La verdad es que en Brasil sobran los temas que llaman la atención de todos, lo cuales van de la economía bajo el gobierno de Lula da Silva a la cuestión ambiental, pasando por la reconstrucción de todo lo que fue destrozado durante el gobierno del desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro, entre 2019 y 2022.
A cada día que pasa aparecen nuevos y palpables indicios de que militares reformados y de alta patente se involucraron en los intentos golpistas de Bolsonaro.
Ahora mismo, el pasado viernes por la mañana, la Policía Federal, cumpliendo la determinación del Supremo Tribunal Federal, allanó la casa del general retirado Ridauto Fernandes, quien fue director de
Logística del ministerio de Salud cuando el titular de la cartera era el general entonces activo Eduardo Pazuello, cómplice de la política genocida de Bolsonaro durante la pandemia.
Médicos y científicos aseguran que al menos la mitad de los 700 mil brasileños muertos por covid se hubieran salvado sino fuera por la política negacionista del presidente genocida.
La Policía Federal incautó el arma, el celular y el pasaporte del general retirado Fernandes, y bloqueó sus cuentas bancarias. Lo que justificó la acción fue la comprobada participación del militar, que integró la tropa de élite del Ejército en el intento golpista del pasado 8 de enero, cuando multitudes invadieron y destrozaron las sedes de los tres poderes en Brasilia.
Es el primer militar del más alto rango que es investigado por acusaciones graves, en una clara señal de que la ola punitiva no se detendrá frente al título del acusado.
Con eso se reforzaron dos puntos en los que han centrado su interés los políticos y analistas de la situación: lo que se refiere a la marea de denuncias contra Bolsonaro, que se multiplican cada semana, y lo que ocurre en Argentina, en especial las voladuras de Javier Milei y las posibilidades de que sea el nuevo mandatario a partir de diciembre.
Hay una especie de consenso, por cierto equivocado, de que se trata de una versión local de Bolsonaro.
Equivocado porque, por más que Milei mencione como figuras-guía a Bolsonaro y al destemplado ex mandatario estadunidense Donald Trump, hay notables diferencias entre el argentino y el brasileño.
Para empezar, Milei se muestra inteligente e informado. Además, sus propuestas, por más absurdas que puedan sonar –además de tremendamente peligrosas– obedecen a una cierta lógica. Sus desvaríos voladores no llegan al punto de tornarlo tan desequilibrado y primate como Bolsonaro.
La preocupación no se limita a Lula da Silva y su gobierno. Hay plena conciencia de que las relaciones entre ambos países sufrirían un temblor.
Pocas veces como ahora el empresariado brasileño, dueños del agro, los industriales y la banca con intereses en Argentina, ha seguido tan de cerca unas elecciones en el país vecino.
Hay una gran preocupación tanto con lo que Milei podrá hacer con la economía argentina, que pasa por una crisis de proporciones preocupantes, como lo que haría en la política externa. Además, varias de las medidas anunciadas, si son llevadas a la práctica, podrían causar una convulsión social.
Se prevé, entre otros desastres, la debilitación radical del Mercosur, o su mera extinción. Comparado a lo que Bolsonaro intentó hacer, es mucho más aterrador lo que propone Milei.
Esa tensa preocupación no hará más que crecer de aquí al domingo de octubre en que los electores argentinos decidirán no sólo su propio futuro, sino el de las relaciones de su país con el continente y el mundo.
Librados del peligro que fue Jair Bolsonaro, la parte consciente de los brasileños ahora enfrenta otro: Javier Milei.
La dureza de las condenas en ese primer juicio prendió la señal de alerta en el entorno más directo del ultraderechista ex mandatario, que incluye a varios generales retirados, además de asesores y familiares.
Bolsonaro, quien ya fue declarado inelegible por ocho años, se mantuvo en silencio.
Él sabe, sus seguidores saben, todos saben que el cerco a su alrededor se cierra cada vez más. Al mismo tiempo, su aislamiento no hace más que aumentar. Con excepción de un grupo radical, calculado en 15 por ciento del electorado, sus columnas se desmoronan.
A lo anterior hay que agregar lo que su antiguo edecán y hombre de la más absoluta confianza, el teniente-coronel Mauro Cid, está revelando a la Policía Federal en su acuerdo de confesión, lo que podrá disminuir su condena.
Todavía no se prevé una fecha para el juicio de Bolsonaro. Por parte de las autoridades, tanto de la Policía Federal como del Supremo Tribunal Federal, hay muestras palpables de no haber ninguna prisa.
Y mientras su hora no llega, serán cada vez más visibles las señales de que no habrá ninguna condescendencia frente a los crímenes que él cometió. Él y, claro, su pandilla, empezando por sus hijos.