soportado horas de espera a punta de agua y estoicismo.
Como era de esperarse, a las 2:10 de la tarde la transmisión en directo fue interrumpida, luego de que las arengas se dirigieron contra el presidente Gustavo Petro y su Comisionado de Paz, Danilo Rueda. Para entonces, entre el auditorio comenzó a corearse la amenaza de que no dejarían salir de ahí a los delegados del gobierno, al tiempo que exigían a la televisión pública retomar la transmisión. Discretamente, algunos de los voceros del gobierno en la mesa comenzaron a retirarse, aprovechando que se anunciaba la inminente llegada al lugar del comisionado de Paz.
Sus palabras lograron apaciguar los ánimos, cuando anunció que gobierno y guerrilla habían acordado una suspensión temporal de operaciones ofensivas, paso previo –dijeron– para comenzar una serie de instancias territoriales de diálogos. Las acciones ofensivas se suspenderán hasta el 16 de octubre, día en que el gobierno emitirá un decreto de alto el fuego que será replicado por la insurgencia.
En un comunicado emitido al final de la tensa jornada, las delegaciones aseguraron que se requiere de un mayor alistamiento para poner en marcha los mecanismos necesarios para el alto el fuego temporal, nacional y territorial, con énfasis en la protección a la población civil
.
El gobierno y el denominado Estado Mayor Central de las FARC completan 14 meses tratando de abrir una negociación de paz, que se sumaría a la ya existente con el Ejército de Liberación Nacional iniciada en noviembre de 2022.