Ciudad de México. La economía mundial ha mostrado “una notable” capacidad de recuperarse; pero las “cicatrices” que se acumulan desde 2020 por los sucesivos choques en la producción global ascenderán a una pérdida de 3.7 billones de dólares al cierre de 2023, estima el Fondo Monetario Internacional (FMI).

En su discurso de cara a las Reuniones Anuales del FMI, la directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva exhibió que el ritmo actual de crecimiento global sigue “bastante débil”, muy por debajo del promedio del 3.8 por ciento de las dos décadas anteriores a la pandemia de coronavirus, que detonó en 2020.

La desigualdad domina la llamada recuperación. Estados Unidos es la única economía “importante” donde la producción ha vuelto a su nivel anterior a la pandemia, dijo Georgieva. “El resto del mundo todavía está por debajo de la tendencia y los países de bajos ingresos son los más afectados porque han tenido una capacidad extremadamente limitada para amortiguar sus economías y apoyar a los más vulnerables”, declaró.

Agregó que, si bien en la primera mitad de 2023, la merma de la inflación ha aumentado las posibilidades de un aterrizaje suave para la economía global ― es decir, que las altas tasas de interés que son el puntal de la política monetaria para contener el incremento acelerado de precios no provocarán una recesión―, “no podemos bajar la guardia”.

Georgieva dijo que la inflación en la mayoría de los países está disminuyendo, pero es probable que se mantenga por encima del objetivo en algunos bancos centrales hasta 2025, por lo cual es necesario que las tasas de interés se mantengan altas por más tiempo. “Es fundamental evitar una flexibilización prematura de la política, dado el riesgo de un resurgimiento” de incrementos acelerados de precios.

No obstante, reconoció, la directora gerente del FMI, la restricción crediticia está ejerciendo presión sobre muchos prestatarios, como las empresas de bienes raíces comerciales en Estados Unidos y Europa. En China, enfatizó, “la continua tensión en el sector inmobiliario es motivo de preocupación”, lo mismo que el alto apalancamiento en partes del sector no bancario.

Georgieva reconoció que son “importantes” los riesgos fiscales que han dejado la crisis y el encarecimiento del crédito, lo que ha provocado un incremento de la carga de la deuda en muchos países. “Con poco o ningún espacio fiscal restante (y con costos crecientes del servicio de la deuda), muchos gobiernos enfrentan decisiones difíciles”.

Al margen de priorizar el gasto y comunicar planes fiscales claros a mediano plazo para generar credibilidad y reducir los niveles de deuda, los países deben reconstruir su margen de maniobra presupuestario, consideró. “En la mayoría de los casos, esto significa una política fiscal más estricta, que también puede respaldar la política monetaria donde las presiones inflacionarias aún son fuertes”, acotó.