Tibú, nororiente de Colombia. Varios días de creciente expectativa sobre nuevos pasos para alcanzar la paz, terminaron este mediodía sin acuerdos entre el gobierno colombiano y las disidencias de las Farc, cuyas delegaciones se disponían a instalar formalmente una mesa de negociaciones acompañada de un alto al fuego entre las partes.
Los termómetros marcaron cuarenta grados de temperatura a lo largo de una jornada que debió empezar a las 8:30 de la mañana pero que se prolongó hasta las 3:30 de la tarde, en medio de los ánimos caldeados de unos tres mil quinientos campesinos que acudieron a la cita.
Representantes de unas cien organizaciones de labriegos, así como centenares de integrantes de las llamadas “guardias campesinas” amenazaron a la delegación del gobierno con impedirle su salida del municipio en caso de que el gobierno no expidiera un anunciado decreto de alto al fuego.
Con transmisión en directo por la televisión pública, bajo una enorme carpa acondicionada con potentes equipos de sonido y pantallas gigantes de televisión, durante casi tres horas desfilaron por la tarima dirigentes campesinos que saludaban el comienzo de las negociaciones, voceros de regiones que clamaban por el cese de las hostilidades, niños que le cantaban a la paz y raperas que agotaban su repertorio aprovechando la transmisión en vivo que hacia la televisión.
Una enorme mesa, detrás de la cual se podían ver decenas de sillas vacías, pronto llamaron la atención de unos cincuenta periodistas acreditados para la ocasión, quienes se preguntaban dónde estaban las delegaciones de las partes y por qué no aparecían para anunciar el inicio oficial de los diálogos y el esperado alto al fuego bilateral.
Unos rumores aseguraban que la guerrilla no aceptaba la propuesta de alto al fuego presentada por el gobierno y otros sugerían que las delegaciones estaban estancadas en medio de debates sobre un par de palabras y varias comas. Las horas pasaban y la maestra de ceremonia sacaba del sombrero nuevos actores para llenar la transmisión, tratando de mantener la calma en un auditorio que sudaba a chorros y comenzaba a inquietarse por el retraso de la ceremonia central.
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