En 1968 yo era estudiante de tercer semestre en la Escuela Superior de Física y Matemáticas (ESFM) del IPN, tenía 17 años. Había estudiado en la Vocacional 7 del IPN en Tlatelolco, en 1965-66. Ahí conocí “la democracia autoritaria del PRI y autoridades del IPN”, ya que participamos en la elección del comité estudiantil del turno matutino y al ver los de la Fenet, organización estudiantil charra, que le íbamos ganando, destruyó la urna única y nos llevaron a golpes desde la escuela hasta casi las ruinas en Tlatelolco.
Ingresé a la ESFM en en 1967. Participé en la huelga de dos semanas, en junio de ese año, en apoyo del IPN a la escuela de agricultura Hermanos Escobar, de Chihuahua, y en 1968, como brigadista en el movimiento estudiantil popular de 1968. Conocí a Luis Raúl Álvarez Garín, dirigente de la escuela y maestro de vida política.
¿Qué hizo el movimiento estudiantil de 1968 en nuestras vidas? Pasamos de ser estudiantes a dedicar la vida a las luchas del pueblo mexicano.
Una enorme enseñanza del movimiento de 1968 ha sido ejercer “la democracia participativa”; la asamblea de escuela era la base esencial de la participación estudiantil en la toma de decisiones y en su aplicación; Consejo Nacional de Huelga (CNH) funcionaba como órgano colectivo de dirección general de todo el movimiento y los participantes en él eran nombrados o removidos por la asamblea de cada escuela.
Nuestra participación en ese movimiento como brigadistas fue una lucha contra el gobierno mexicano. Nos pusimos al frente del movimiento estudiantil, después del 2 de octubre, en que nos masacraron y encarcelaron a los integrantes del CNH, más de 200 dirigentes estudiantiles, que el gobierno tuvo presos de 1969 a 1971.
Entre 1969 y 1971, los brigadistas nos convertimos en los dirigentes de los comités de lucha de cada escuela, y transformamos el CNH, que se disolvió al levantar la huelga estudiantil, en diciembre de 1968 y lo transformamos en el Comité Coordinador Estudiantil, del IPN y la UNAM. Nuestra lucha fue mantener el asambleísmo, nombrar a nuestros representantes estudiantiles en esas asambleas, luchar por la libertad de los estudiantes presos políticos, que fueron liberados en febrero de 1971; demandar libertades democráticas y la derogación del delito de disolución social, además demandábamos que en las escuelas se diera una educación científica, democrática y popular; pero la masacre del 10 de junio de 1971 nos reafirmó que estábamos frente a un gobierno autoritario y represor.
Eso hizo que decenas y cientos de estudiantes modificáramos los objetivos de nuestras vidas, y nuestro futuro profesional y de vida.
Surgieron cuatro vertientes en el quehacer político de los estudiantes que veníamos del movimiento estudiantil de 1968-71: 1) quienes decidieron terminar sus carreras académicas e incorporarse como profesores en escuelas de nivel medio superior y superior, para trasmitir las experiencias del movimiento a las nuevas generaciones estudiantiles. Así se promovieron en las escuelas de educación media y de educación superior, sindicatos de académicos y de trabajadores administrativos; 2) otros decidieron incorporarse a la vida económica y social con las profesiones que habían adquirido, pero con una actitud crítica hacia los gobiernos del PRI; éstos fueron la mayoría; 3) varios cientos decidieron que era imposible la vida democrática en el país y que se debía organizar para impulsar el derrocamiento del gobierno por la vía armada. Esto desató la guerra sucia en el gobierno de Luis Echeverría, durante los años 70 y el gobierno encarceló a decenas de militantes sociales y desapareció a más de 500 luchadores sociales, la mayoría estudiantes; 4) cientos, quizás miles, nos incorporamos a las luchas sociales de colonos en ciudades, en sindicatos obreros de industria y de empresa y con grupos campesinos e indígenas, que luchaban por la tierra, por controlar sus procesos productivos, por desarrollar su vida social campesina e indígena.
Me fui en febrero de 1971 a Navojoa, Sonora, invitado por José de Jesús Corral García, egresado también de la ESFM y desaparecido político durante la guerra sucia de los 70. Allí diseñamos una nueva preparatoria de la Universidad de Sonora, se elevó el nivel académico y nos vinculamos con problemas de los núcleos campesinos que tenían décadas luchando por el reparto de tierras que acaparaban decenas de grandes agricultores, en los últimos 60 años; yo procuraba vincularme a las luchas sociales de los campesinos y de los estudiantes.
Entré a la vida rural con el apoyo del dirigente campesino Álvaro Ríos Ramírez, quien nos invitó en julio de 1971 al ejido Torreón de Cañas, en Durango, y a los ejidos forestales de Chihuahua y nos incorporó a las luchas campesinas e indígenas; en 1977 me incorporé en el ejido Echeverría Zuno, en Huatabampo, Sonora, bajo la dirección de Jorge Castro Angulo, dirigente de muchos grupos campesinos solicitantes de tierra de todo el sur de Sonora; durante 15 años participamos con grupos campesinos e indígenas, integramos nuevas organizaciones sociales campesinas, como la Unorca, de la que fui dirigente nacional, de 1990 a 1997; trabajamos para fortalecer procesos de unidad de organizaciones rurales y participamos en la convergencia electoral de 1988, desde posiciones de izquierda y de los partidos de izquierda que existían en ese entonces, para derrotar electoralmente al PRI en ese año, ese triunfo electoral nunca nos fue reconocido.
Así hemos seguido en las luchas populares y campesinas e indígenas. Participamos en las movilizaciones electorales de 2006 y de 2018 y en ese año se derrotó por la vía electoral al PRI, encabezados por el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
*Director general de Conafor