Este 11 de septiembre se cumplieron 50 años del derrocamiento en Chile del gobierno democrático de Salvador Allende. Éste, quien había contendido por la presidencia de su país en tres ocasiones, ganó las elecciones en su cuarto intento con un frente de izquierda, la Unidad Popular, que aglutinaba a socialistas, comunistas y la izquierda radical. Su coalición fue la primera minoría. Al no haber segunda vuelta, en el Congreso recaía la decisión de quién asumiría la presidencia del país. La Democracia Cristiana, el tercer partido más votado, apoyó a Allende e hizo posible su investidura.
Allende encabezaba un proyecto para construir una sociedad socialista desde la democracia, a través de las leyes e instituciones. Quería cambiar al régimen y al sistema capitalista y construir un socialismo con rostro humano. Él mismo lo definió como “un socialismo con empanada y vino tinto”. Era un experimento inédito en el mundo. Por primera vez un proyecto de izquierda ganaba las elecciones con un programa explícitamente socialista, expropiando los medios de producción, nacionalizando las industrias, entregando a los trabajadores la administración de las empresas y construyendo una sociedad nueva en beneficio de los más pobres. Se proponía hacerlo democráticamente, sin violencia. En todas las experiencias anteriores habían llegado al poder partidos socialistas o comunistas después de una guerra civil, habían tomado el poder con violencia. Otros partidos de izquierda habían accedido al poder en coaliciones electorales, durante los frentes populares que se opusieron al avance del nazifascismo, pero no pretendían transitar al socialismo. Por eso era tan importante para la humanidad el gran experimento democrático de la Unidad Popular chilena, porque representaba la esperanza de la humanidad para transformar de raíz a la sociedad de privilegios e injusticias y construir una sociedad más equitativa, justa, libre y democrática, sin violencia.
Sin embargo, aún antes de que rindiera protesta como presidente, los altos mandos del ejército y de la marina, los grandes empresarios chilenos y extranjeros y la derecha conservadora trataron de impedir que asumiera la presidencia. Allende rindió protesta como presidente de Chile el 3 de noviembre de 1970. No obstante, desde el día uno de su gobierno fue atacado abiertamente por los grupos de poder que no querían perder sus privilegios y que lo sabotearon por todos los medios a su alcance.
El gobierno de Allende duró poco más de mil días. En ese corto tiempo llevó a cabo grandes transformaciones. Nacionalizó la industria del cobre, la más importante industria chilena. Nacionalizó las telecomunicaciones; llevó a cabo una importante reforma agraria, le restituyó sus tierras al pueblo mapuche. Y sobre todo, puso en marcha una gran transformación política y cultural confiando en la gente, en su iniciativa, impulsando el poder popular, dando a los trabajadores participación en los consejos directivos de las empresas estatizadas, orientando el gasto social a la alimentación, a la educación y a la salud.
La derecha chilena, aglutinada en el Movimiento Patria y Libertad, junto con los altos mandos de las fuerzas armadas y con el apoyo descarado del gobierno de Estados Unidos, se propusieron derrocarlo y le hicieron una guerra abierta, que incluyó huelgas y paros, de patrones y de sindicatos opositores al gobierno, provocaron especulación de productos básicos, desabasto, realizaron sabotajes y ejecuciones por grupos paramilitares, desataron la violencia en las calles. Con financiamiento de los grandes empresarios y de Estados Unidos movilizaron a gente en las calles, formaron grupos de choque paramilitares para desestabilizar al país. Abierta, cínicamente buscaban derrocar al gobierno de Allende. Estrangularon la economía y provocaron casi una guerra civil.
Allende no retrocedió. Impulsó aún más el poder popular, cerró filas con los partidos que lo apoyaban y trató de evitar la guerra civil. El sector más radical de la UP, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria radicalizó su postura y promovió las tomas de campos y fábricas y el levantamiento de campesinos y trabajadores. La derecha se envalentonó y comenzó a orquestar el levantamiento militar. En diciembre de 1972 promovió una huelga nacional para estrangular al gobierno. En marzo de 1973, buscaron destituirlo y aunque ganaron las elecciones, no obtuvieron la mayoría para hacerlo.
El 29 de julio ocurrió el primer levantamiento militar. Militares insurrectos atacaron el palacio de gobierno y dispararon contra la gente. El levantamiento fue sofocado por las tropas leales, pero los golpistas se dieron cuenta de la debilidad del gobierno de Allende y prepararon el golpe definitivo, que se dio, el 11 de septiembre. Los golpistas bombardearon el palacio nacional, provocaron la muerte de Allende e instauraron una dictadura militar que asesinó, torturó y desapareció a miles de hombres y mujeres chilenos que respaldaban el sueño de construir una sociedad mejor. El derrocamiento de Salvador Allende fue una tragedia para Chile, para América Latina y para la humanidad y una muestra de hasta dónde están dispuestos a llegar los grandes poderes fácticos y el imperialismo para defender sus intereses y privilegios.