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Salvador Infante y el 23 de septiembre

19 de septiembre de 2023 08:30
Salvador Infante Salgado tenía 22 años cuando, el 23 de septiembre de 1965, el Grupo Popular Guerrillero (GPR) asaltó el Cuartel Madera. Días antes de esa fecha, como parte de una avanzada de seis hombres, encabezada por Pedro Uranga, documentó la magnitud del arsenal y el número y los movimientos de la tropa allí acantonada.

Salvador nació el 13 de febrero de 1943, en Morelia, Michoacán, y ante el abandono de su padre, se va a vivir con su madre, pobre y enferma, en Ario de Rosales. Se incorporó a la política en 1958, cuando un amigo de secundaria en la Ciudad de México, lo invitó a participar en una marcha de maestros othonistas. Nunca había estado en una. Se impactó al ver en el Zócalo a los profesores ensangrentados y a los policías golpeándolos. En 1960 se sumó a la Juventud Popular (Socialista).

Estaba en apogeo la revolución cubana. Chava recuerda sus primeros años de militante: “Era muy bonito porque se cantaban canciones revolucionarias. Roberto Jaramillo nos las enseñaba. Nos hablaban de la revolución soviética y del socialismo. Ahí me enseñaron La joven guardia”.

Decepcionado con una dirigencia rodeada de lujos, que no permitía más lecturas que las de la obra del maestro Lombardo, que guardó silencio ante el asesinato de Rubén Jamillo, que renunció a defender sus triunfos electorales y apoyó a los candidatos a la Presidencia del PRI, dejó la organización en 1965. Pensaba que había que preparar la revolución y el partido no hacía nada.

Infante comenzó a conocer un poco más de política, a través del dirigente rural Álvaro Ríos, y de los compañeros de Chihuahua, que rechazaron respaldar a Gustavo Díaz Ordaz. La labor de Álvaro fue clave para que los campesinos perdieran el temor a los caciques.

Chava conoció a Arturo Gamiz, Saúl Chacón y Guillermo Rodríguez. Posteriormente, al doctor Pablo Gómez y al profesor Becerra. Interiorizó lo que era el movimiento campesino, la represión y las tomas de tierras, marchas y protestas en el norte.

Rememora: “Cuando conozco a Arturo –que ya había estado preso– dijo que nunca lo iban a ver volver a pisar la cárcel. Fue cuando empezó a organizar el levantamiento armado, porque los caciques, a diestra y siniestra, asesinaban, despojaban de sus casas, de su ganado, de sus tierras a los campesinos. Hacían toda clase de fechorías”.

Arturo celebró el primer encuentro en la Sierra, en Madera, donde analizaron la situación que se estaba dando allí. Posteriormente, se hizo el encuentro Heraclio Bernal II, en Torreón de Cañas, Durango. A ese encuentro, los de la juventud me comisionaron para asistir a mí. Allí acordaron levantarse en armas porque en todas las gestiones, trámites y demás, se habían burlado del campesinado, de la ley y de nosotros. De hecho, ya había compañeros alzados. En la reunión, Salvador, que en ese entonces entrenaba en el Pentatlón y llegó a tener el grado de cadete, se encargó de poner en orden a un agente de Gobernación infiltrado.

Chava fue comisionado por el grupo para contactar al capitán Lorenzo Cárdenas y buscar su instrucción militar. Después, sospecharía de él. Unos 20 futuros guerrilleros participaron en una escuela de formación en la Ciudad de México y, a las faldas del Ajusco, se entrenaron en tiro al blanco y manejo de explosivos.

Tras documentar los movimientos en el cuartel Madera, la avanzada se retiró a dormir al campo. Habían quedado de encontrase con el resto de los combatientes el 17 de septiembre de 1965. Pero amaneció el 19 y no llegaron. Uranga ordenó regresar a Chihuahua. Infante lo objetó, pero se disciplinó al mando. El 23, día del ataque, Salvador Gaytán no pudo llegar con las armas.

En Chihuahua, Chava y sus compañeros estuvieron escondidos varios días. Hasta que en la primera plana de los diarios, vieron la foto de sus compañeros, todos destrozados, principalmente Arturo y Salomón, y los demás finados.

“Fue un golpe durísimo –cuenta Infante–. Eso me marcó para siempre. Fue muy doloroso. Pienso que algo hubo. Por lo menos una delación por parte de Cárdenas. Algo estaba preparado para cuando llegara el grupo. Sorpresivamente aparecieron más de ciento y tantos soldados, más los que estaban en el cuartel. Llegaron desde afuera y rodearon. Y eran sólo 13 compañeros. Se vieron cercados y lanzaron varias granadas. Una ya no la pudieron aventar. Les explotó. Partió en dos a Salomón Gaytán y a Arturo le rompió el cráneo.”

Empezó la persecución por todos lados y el repliegue. Rememora Chava: Lolita y yo nos salimos de Chihuahua por el ferrocarril. Llegamos a Guadalajara y, agarramos un autobús a la Ciudad de México. Nos escondimos en Playa Vicente, Veracruz, gracias a Rafael Estrada Villa. Ahí, estuvimos un mes ocultos. Luego, poco a poco, nos fuimos contactando de nuevo y regresando a la Ciudad de México.

El grupo inicial se fracturó. Salvador se integró, gracias a Jesús Ríos Bañales, bibliotecario de la Universidad Obrera, al Movimiento Marxista Leninista de México, de corte maoísta. Con la intención de formar una base de apoyo, se vinculó a los luchas campesinas en Durango, conducidas por Álvaro Ríos. Participó en el movimiento estudiantil de 1968. Estuvo el 2 de octubre en Tlatelolco. Como parte de los Mamelucos, en diciembre de 1969 viajó a China durante seis meses, a recibir formación política y militar.

En 1972 fue detenido junto a 15 compañeros más. Secuestrado, desaparecido y torturado por Miguel Nazar Haro, fue presentado gracias a la presión de Ríos Bañales, Jesús Ibarra, Quico Sampere y la mamá de Chava. Fue liberado bajo fianza por el abogado Joaquín Ortega Arenas. Visitó constantemente a sus compañeros presos hasta 1976.

Ejemplo excepcional por su constancia. sencillez y pertenencia de clase, a sus 80 años, Salvador sigue fiel a las convicciones que lo llevaron a participar aquel 23 de septiembre de 1965 y en tantas aventuras más.

Twitter: @lhan55



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