La inequidad académica, la burocratización y la falta de gobernabilidad que han demostrado algunas facultades y preparatorias frente a paros de actividades, así como la omisión de autoridades a las demandas más sensibles de los estudiantes deben corregirse en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aseveró Héctor Hernández Bringas.
Investigador de a pie
del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM), ha sido secretario de Desarrollo Institucional y coordinador de Planeación, Presupuestación y Evaluación de esa casa de estudios. Considera que para ser rector se requiere una actitud absolutamente firme y comprometida con la defensa de la autonomía, pero también saber negociar, dialogar y ser puma de corazón
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Es la segunda vez que este doctor en ciencias sociales y medalla Gabino Barreda –por el mejor promedio de su generación en sociología– compite por dirigir la universidad. Conversó con La Jornada para exponer cómo sería su relación con el gobierno y qué fallas resolvería.
–Usted titula su proyecto UNAM. Por el fortalecimiento académico y la gobernabilidad institucional. ¿Cree que ha bajado la calidad académica y se ha perdido gobernabilidad?
–La universidad es muy grande y heterogénea, y tiene grandes áreas de excelencia, sobre todo en materia de investigación, pero hay algunas que se han debilitado y es necesario ponerles atención. Hablo del bachillerato, porque son muchos los problemas que se viven.
La gobernabilidad es una tarea permanente. Se pierde en ocasiones; hemos visto cómo la Facultad de Artes y Diseño duró cerrada un semestre; manifestaciones en algunos planteles de CCH y prepas. Hay demandas no resueltas, voces que no han sido escuchadas. Se debe reforzar la gobernabilidad. Es uno de los grandes retos.
–¿En los últimos ocho años la universidad y el gobierno federal se han distanciado? Si es así, ¿qué lo causó?
–Sí, se ha producido un distanciamiento. Ha habido sucesos que han incidido, como el caso de la ministra y el supuesto plagio de la tesis, además de otros asuntos de calificaciones del presidente (Andrés Manuel López Obrador) respecto a la derechización de la UNAM. Han sido momentos que han marcado este distanciamiento. El asunto es que no se buscaron los suficientes puentes de acercamiento y la universidad fue bastante reactiva ante los señalamientos; aunque en la relación con el gobierno hay que buscar diálogo, más que los pronunciamientos mediáticos e internos en un soliloquio.
–Si llegara a ser el próximo rector, ¿qué haría para mejorar la relación con la 4T?
–De entrada, hay que decirle a la 4T o al gobierno que venga, si viene de la otra coalición, que la universidad está abierta al diálogo y a la construcción de proyectos comunes, sea el gobierno que sea, tanto con el actual como con el que llegue.
La universidad debe dialogar y colaborar en las mejores causas de México, no en las mejores causas ideológicas, ni de un partido o de un gobierno. Hay que ver qué podemos hacer desde la universidad para atender las problemas nacionales.
– ¿Usted es un candidato neutral o lo identifican dentro de un grupo de poder de la universidad?
–Soy un candidato independiente, he trabajado con cuatro rectores. Comencé siendo director del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias; ahí me nombró el rector José Sarukán y luego Francisco Barnés de Castro. Después, Juan Ramón de la Fuente me invitó a encargarme de los trabajos del Consejo Universitario en un momento muy difícil.
“Estábamos saliendo del paro, lo que me permitió una formación muy importante para conocer los procesos políticos de la universidad. Trabajé con José Narro, quien me pidió ser coordinador general de Posgrado, secretario de desarrollo institucional y responsable del presupuesto. Con esto quiero decir que conozco a los grupos que han dirigido a esta universidad, pero ninguno de ellos está detrás de mí; nadie es mi padrino ni nadie impulsa mi candidatura.
–¿Qué perfil debe cumplir la persona que ocupe la rectoría?
–Uno es ser puma de corazón. Una segunda cualidad es saber escuchar a todas las voces, conducir proyectos a partir del diálogo y del consenso, porque ahí todo se discute. Además, hacia el exterior debe tener una actitud absolutamente firme y comprometida con la defensa de la autonomía, en actitud de diálogo con la sociedad y compromiso por impulsar cambios de cosas que se han quedado rezagadas.
–¿Cómo transparentaría el manejo de los recursos y la toma de decisiones en la universidad?
–Hoy sólo se informa al Consejo Universitario cuándo se inicia el proceso presupuestal y cuándo se cierra. Una forma de avanzar es informar periódicamente por qué se hicieron ajustes y con qué propósitos. También a nivel de facultades y escuelas, de manera tal que no sea un ejercicio de discrecionalidad.
–En su proyecto habla de que persiste inequidad en la universidad, ¿podría mencionar algunos ejemplos?
–Las inequidades las vemos entre las figuras del personal académico con los profesores de asignatura, porque no les dan un pleno reconocimiento, no tienen estabilidad laboral y ahí hay una inequidad muy grande que se ha estado diciendo desde hace muchos años y no se ha escuchado debidamente.
Otra es la de género. Es un tema que en los últimos años, antes de la pandemia, se expresó con fuerza, pero desde hace mucho hemos sido testigos de la discriminación contra las mujeres.
También hay que atender de mejor manera las escuelas que no están dentro de Ciudad Universitaria, hacer un equilibrio en la asignación de recursos, porque esto genera inconformidad y puede detonar inestabilidad
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–Las instalaciones de prepas y los planteles de CCH, así como las facultades de estudios superiores muestran mayor abandono en su infraestructura y equipamiento. ¿Considera una rehabilitación?
–Por supuesto. Más que pensar en construir grandes y nuevas obras, el presupuesto en este rubro tiene que dedicarse a la rehabilitación. Hay áreas que parecen de primer mundo, como los centros e institutos de investigación, pero otras con necesidad de dignificación de espacios.
–En su proyecto señala que hay irregularidades en la universidad. ¿Cuáles son y cómo las corregiría?
–Hay que descentralizar trámites y dar confianza a otras áreas y entidades en asuntos estudiantiles, administrativos y financieros. Para ello, tendría que haber una reingeniería administrativa, otorgar facultades a las escuelas, institutos y centros para que desarrollen con cierta autonomía actividades y se comprometan con la rendición de cuentas.
–¿Los gobiernos han influido en la decisión de la Junta de Gobierno para la elección del rector?
–Ha habido o pudo haber intentos en el pasado, pero no estoy seguro de que lo hayan logrado. Tal vez, cuando vivíamos en un PRI muy fuerte en los años 70; en esas épocas de influencia del gobierno, con un poder presidencial muy marcado, pudo darse esta situación.
A partir del proceso democrático que ha vivido México, la junta ha asumido con fortaleza su posición. Creo que puede haber presiones o recomendaciones, pero estoy convencido que, hoy por hoy, opta por lo mejor para la institución. Tiene fortaleza y resuelve en beneficio de la universidad, como lo ha hecho en los últimos años.