El presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó ayer el primer recorrido de prueba del Tren Interoceánico en su modalidad de pasajeros, parte del proyecto del Corredor Interoceánico que se construye en el Istmo de Tehuantepec (CIIT), y que conecta Salina Cruz, en Oaxaca, con Coatzacoalcos, en Veracruz. Se avanza así hacia la terminación de uno de los proyectos más ambiciosos de desarrollo regional emprendidos por el actual gobierno, junto con el Tren Maya, que correrá por más de mil kilómetros del sureste del país, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, en Santa Lucía, estado de México, y la refinería Olmeca en Dos Bocas, Tabasco.
La relevancia económica, social y estratégica del Corredor Interoceánico es innegable: no sólo otorgará al país un instrumento capaz de competir con el Canal de Panamá –e incrementará, con ello, la relevancia de México como país de tránsito de mercancías entre el Pacífico y el Atlántico–, sino que se ha situado, desde sus fases de construcción, como un generador de empleos de primera importancia y sus obras complementarias –como la remodelación de los puertos oaxaqueño y veracruzano y la conformación de parques industriales a lo largo de su recorrido– lo convierten en un motor de desarrollo económico regional, lo que contribuirá a reducir las desigualdades sociales existentes entre el norte y el sur del país.
Sin embargo, las ventajas del CIIT tienen como contraparte el riesgo ineludible de causar afectaciones negativas a las regiones y poblaciones situadas en su ruta, como desencadenar una especulación de tierras que acabe por dejar sin las suyas a pueblos de la zona o reproducir en Oaxaca y en Veracruz los infiernos sociales que suelen traer aparejados los parques industriales, como ha ocurrido en la franja maquiladora del norte del país y en los enclaves industriales del centro del país.
Tales peligros han sido expresados por organizaciones sociales locales, las cuales han emprendido movilizaciones de diversa intensidad para expresar sus preocupaciones e inconformidades ante el avance del proyecto. Así ha ocurrido recientemente, por ejemplo, en las localidades oaxaqueñas de Santa María Mixtequilla, Mogoñé Viejo y Vixidu, donde se han denunciado atropellos relacionados con el desarrollo de las obras del CIIT.
Con estos antecedentes, resulta pertinente exhortar a las autoridades de todos los niveles que participan en la construcción del Corredor Interoceánico a que actúen con la sensibilidad social que corresponde, que atiendan puntualmente las inconformidades fundamentadas y que resuelvan los conflictos y los descontentos que genera de manera inevitable la ejecución de una obra de semejantes dimensiones.