¿Recuerdan que en el afán de hacer menos aburrida la columneta, convenimos que, en alguna aparición de ésta, fueran los números, más que las palabras, los signos que hablaran? Bueno, pues ya se presentó la ocasión y hoy, lo que pasaremos a relatar, nos ahorrará el uso de múltiples adjetivos que resultarán inútiles ante la contundencia de los dígitos, que hablan más que todos los legisladores juntos.
Se me ocurrió que sería de gran utilidad, antes de iniciar nuestra perorata, que, para mejor entendimiento de los datos que vamos a compartir, definiéramos algunos términos, a fin de alejar malos entendidos (literalmente hablando): entendernos mal y generar un disenso irreal e injustificado por la sola razón de no expresar o interpretar correctamente una información o una idea. A la columneta destinada a cumplir estos objetivos, decidimos llamarla Numeralia
, que se define como: Herramienta digital que permite la difusión de la información cuantitativa. Espacio de difusión que permite visualizar de forma clara y sencilla cifras significativas y actualizadas
. Por su parte, la Estadística es la ciencia y arte de dar sentido a los datos, proporcionando la teoría y los métodos para extraer la información de éstos y poder resolver los problemas del mundo real
. Pienso que son suficientes estas definiciones que pepené de todos lados con el único objetivo de acotar el espacio en el que podremos y debemos entendernos. Vaya el primer ejemplo:
A mediados del mes, la redacción de este diario publicó una estremecedora información, emitida por el Fondo de la Organización de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Banco Mundial (BM): Uno de cada seis niños en el mundo vive en pobreza extrema. Esto significa: 333 millones de niños alrededor nuestro, que apenas sobreviven, mientras nosotros comemos (unos más que otros) diariamente y, como más adelante veremos, con frecuencia llegamos hasta el crimen del desperdicio que de manera infame se da principalmente en el mundo de la opulencia (por desgracia no sólo allí) en el cual la solidaridad y la compasión humanas son de los pocos lujos que no les importa poseer.
Luis Felipe López, director de la división del Banco Mundial sobre pobreza y equidad, sostiene que la existencia de tantos millones de niños privados de los requerimientos esenciales para la vida: educación, nutrición, atención sanitaria, protección social es simplemente intolerable
… Si adjetivar los problemas más ingentes fuera la solución de la problemática mundial, con cien hombres de Estado, viviríamos en Jauja.
Hay algo de este problema que me parece importante señalar: el origen, la base, de este nudo de la miseria extrema no es estrictamente económico, sino que también tiene una cuna filosófica, moral, ideológica y política. El estudio de Naciones Unidas señala que África subsahariana es la región con la mayor cantidad de niños en pobreza extrema. Sin embargo, las agencias AP y AFP puntualizan que: en el oeste de Asia, el Caribe y África, 20 por ciento de la población experimenta hambre, más del doble que el promedio global
.
América Latina es, en relación con la alimentación, la región más cara, por ejemplo: una dieta saludable cuesta 4.08 dólares diarios; en Asia, 3.90; en Estados Unidos y Canadá y en Europa, 3.22
. Como resumen de su informe, cinco agencias de Naciones Unidas declararon que 2 mil 400 millones de personas no tuvieron acceso constante a alimentos el año pasado, 783 millones enfrentaron hambre y 148 millones de niños sufrieron retraso en su crecimiento
. México por supuesto está al margen de esta debacle: en 2022, unos 35 millones de nacionales, nos informa en un doloroso reportaje, Angélica Enciso L., padecieron inseguridad alimentaria moderada o grave, es decir, no tuvieron una alimentación aceptable o duraron varios días al año sin comer. En la fase más severa, esta condición llegó a afectar a 3.6 por ciento de la población. Pero ya es hora de terminar el rosario de quejumbres y dejar para la próxima cómo es que este fenómeno afectó al ombligo del imperio y porqué el sociólogo Mathew Desmond, en versión de David Brooks y Jim Cason, sostiene que los verdaderos beneficiarios de la asistencia federal no fueron los más desposeídos, sino las familias más ricas de aquel país.
Hoy, como cada año, seguimos gritando: ¡2 de octubre no se olvida!