Mientras el Guadalajara sigue sin enderezar el rumbo, en el estadio Akron empieza a escucharse con más fuerza un inquietante runrún. Miles de aficionados se preguntan si el entrenador Veljko Paunovic, su Napoleón europeo, seguirá mucho tiempo de pie o su permanencia al frente del banquillo acabará siendo tan fugaz como la de otros. En otra noche de desconsuelo, el Rebaño cayó 3-1 ante el Mazatlán FC y constató que su único glamour proviene de su directivo de honor, Fernando Hierro.
Cada partido que juegan hoy los rojiblancos se convierte de repente en un foco de interés general. Cuando perdieron el sábado pasado contra Pachuca, la diferencia con sus rivales de clase fue notoria. Demasiado ímpetu y deseos de una triunfante epopeya, pero pocas ideas y futbol. Por eso el apremiante esfuerzo de los Cañoneros pudo ser anoche su Waterloo, esa batalla que pone fin al proyecto de Paunovic después de ser subcampeón de Liga.
En un escenario que muestra cada vez más asientos vacíos, los goles del colombiano Nicolás Benedetti (36), el panameño Édgar Bárcenas (43) y Eduard Bello (90+2) hicieron posible que los sinaloenses encontraran una noche de primavera en pleno verano. Más previsible aún fue la reacción por el resultado, una multitud de silbidos y abucheos que acompañó a los jugadores durante todo el encuentro. El único botón de emergencia al alcance de Paunovic fue el ingreso de Alexis Vega, su delantero estelar y por quien la directiva rojiblanca pagó 5 millones de dólares para retenerlo.
Es posible que el peso de su fichaje a Vega lo esté asfixiando, porque en sus pocas jugadas no sale bien parado. Se supone que iba a ser la figura dominante del Rebaño, para luego buscar su salida a Europa, pero volvió a desfallecer ante el potencial de una defensa mazatleca que se mantuvo ordenada. Como consecuencia inmediata, el enojo de quienes alguna vez lo aplaudieron le estalló en la cara.
Nadie sabe los ingredientes del conjuro que afecta a Chivas; sin embargo, los hechos demuestran que, de haber estado a 45 minutos de ganar la pasada final ante Tigres, ahora es un equipo incapaz de ofrecer alegrías en casa y revertir un estado de crisis. El rostro de Paunovic, luego del 3-0 de Bello (90+2), era un claro resumen del desastre: la mirada perdida, los brazos cruzados y un mapa de profundas arrugas sobre la frente.
Roberto Alvarado trató de rescatar la honra de sus compañeros con el gol de la diferencia (90+6), pero ya una tercera parte del estadio se encontraba vacía. No había razones ni siquiera para gritarlo. De la misma manera que ha ocurrido en sus últimos cinco compromisos, la misma música de desamor y desencuentro retumbó en los principales sectores rojiblancos.
Abandonado a su suerte, Chivas es hoy una vela en el viento. El deseo de muchos entre sus fieles es encontrar un cambio de timón, aunque la última palabra quedará en manos de la directiva.