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Isocronías

27 de septiembre de 2023 07:22

El vértigo no es ante la página en blanco –intervino–. El vértigo es ante el oído de los demás, aunque ausentes presentes. Y todavía más ante el tiempo que del oído de los demás debe transcurrir para que lo que escribes, si lo escribes, pase, de pasar, a su hablar, su memoria, su comunidad, su cultura. ¿Y qué si no pasa? Pensarlo da vértigo. Olvídate de la página en blanco.

–Uno dice: Fue un momento único, como si no cada momento lo fuera, como si sólo por así llamarse todos los momentos fueran entre sí indistinguibles. Convendría mejor –ejemplificó– fue un momento extraordinario, o extraño, o exultante, o trascendental o espeluznante o luminoso, y/u otras posibilidades adjetivas, que necesariamente dependerán del propio suceso (no otra cosa parece nombrar el término momento único) a precisar.

–Hay la poesía, hay la literatura, hay la vida literaria, hay el mundillo literario y hay, ineludiblemente, la canalla literaria –dijo, e ilustró su dictum con la siguiente cita: Los tiradores que tienen mayor precisión logran impactar en el centro del blanco. Si el tiro no es preciso, puede terminar en cualquiera de los círculos concéntricos que forman parte del objetivo.

–La vanguardia blanda, blandita, extremadamente segura de que la nave va, la verdad no da pena, da tristeza. Apuesta por lo que hay que apostar, no por lo que no, que (no siempre) es por lo que hay que apostar. En el fondo no apuesta. Si apuestas por lo que hay que apostar –subrayó– no apuestas, no estás apostando a nada. Estás del lado correcto, ganancioso, de la vida; haciendo como que apuestas–. No sé con cuánto tino, pero eso dijo.

–Es que estos poetas son muy competitivos, me dijeron. Contesté: entonces no son poetas: los poetas, como cualquier artista de cualquier arte, obligados están a ser competentes, no competitivos.

–No comunica aquello que no sabes (cómo) comunicar; puede engañar, puede incluso engañarte: comunicar no es lograr que te hagan caso (eso hasta podría ser embobalicar), sería –consideró– conseguir que emisor y receptor hablen, tengan (desde un punto de vista que llamaríamos espiritual) uno y el mismo lenguaje en el momento (el antes importa y no) y, acaso sobre todo, después de la comunicación.

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